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jueves, 6 de octubre de 2016

Un viaje en el tiempo


Museo del Romanticismo 

Comedor (Imagen: C. del Rosso)

Como ya te conté, hay museos preciosos en Madrid, escondidos, a la espera de que vayas a verlos. El Museo del Romanticismo es pequeño, está apartado de la ruta acostumbrada de museos de la ciudad. Pero te aseguro que vale la pena.










Fue fundado en 1924 en un antiguo palacio del sg. XVIII por el marqués de la Vega-Inclán con obras de su colección y luego se fue enriqueciendo con otras donaciones; su misión fue desde siempre contar cómo era la vida a finales del sg. XIX. ¡Y vaya si lo han logrado! Lo que lo caracteriza es la variedad de lo expuesto, que abarca no sólo la pintura o la escultura, sino también objetos de la vida cotidiana, muebles, dibujos, etc.

Salón de baile (Imagen: C.del Rosso)

Baño de Fernando VII (Imagen:
C.del Rosso)

Está organizado con un itinerario a lo largo del cual vas metiéndote de a poco en la intimidad de una casa de otros tiempos, desde el salón de baile con su piano y arpa, las habitaciones de la señora, la del señor de la casa, la de los niños, el comedor, la sala de fumar o de billar, el despacho… y hasta el baño, ¡con el “inodoro” de Fernando VII!


Habitación de la señora (Imagen: C.del Rosso)


Los muebles son todos originales y están dispuestos en cada sala según sea su función en cada habitación: ése fue el criterio que primó desde que se fundó el Museo. La mayoría son de estilo Imperio, aunque hay algunas piezas de estilo inglés. Hay una buena colección de abanicos y de joyas en los dominios femeninos del palacio.





Si te gusta la literatura de esta época, la sala XVIII está dedicada a las tertulias literarias,  te sentirás muy a gusto allí. No te defraudará la dedicada a Mariano José de Larra, con objetos suyos, donados por sus herederos.

Alenza, Sátira del suicidio
romántico, 1839


A mí me encantó el salón de baile. Me quedé un rato imaginándome a las señoras esperando a que alguien las saque a bailar o mirándose en los espejos. O el comedor, con la mesa puesta, el armario repostero, un lugar tan agradable… O el “serre” (invernadero), a la manera francesa, con una colección de porcelanas y cerámicas y un biombo japonés… O la habitación de los niños, con los juguetes de antaño: casitas de muñecas, figuritas, soldaditos de plomo. Simplemente: ¡precioso!



Si andas por Madrid, no te lo puedes perder. Es imposible contarte aquí todo lo que hay: por eso, me voy a centrar en lo que es lo mío: las pinturas.

Alenza, Sátira del suicidio
romántico, 1839

Me quedan como recuerdo de mi visita los dos cuadros de Alenza sobre el suicidio romántico, que conocía por imágenes pero que nunca había visto en directo. Están colgados en la sala dedicada a Larra, (naturalmente). Son pequeñitos y te hacen sonreír por la tomadura de pelo al espíritu romántico, ese estado espiritual de melancolía, de amor trágico no correspondido y la vocación por el suicidio: que quiero morirme porque mis entrañas desgarradas me lo piden, pero mejor me lo pienso bien, no me mato y sigo disfrutando de mi agonía.



Goya, San Gregorio Magno, 1796



En el oratorio te encuentras con un “San Gregorio Magno” de Goya, impresionante; lástima que no se pueda ver más de cerca. Hay también muchas obras de Federico de Madrazo; para mí, la más impactante es el retrato de Isabel II, una adquisición reciente. Está colocado en el salón de baile, y, como siempre, Madrazo te atrapará por la maestría con que representa a la reina (y los brillos del vestido, los encajes…!)

Avanzando por el recorrido, verás 3 pequeñas salitas dedicadas a los pintores costumbristas andaluces y madrileños con cuadritos de escenas españolas, con sus trajes típicos, fiestas, oficios, los bandidos, el torero, etc.





F. de Madrazo, Isabel II, 1849


Es un museo que te transporta en el tiempo… Y al terminar la visita, nada mejor que tomar el té con una tarta espectacular en el Jardín del Magnolio!

Puedes seguir disfrutando de este rincón de Madrid en:





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