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jueves, 26 de septiembre de 2024

Artistas muertos de hambre

 

Vermeer, La callecita, 1658



"¿Ud. vende?"

Otra etiqueta más: la de los artistas muertos de hambre.

Vamos a ver: ¿es cierto o no? Vamos, convengamos que no es una actividad rentable. Los materiales son caros, cuesta ubicar el producto (aunque al no ser perecible se puede almacenar por años), no hay compras recurrentes por el mismo cliente (salvo que sea tu mecenas o un coleccionista).

El Greco, Caballero con la mano
en el pecho, 1580


En la Historia de la Pintura ha habido artistas de todo tipo, como en la vida. Y actualmente, sigue siendo así. Hay pintores que hicieron fortuna con sus pinceles; otros, la derrocharon. Por el otro lado, están aquéllos que, a pesar de ser famosos, nunca lograron un buen pasar, o aquéllos que tuvieron que reclamar que les pagasen.

Velázquez, Autorretrato, 1643


Alguna vez te conté la situación económica de Velázquez (por aquí). Otra vez te comenté los pleitos de El Greco (aquí) y también, cómo Hals se llenó de deudas (por aquí). Casos de grandes artistas, cuyos cuadros cuelgan en museos. Paradigmático es el caso de van Gogh, que vendió un solo cuadro en su vida, vivió en la pobreza, dependiendo del dinero que le mandaba su hermano, y actualmente sus obras valen una millonada. (Te conté hace poco aquí cómo fue que se hizo famoso.)

Hals, Pieter van der Broecke, 
1633


También te conté el caso de Rubens (aquí y aquí): un artista reconocido y admirado en toda Europa, con labores diplomáticas, artífice de la paz entre Inglaterra y España, cultísimo y un gran gestor de su taller. Éste funcionaba con tareas asignadas a sus ayudantes, aprendices o colaboradores, que trabajaban en los cuadros a partir de los bocetos del maestro. Él podía ausentarse, mientras ellos continuaban con la producción. No era nada extraño en la época; lo increíble del caso de Rubens fue su gestión como empresario. En el caso de la venta o encargo, él no engañaba a nadie. En el contrato se estipulaba el precio según la cantidad de superficie pintada por el maestro en la obra, con todo detalle. Los clientes se iban satisfechos: el producto tenía una marca, se llevaban un Rubens. Obviamente, en el caso de reyes, Rubens los pintaba él solito, todo entero. Ganó mucho dinero. Supo invertirlo muy bien. Murió siendo rico, en un castillo que había comprado para pasar sus últimos días.

Rubens, El castillo de Steen, 1635


Rembrandt, en cambio, fue un administrador desastroso. Ganó mucho dinero, tenía muy buenos clientes, un gran taller…. pero vivía por encima de sus posibilidades. Compraba arte sin ton ni son y finalmente tuvo que declararse insolvente por no poder afrontar sus deudas. Tuvo que venderlo todo e irse a vivir a una casa más sencilla. Su mujer y su hijo tuvieron que asumir las riendas de la economía familiar y a él, hacerlo pasar como un empleado de ellos, para, como quien dice, salvar los muebles.

Rembrandt, Autorretrato con cadena
de oro, 1633


Vermeer murió dejándole deudas inmensas a la viuda (lo vimos por aquí). Pintaba muy lentamente, le tocó vivir una recesión tremenda en Holanda, y él y su familia subsistían gracias a la suegra, en cuya casa vivían todos juntos. (No sabemos cómo se llevaba con la suegra, pero, aparentemente, nada bien.) Sabemos que al principio regenteó una taberna que era de su padre, después trabajó como marchante (parece que era muy bueno en eso), pero los cuadros no se vendían y pintaba poco.

Rafael, Autorretrato, 1506


Si nos vamos más atrás en el tiempo, Leonardo, Miguel Ángel y Rafael tuvieron un buen pasar económico. Se les asignaba una mensualidad cuantiosa y sus obras se pagaban bien. Es cierto que, si vivían en palacios, bajo el alero de algún mecenas, tenían casa y comida gratis. Otro mundo. Pero es un detalle que da cuenta de cómo se apreciaba el talento y genio de estos personajes. De Miguel Ángel sabemos que era muy tacaño, por sus cartas, aunque también tenemos que leer esto entre líneas: estaba harto de que los parientes se colgaran de su trabajo y le estuvieran pidiendo plata todo el rato.

Durero, Autorretrato, 1498


El gran Durero tuvo que viajar especialmente para defender su paga ante el nuevo emperador. Mientras tanto, para solventar el costo del viaje, su señora vendía en el mercado los cuadritos que habían llevado para tal fin (nada denigrante, eso se solía hacer a menudo). (Te conté su viaje por aquí.) En su viaje a Italia lo homenajeaban como un señor, no como en Alemania, en la que se sentía como un mendigo.

Tiziano, Autorretrato, 1566


Tiziano, el gran Tiziano, era el pintor de reyes, papas y emperadores. Sin embargo, no cobraba. Los reyes tenían otros asuntos que atender: pagar a soldados, conseguir municiones, p.ej. Los retrasos eran considerables. Tiziano escribía cartas muy diplomáticas directamente al emperador, para que diera la orden, al fin, del pago. Así, durante 20 años (nada menos). Sin embargo, en Venecia tenía una asignación mensual. A sus 50 años le quitaron la exención de pagar impuestos y tuvo que declarar todo lo que tenía: varias casas, campos, la producción de éstos, por supuesto, declarados a menor valor del real. No declaró su colección de antigüedades, cuentas ni ganancias de ventas de cuadros. Digamos que sus reclamos tenían que ver con que “Oye, mi señor, págueme por mi trabajo”. Por más que fuese Felipe II… pague por mi trabajo.

