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jueves, 9 de septiembre de 2021

Pinturas ruinosas

 

Biblia de Winchester, Libro de Jeremías, 1160

¿Qué es el Románico?


Anunciación, Sant Pere de Sorpe, sg.
XII

"Vaya, ¿que me vas a hablar de esas pinturas ruinosas y descascaradas? ¿A quién le interesa eso?"

En fin, ya sabemos que todo lo que huele a medieval causa rechazo. Pero por pura ignorancia o desconocimiento. 

Para alguien que no está metido en estas cosas de la Pintura y la Historia del Arte, el Románico suele ser un gran desconocido. Ya el nombre puede traer confusiones. ¿Tiene que ver con Roma? ¿O con el Romanticismo? (No te enojes conmigo: me lo han dicho más de una vez.)






Expulsión del Paraíso, Salterio
de York, 1170

Sí, tiene que ver con Roma.
Le debemos el nombre a De Caumont, un arqueólogo (1824). Se lo entendió como la continuación del arte romano. Pero, ¿cómo puede ser esto, si del arte romano sabemos tan poco? Perdón, no, no nos confundamos: de Roma sabemos muchísimo; otra cosa es que tengamos muy pocos ejemplos de su Pintura. En fin, se habla de Románico especialmente en referencia a la Arquitectura, que es la madre de todas las artes. La Pintura se concibió desde su inicio como decoración de las paredes (pincha aquí): sólo mucho tiempo después se liberó de los edificios. Y lo mismo pasó con la Escultura.









Está presente desde el siglo VIII al XIII, aunque depende de cada región. (O sea, la llamada Edad Media: nada que ver con el Romanticismo, ¡por favor!) Y de nuevo: pero si Roma cayó en el sg. V d.C. … Bueno, sí, pero el Imperio Romano de Oriente continuó hasta el sg. XV. El Románico tiene que ver con todo esto junto: Roma, Bizancio, las invasiones germánicas y musulmanas, los peregrinos del Camino de Santiago…

Abordar la época medieval implica tener en cuenta todos estos detalles históricos. Es una época apasionante y complejísima: se afianzan las lenguas romances y el sistema económico feudal; se constituyen las órdenes religiosas. “Románico” es un nombre abarcador (y simplificador) que incluye muchísimas variantes regionales, con sus propias características y que ni siquiera comparten las mismas fechas.

Frescos de la ermita de Vera Cruz de Maderuelo,
sg. XII


En cuanto a la Pintura, como te decía, principalmente se trata de frescos, pinturas murales, enormes, destinadas a hacer visible los textos bíblicos para aquéllos que no pudieran leerlos. Los encontramos en iglesias, pero también en monumentos civiles. La mayoría se encuentra en estado deplorable: no resistieron el embate de los tiempos. Otros fueron cubiertos con murales más al gusto de épocas siguientes. Hoy solemos ver paredes limpias, pero originalmente los espacios estaban cubiertos totalmente con colores: herencia del gusto oriental. Quedan muy pocos ejemplos que nos den una idea de lo colorido que eran esos interiores. Si alguna vez has recorrido pueblos europeos, te habrá sorprendido encontrar frescos increíbles en alguna iglesia perdida en medio de la nada  (y milagrosamente en buen estado).


Inicial del Padrenuestro, Salterio
de San Albano, 1125

Así como los artistas,
de los que muy, pero muy pocas veces nos han llegado sus nombres, pintaban en superficies enormes, también había otro grupo que se dedicaba a lo minúsculo: la ilustración de códices. Se había pasado del rollo al libro, mucho más cómodo, naturalmente. Y una manera de conservar todo ese saber era copiar libros. Por un lado, había grandes señores que hacían reproducir ese material para su uso personal. Por otro, los monjes los copiaban para la biblioteca del convento (no hay que olvidar la inmensa tarea que hicieron en este sentido los benedictinos!). La amenaza de los bárbaros y el temor a que lo incendiaran todo impulsó aún más esta necesidad de conservar estos libros. Así es cómo han llegado hasta nosotros las obras de la Antigüedad. Hoy en día nos parece como que va de suyo escribir en una pantalla, en un teclado… pero por esas épocas ¡ni siquiera existía la imprenta! La única manera de reproducir un escrito y compartirlo era copiándolo. Y todo texto tiene que tener una ilustración: hacían maravillas en pequeños trocitos de pergamino y temple. Las iniciales miniadas son verdaderas obras de arte.

