Rubens, Isabella Brandt como Glycera, sg. XVII |
Rubens e Isabella Brandt
Complicado. Tengo en mis manos
las cartas de Rubens. Me costó terminar de leerlas: no porque sean poco
interesantes; más bien, por la mala edición del libro. Por otra parte, es difícil
seguir el hilo de los sucesos que él cuenta.
Rubens era un muy buen escritor. Un artista cultísimo, que dominaba el holandés, el español, el latín, el francés, el italiano… En sus cartas habla de todo, de política internacional, de historia, de arte, de libros…
Rubens, Archiduquesa Isabel, 1609 |
Sí, solía intercambiar opiniones sobre literatura con otros intelectuales de la época y los paquetes con libros iban y venían (delivery a lomo de caballo y con mensajeros poco eficientes). Pero, indudablemente, de lo que más escribe es sobre la contingencia bélica que asolaba a Europa. Como ya te conté en alguna oportunidad (pincha aquí), fue un espía y mediador en la guerra que tenía enfrentados a España y a Holanda, con Inglaterra, Francia y Alemania en el medio tratando de sacar tajada de ambas partes. En fin, media Europa en guerra y por casi 80 años, que se dice fácil. España no iba a aceptar la independencia de Holanda. Flandes (la actual Bélgica), fiel al Emperador y a la Iglesia católica, estaba directamente afectada. Francia, con el cardenal Richelieu, favorecía cualquier cosa que debilitara a España. Inglaterra no tenía una línea clara; la meta de los archiduques Albert e Isabella de Flandes era convencer al rey inglés que hiciera una alianza con España. Rubens fue el que intervino y lo logró (aunque duró poco).
Como artista famoso podía circular sin despertar sospechas.
Rubens, Sagrada Familia, 1615 |
Con su porte elegante y buenas maneras podía interactuar con reyes y favoritos. Muchas veces se lo veía con ojos reticentes, pues no era noble, era un artista (oficio denostado por aquel entonces, por ser un trabajo manual). Pero a pesar de todo, era alguien confiable, de total lealtad al rey de España. Estuvo en Inglaterra varias veces, con la excusa de encargos. También estuvo en territorio enemigo, en Holanda, con pasaporte diplomático.
Fueron años de viajes incesantes,
de intercambios de cartas cifradas, sin dejar de pintar y dirigir su taller en
Amberes.
Las cartas reflejan toda esa
actividad. Para entenderlas hay que conocer la situación política del momento.
Pensaba en cómo comentártelas sin marearte con tanta estrategia bélica. Sin
embargo, me topé con una muy especial.
Pierre Dupuy, Bibliotecario del rey |
“En verdad, he perdido a una
excelente compañera, que, si se pudiera, también se debía amar con la razón,
pues no tenía ningún defecto propio de su sexo, sin quejas y sin debilidad de
mujer, sino del todo buena, del todo honesta y por sus virtudes amada en vida y
después de la muerte, llorada universalmente por todos. Y tal daño me parece
digno de gran dolor y, porque la verdadera medicina de todos los males es el
olvido, hijo del tiempo, es necesario sin duda esperar su socorro: pero encuentro bien difícil el
distanciamiento del dolor por esta pérdida, de la memoria de una persona que
debo reverenciar y honrar mientras tenga vida….”
Así le da la noticia nuestro
artista a su amigo. Hay otra carta también en este tono, dirigida al conde
duque de Olivares, en el mes de agosto del mismo año.
Ellos se habían casado en 1609 y
tuvieron 3 hijos: Clara Serena (que había muerto hacía poco), Albert y Nicolás.
Isabella murió por la peste. De hecho, la familia se había ido a vivir al campo
para evitar el contagio, pero no hubo caso.
La hija, a quien adoraba, había
muerto hacía 3 años. Un golpe detrás de otro.
Rubens, El artista e Isabella Brandt, 1609 |
Rubens pintó a su esposa muchísimas veces. Su pincel la adora. Este cuadro lo realizó en conmemoración de su matrimonio.
Pero nuestro artista no paraba en
casa. Pasaba largas temporadas fuera, en sus misiones diplomáticas por media
Europa.
van Dyck, Isabella Brandt, 1621 |
Hay quien dice que Isabella le fue infiel con van Dyck. Éste era el alumno predilecto de Rubens, el alumno aventajado, que también la pintó mientras Rubens no estaba en casa. De repente, van Dyck decide ir a Italia. El muchacho ya tenía suficiente reputación, no era un improvisado: había estado trabajando en Londres como pintor del rey, pero no terminaba de acostumbrarse a la vida en Londres. Antes de partir, Rubens le regaló uno de sus mejores caballos y le entregó varias cartas de recomendación. Si hubo un problema de faldas, no dejó de reconocer el talento de su mejor discípulo y de apoyarlo.
En todo caso, si fuese cierto,
las palabras de Rubens hacia su esposa muerta lo revelan como un caballero (o
como el diplomático que era), aunque tampoco esto implica que sus sentimientos
hacia su esposa no fuesen verdaderos.
Rubens, Hélène Fourment con vestido de novia, 1630 |
Después de la muerte de ella se concentró en su actividad diplomática, sin dejar de pintar, para poder olvidar. Pero a los 4 años se volvió a casar, por eso de que el celibato no iba con él. Se casa con Hélène Fourment: ella tenía 16 años y él, 53. Hélène le trajo alegría y esperanza. Ella sabía manejarlo y ocuparse de las finanzas del taller. También la pintó con mucho mimo. Con ella tuvo 5 hijos.
Decepcionado por la hipocresía de
los gobernantes, aquejado por la gota, con una situación económica privilegiada
y con reconocimiento mundial, se retiró al castillo de Steen, donde murió.
Rubens, Castillo de Steen, 1635 |
Fuentes: Lamster, M., Master of Shadows: the secret diplomatic career of the painter Peter Paul Rubens,
New York,
Anchor, 2010;
Néret, G. Rubens, Köln,
Taschen, 2006
Rubens, P.-P.,
Lettres Inédites de Pierre.Paul Rubens. Bruxelles, Hayez, 1840
(Traducción: C. del Rosso)
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