Holbein, Enrique VIII, 1534


Guido Reni se gastaba todo en las apuestas y para poder afrontar las deudas terminó trabajando 24/7. Andrea del Castagno, otro lleno de deudas, pero no por el juego, sino por querer vivir como un gran señor. Otro, Holbein, que invertía mucho dinero en su buen vestir y en su amante, en Inglaterra, mientras había dejado a esposa e hijos en Basilea, murió pobre y lo poco que dejó fue a parar a manos de sus acreedores. (Uno más: Gauguin, que fue a buscar su utopía a la Polinesia, dejó a su mujer y 5 hijos en Dinamarca, sin un duro.)

Gauguin, Autorretrato, 1889


No todos eran así. Muchos acudían al pluriempleo para poder subsistir. Van Goyen, p.ej., era agente inmobiliario y especuló con los tulipanes: mala inversión (lo vimos por aquí). Jan Steen tenía una cervecería y van Ruysdael era barbero/cirujano. Piero della Francesca tenía muchas propiedades y se dice de Giotto lo mismo. Vasari cuenta que, además de varios cargos, poseía muchos terrenos y telares, que alquilaba y que le daban una rentabilidad del 120% y sin tener que pagar impuestos, como ocurría con los inmuebles.(Vamos, que lo de la elusión fiscal no lo hemos inventado ahora...)

van Goyen, Mar de Haarlem, 1656


Correggio pasa por avaro. Cuenta Vasari que, muy preocupado por el bienestar de su familia, alquiló unos terrenos y que, por no confiar en banqueros, trasladó él mismo por los caminos una bolsa con 60 escudos y murió por insolación y fatiga, sin llegar a destino. Otro que no confiaba en los bancos: Renoir.

Degas, En la Bolsa de Valores, 1879


Si pensamos en los impresionistas, personajes más cercanos a nosotros en el tiempo, tenemos de todo. Manet, Degas, Caillebotte, Bazille, Morisot, Cassatt no tenían problemas económicos: habían tenido la suerte de nacer en familias de buena posición. Monet y Renoir tuvieron que pelearla desde abajo, pasando hambre y frío; sin embargo, al final de sus días alcanzaron la solvencia económica, tanto como para despreocuparse del asunto. Sisley, que tuvo una juventud sin problemas, fue desheredado por su padre, aunque dio igual, porque la empresa familiar quebró y no había nada para repartir. Sisley murió en la pobreza. (Te lo conté por aquí.) Guillaumin tuvo la suerte de ganar dos veces la lotería (fíjate aquí).

Sisley, Otoño a orillas del Sena, 1873


Sorolla pasó de ser un huérfano, criado por sus tíos, cerrajeros ellos, a recibir pagos millonarios por sus obras. Ganó muchísimos premios, supo ahorrar, y se encontró con Huntington (“Se me apareció Dios”, dijo), que le dio el empujón para acelerar su carrera. Con su fortuna logró mantener a sus hijos, construir su magnífica casa en Madrid y dejarle una herencia considerable a su familia. (El contrato de Huntington y Sorolla lo tienes aquí.)

Sorolla, Autorretrato con bata
blanca, 1900


Picasso fue multimillonario. Se calcula (estimación probable, aunque vaya a saber cuál es el número real) que su fortuna alcanzó a 214 millones de dólares. Cuando murió poseía 2 castillos, 3 casas, 4 millones de dólares en efectivo y otro millón en oro. Matisse tampoco se quedaba atrás, también ganó muchísimo dinero.

Picasso, Autorretrato, 1907


También están los artistas pobres de mentira, simulados, ya sea para conseguir subsidios o no pagar impuestos. Mantegna en Mantua gozaba de una buena posición, con casa, leña y cereales gratis, más un salario y otros regalos; casó a sus hijas con buena dote y coleccionaba antigüedades. Sin embargo, no dudaba en llorar su miseria ante sus mecenas o ante el mismo Papa (lo vimos aquí).

Mantegna, Carro triunfal de Julio César, 
1490


Como ves, hay para todos los gustos. ¿Y cómo es la situación actual? Es cierto que es muy difícil vivir de la Pintura. Nadie dijo que esto fuera fácil. Sabes dónde te metes. Pero, como nunca en la Historia del Arte, existen numerosas ocasiones de hacer rentable esta actividad. Primero, si piensas en que “vivir de la Pintura” significa tener un ingreso constante por la venta de cuadros, sólo muy pocos lo logran. ¿Por qué? Los motivos son variados y dan para otro artículo. Pero, si lo consideras más ampliamente, hay muchas oportunidades ahí afuera: desde restauración o conservación, enmarcación, trabajar en una galería, hacer diseños de objetos o gráfico, editar libros o revistas de arte, organizar exposiciones, dar clase…  O sea, eso de “artistas muertos de hambre” es un tópico repetido hasta el cansancio, sin pensarlo demasiado.

Giotto, Anunciación de Santa Ana, 1302 
(Capilla de los Scrovegni), fresco


“¿Ud. vende?”, me preguntaron el otro día. Sí. Muchos de mis "hijos" han encontrado su hogar en Argentina, Chile, España, USA, Italia, Holanda, Luxemburgo, Francia... 

 

Fuentes:  van Mander, K. Le vite degli illustri pittori fiamminghi, olandesi e tedeschi.

Sant’ Oreste, Apeiron, 2000

Vasari, G., Las vidas, Madrid, Tecnos, 2006

Wittkower R. y M. Nacidos bajo el signo de Saturno. Madrid, Cátedra, 2020

 

 

 

 

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