El Greco, Caballero con la mano en el pecho, 1580 |
Los pintores del Renacimiento lo
tenían muy difícil: se los consideraba meramente unos artesanos, ni siquiera se
los consideraba humanistas o sabios, como ocurría con los literatos o filósofos.
Trabajaban con las manos y eso los hacía indignos. Larga fue la lucha de
Leonardo, Miguel Ángel, Durero, Velázquez, Rubens y tantos otros para lograr
el reconocimiento del oficio. Hacia fines del sg. XVI en Italia, las cosas
habían mejorado un poco para los artistas, pero estos avances no habían llegado
todavía al resto de los países europeos.
Doménikos Theotokópulos (El Greco) venía de
Creta, había pasado por Venecia y Roma. Quiso probar fortuna en Madrid, no
logró establecerse y se quedó en Toledo. Era un extranjero, católico entre
ortodoxos, y con un lenguaje pictórico que era una mezcla de los iconos
bizantinos, el colorido veneciano y el Manierismo italiano.
Era perfectamente consciente
de su talento y de que lo que hacía era algo especial. Lamentablemente, no todos
comprendían su obra: ¿cuántos siglos tuvieron que pasar para que se lo valore como se debe? No se amilanó y defendió su posición con todas sus fuerzas, lo
que le dio fama de arrogante y pleiteador incansable.
El Greco, El Expolio, 1577 |
El primer pleito, apenas llegado
a España, ocurrió con El Expolio. El
deán de la catedral de Toledo, Diego de Castilla, le encargó el retablo de la
iglesia de Sto. Domingo el Antiguo y dicho cuadro. Estuvo listo en 1577. En esa
época no se fijaba el precio de antemano, sino que era costumbre que, una vez
terminada la obra, cada parte, contratante y artista, presentaran un tasador. Mientras
trabajaba en la obra, el pintor iba recibiendo adelantos de dinero para cubrir
los costos. Los tasadores debían llegar a un acuerdo; de lo contrario, se
buscaba la decisión de un árbitro.
Los tasadores del Greco propusieron 900
ducados; los de la Catedral, 228. El argumento era que el cuadro tenía algunas “impropiedades”:
demasiadas cabezas alrededor de la de Jesús y que, según los Evangelios, las 3
Marías no estaban presentes en la escena. Probablemente, una argucia para
lograr un precio menor. Ante esto, Doménikos se negó a entregar el cuadro, dijo
que se basó en las Meditaciones de
San Buenaventura y que haría los cambios cuando le pagaran. Lo entregó en 1579,
pero no lo corrigió; recibió 350 ducados en 1581. Logró lo que quería, pero la
consecuencia de esto fue que con su actitud la catedral no volvió a hacerle
ningún otro encargo.
El Greco, Martirio de San Mauricio, 1580 |
Disputas como éstas tuvo
muchísimas, entre ellas, la del Martirio
de San Mauricio para Felipe II, que le cerró las puertas de la Corte para
siempre. Pero el más complicado de todos fue el pleito que tuvo con el encargo
del Hospital de Sta. María de Illescas, en Toledo.
El contrato se firmó en 1603:
Doménikos se comprometía a decorar toda la Capilla Mayor, a entregar 4 cuadros
y a terminarla en 14 meses. Si se retrasaba debía pagar 200 ducados de multa. Se
admitía como ayudante a su hijo Jorge Manuel y el precio final, con tasadores
nombrados por el Hospital (un gran error). Le adelantaron 1000 ducados en pagos
trimestrales.
El Greco, Virgen de la Caridad, 1605 |
Como era su costumbre, entregó la
obra con retraso. Los tasadores propusieron 26802 reales (poquísimo: pocos años
antes le habían pagado 63000 por un trabajo similar) y exigieron que sacara los
retratos contemporáneos de La Caridad.
Doménikos se enfureció y pidió que se volviera a tasar por personas
imparciales, que elevaron el precio a casi el doble. El Hospital volvió a
apelar, aludiendo a que los nuevos tasadores eran amigos del artista: una
tercera tasación en 1606 llevó el precio a 53333 reales. El Hospital volvió a recurrir
y se bajó el precio a 42000. Se embargaron bienes del Hospital para poder pagar
al pintor, pero volvieron a apelar, esta vez incluso ante el Papa. Después de
muchas vueltas, el Nuncio en Madrid nombró en 1607 a otro tasador, que bajó el
precio a 23084 reales.
O sea: después de 2 años de litigio la derrota fue total.
O sea: después de 2 años de litigio la derrota fue total.
Ya ves: un luchador incansable
por sus derechos, con una autoestima inquebrantable, consciente de su talento y
del valor de sus obras.
El Greco, La Coronación, 1605 |
Fuentes: Álvarez Lopera, J. El Greco. La obra esencial. Madrid,
Silex, 1993;
Kauffmann, G. Die Kunst des 16. Jahrhunderts. Berlin,
Propyläen V., 1990
No hay comentarios :
Publicar un comentario