Guillaumin, La isla Besse en Agay, 1900 |
Por aquí, en
España, el 22 de diciembre se realiza el sorteo del Gordo de Navidad. Y así es
también en muchos otros países.
Guillaumin, Paisaje en Crozant, sg.XIX |
Ganar la lotería… un sueño de muchos. Compramos
el billete, como si fuera un pasaje hacia la libertad y la abundancia. Nos
imaginamos lo que podríamos hacer, cómo nos mejoraría nuestra vida actual… Hasta
que todo termina como el cuento de la lechera.
Te estarás
preguntando a qué viene todo esto… Paciencia, espérate un poco.
Imagínate a
unos pobres artistas (mejor dicho, a unos artistas pobres), que no tienen ni
para comer ni para pagar la calefacción. “Artista muerto de hambre” es una
expresión fosilizada por la costumbre, pero que no deja de ser real. Vivir de
la pintura es sólo para unos pocos elegidos: esto ha sido así desde lejanos
tiempos.
Guillaumin, Agay, Paisaje del Midi, sg. XIX |
Los pintores
comenzaban a aprender el oficio en un taller, con un maestro. Allí tenían casa
y comida asegurada. Nada de lujos, naturalmente: comida frugal y muchas veces,
el colchón era la paja del establo o se dormía en el mismo taller. Y luego, si eran buenos en lo suyo, podían
independizarse y abrir su propio taller. Y entonces tenían que agenciarse encargos
para poder sobrevivir.
Y aunque
tuvieras muchos clientes, esto tampoco garantizaba el pan de cada día. Vermeer
murió dejándole deudas inmensas a su viuda; su suegra era la que en realidad
mantenía a la familia (vimos algo aquí). De van Gogh conocemos muy bien sus penurias:
su hermano le enviaba dinero constantemente y se sentía una carga (pincha aquí). El gran Tiziano, reclamado por las Cortes de
aquí y allá, tenía tremendos problemas de dinero ¡porque tales reyes no le
pagaban!
Guillaumin, Atardecer en Ivry, 1875 |
Monet mismo,
en sus comienzos, vivía de la caridad de Bazille o de Caillebotte. Rembrandt se
gastó toda su fortuna y terminó asediado por acreedores y declarado inhábil
para los negocios (tuvieron que hacerse cargo su esposa y su hijo).
De Hooch había
ganado mucho dinero con sus obras, pero nunca le alcanzó para comprarse una
casa. Terminó sus días en un manicomio.
Sisley vivió
en la pobreza más absoluta. Lo ayudaban Monet, Manet, Durand-Ruel… Su familia
lo había perdido todo en la guerra franco-prusiana y él dependía de esa renta.
Nunca pudo recuperarse económicamente. Frans Hals tuvo más suerte: era un
pintor reconocido, con muchísimos clientes, pero cayó en la ruina. Intentó
trabajar como marchante y restaurador, abrió su taller, pero no funcionó. La
municipalidad de Haarlem, en reconocimiento, le otorgó una renta y vivienda
gratis.
Guillaumin, Paisaje de montaña, Pontgibaud, 1895 |
Otros optaban
por un 2do empleo, que les permitiese pagar las cuentas. Jan Steen, quien
también vendía muy bien sus cuadros, intentó tener un 2do ingreso abriendo una
cervecería, que tuvo que cerrar al poco tiempo. Van Ruysdael era cirujano.
Velázquez, el gran Velázquez, fue ayuda de cámara del rey: tenía que controlar
su comida y ponerle la mesa, que su habitación estuviese limpia, revisar la
apariencia de los sirvientes, vigilaba la calefacción, le organizaba los viajes
al rey… (te lo conté aquí).
Cézanne había
estudiado Derecho; Bazille, Medicina (mira este post anterior); Kandinsky,
Derecho, Economía y Etnología. Klee era violinista y tocaba en una orquesta (te lo conté aquí).
Guillaumin, Autorretrato, 1875 |
Pero el que
más suerte tuvo, el que fue tocado por la fortuna, fue Armand Guillaumin. No es
un pintor muy conocido. ¿Habías oído hablar de él?
Era de origen
humilde: trabajó en una lavandería y, más tarde, en el ferrocarril: primero,
construyendo vías; luego, como ayudante de maquinista. Y mientras, estudiaba en
la Académie Suisse y trataba de hacerse un hueco en el ambiente artístico de
París. Finalmente, para poder pintar durante el día, trabajaba en turnos
nocturnos y dormía sólo 3 hs. Participó en 6 exposiciones de los impresionistas
(1874-1886); era amigo de Pissarro, de Cézanne, de Monet y de van Gogh. Él y
Pissarro llegaron a pintar carteles para poder ganar algún dinero.
Su situación
mejoró hacia 1886 cuando se casó: su esposa era profesora en uno de los mejores
colegios de señoritas de París, un sueldo más. Sin embargo, no tenían casa
propia: vivían con la madre de ella. Algunos galeristas, como Théo van Gogh,
comenzaron a interesarse por sus cuadros y se vendían de tanto en tanto. Y
entretanto, lo ascendieron a capataz del turno de la noche.
Guillaumin, Quai de la Gare, Impresión de nieve, 1873 |
Pero… en 1891
¡ganó la lotería! Vaya suerte que tuvo el hombre: ganó unos 100000 francos oro
de esa época en la Lotería Nacional (serían unos 400000 euros hoy). Los
intereses le daban 5000 al año (para comparar: el sueldo medio anual de un trabajador
era de 1750 francos). ¡Se acabaron las penurias! Mme. Guillaumin continuó
trabajando en el colegio. A él le faltaba un año para jubilarse, así que siguió
trabajando hasta completar sus años de cotización.
Guillaumin, Epinay-sur-Orge, sg. XIX |
De ahí en más se dedicó a lo
que más le gustaba: pintar al aire libre. Sus obras se vendían bien. Sin
embargo, a pesar de haber sido un miembro activo del grupo de los
impresionistas y haber sido condecorado varias veces, no es un artista muy
conocido. Murió en 1927, fue el último sobreviviente del grupo, cuando ya el
arte marchaba por otros rumbos.
¡Eso sí que
fue un golpe de suerte!
Guillaumin, Moret-sur -Loing, sg. XIX |
Fuente:
Budde, R. Vom Spiel der Farbe: Armand
Guillaumin.
Köln, Wallraf-Richartz-Museum, 1996
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