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Cézanne, Flores en un jarrón, 1885 |
Cézanne y Zola
Manet, Retrato de Zola, 1868
Alguna vez te hablé de Émile Zola. Fue un defensor a capa y espada de Manet
y de la nueva Pintura (te lo conté por aquí). Con el tiempo se fue
desencantando, pues consideraba que estos artistas habían perdido el rumbo.
Todas esas esperanzas de cambiar la Historia del Arte, esa visión que Zola
había tenido, se fue derrumbando de a poco. Cada uno de los impresionistas fue
buscando su propio camino: 8 exposiciones fueron muchas y la vida los llevó por
viajes diferentes.
¿Cuál era la crítica? Al pintar el instante fugaz y los efectos de luz se
producía una descomposición de la forma de los objetos. El resultado es muy
rudimentario en su acabado: ese minuto en la naturaleza requiere más de un
minuto para ser representado y, en la rapidez de la ejecución, se pierde
solidez. Dan la sensación de impotencia y falta de profesionalidad. La
facilidad y la espontaneidad finalmente provocan una chapuza. Cézanne también
veía estos problemas.
Cézanne, La montaña de Sta. Victoria, 1886