El cuadro, como lo entendemos hoy, comenzó en esta época con las imágenes devocionales, un cuadro pequeño y portátil. Al temple y sobre tabla.

Un tipo de arte especial son los mosaicos: no es pintura propiamente dicha, en el sentido de que no hay alguien pintando con pincel y colores, pero es bidimensional y se trabaja con los colores de las piedritas. También es herencia directa de Roma y Bizancio. En este rubro tenemos ejemplos realmente impresionantes, como la Basílica de San Marcos en Venecia.

Mosaicos de la Basílica de San Marcos, Venecia, sg.IX-XI


Podríamos enumerar características propias de la pintura románica, pero siempre haciendo la salvedad de que se trata de una generalización muy burda. Hay muchos Románicos en áreas muy diferentes entre sí y ni siquiera son coetáneos: no se puede considerar como una unidad lo que pasa en la Francia de Carlomagno o en la Italia influida tremendamente por Bizancio, en las Islas Británicas con el aporte celta o el arte musulmán en España.

Pero siempre se pueden citar rasgos comunes:


Rufillus, Codex Bodmer, sg. XII

En primer lugar, lo que veníamos diciendo antes. El artista no firma, no sabemos quién es (el famoso “Anónimo”). Muchas veces se trata de un conjunto de artistas, un taller, un gremio, que va de una ciudad a otra tratando de encontrar trabajo, con lo cual, a veces, se suele proponer una mano común y se lo llega a denominar “Maestro de…“ o “Escuela de…”. No existía el concepto de originalidad del artista: se copiaban las figuras de manuales que circulaban por todas partes. Sin embargo, esto no significó uniformidad en la representación, sino que cada uno podía tomarse alguna licencia e insertar algún detalle personal o propio de la región. Sin embargo, como en toda generalización, hay unas cuantas excepciones en las que el artista se incluye en la obra, con sus herramientas de trabajo. 



Las obras son gigantescas, como la decoración de los interiores de las iglesias, o bien, minúsculas, como las letras miniadas de los códices.

Derrochan colorido: llama muchísimo la atención la cantidad de colores vibrantes de esos frescos.

Anunciación, Salterio de San
Albano, 1125

En cuanto a las figuras,
no hay una intención de precisión anatómica. El cuerpo está sugerido por líneas de pliegues, muy angulosos. Los rostros son esquemáticos, sin gestos, marcados por líneas negras muy precisas: las cejas y la nariz están dibujadas con un solo trazo; la boca son sólo 2 líneas. La forma del rostro, un rectángulo de bordes curvos. Y no te extrañe ver unos pies que sobrepasen los límites del marco…









No hay fondo o entorno. Sólo se sugieren elementos del paisaje: una palmera alude al Paraíso; una línea ondulada, al río Jordán o al mar.

Pantócrator, San Clemente de Taüll,
1123


Los temas
son de índole religiosa, aunque también aparecen motivos de flora y fauna en grecas o como decoración de espacios civiles. La figura más característica es el Pantócrator, el Cristo en toda su Majestad, en el ábside de las iglesias, herencia directa de Bizancio. Cristo está encerrado en lo que se llama la “mandorla” (“almendra” en italiano). A su lado, los 4 evangelistas o sus emblemas (el ángel, el buey, el león y el águila).










La organización sobre el plano se da con patrones repetitivos, ordenamientos horizontales o simétricos.  No existe la perspectiva lineal, pero sí la jerárquica (te lo expliqué aquí). No hay sombras, no hay volumen: las figuras son planas. (Sobre las sombras en Pintura hablamos aquí.)

Cacería, San Baudelio de Berlanga, sg. XII


La arquitectura seguirá evolucionando, tratando de encontrar soluciones que permitan construir ventanas más grandes. Este avance dará paso al Gótico y no habrá tanta pared para murales. ¿O sí?

La semana que viene te cuento qué es el Gótico y sus diferencias con el Románico. Te espero.

Entrada de Cristo a Jerusalén, San Baudelio de Berlanga, 1120


  

Fuentes: Conti, F. Cómo reconocer el arte románico. Barcelona, Edunsa, 1993
                                                                                                Petzold, A. Romanesque Art. New York, Abrams, 1995                                                                                                                                   Senra Gabriel y Galán, J.L., Románico: Espacio, creación e innovación. Madrid, Art Duomo, 2016
Notas personales

 

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