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jueves, 11 de marzo de 2021

Nuestra fiel compañera: la sombra

De Chirico, La recompensa del adivino, 1913

 

Hay algo que nunca se separa de nosotros: la sombra. Cuando somos pequeños nos sorprendemos, jugamos con ella… pero pasa el tiempo y perdemos nuestra capacidad de asombrarnos por estas cosas tan sencillas. La vamos adoptando como algo propio y terminamos por no prestarle atención.

Pero cuando nos ponemos a pintar no podemos ignorarla. 
Magritte, El imperio de las luces,
1954

Tanto que, si se trata de un cuadro realista, el cómo esté representada evidencia la calidad del artista. Las luces y las sombras son las que permiten que un objeto parezca que es tridimensional en el lienzo, que es bidimensional, o sea, es lo que proporciona el volumen, que el objeto no parezca plano. Es lo que llamamos técnicamente “sombra propia”.













Pero también cada objeto tiene otra sombra, a la que llamamos “proyectada”. Si un objeto sólido (no transparente ni translúcido) enfrenta una de sus caras a la luz, del lado contrario aparecerá su sombra. Dependiendo de la dirección de esa luz, la sombra será más larga o más corta (y aquí empieza a jugar la perspectiva…) 

Meléndez, Bodegón con ciruelas y jarra, sg. XVIII



La sombra implica un momento del día, un instante fugaz. Si está nublado, es difusa, casi transparente. Si es mediodía, profunda y corta. Hasta fines del sg. XIX no se aconsejaba pintar paisajes con el sol alto, precisamente por eso: obligaba a pintar sombras muy potentes y con colores muy intensos.

Van Gogh, El pintor, Camino al trabajo,
1888

Durante mucho tiempo las sombras se pintaron con gris, negro o tierras. Pero en el sg. XIX, ante las nuevas investigaciones sobre la luz y los colores, aprendimos (a través de los impresionistas) que éstas contienen el color del entorno y, en especial, del objeto. Hoy sería impensable pintar un bodegón realista con sombras en negro.

Cézanne, Naturaleza muerta con jarrón y flores, 1885



A la historia de la Pintura las sombras llegaron de a poquito. Si revisas las pinturas de la Antigüedad, ya sea en Egipto o Grecia (lo poco que nos queda), verás que no hay sombras. La pintura es esquemática; el volumen está dado mayormente por líneas. ¿Es que no sabían pintar sombras? Investigaban el tema, lo estudiaban, pero no la representaban.

Anónimo, Bodegón, Casa Julia Félix, sg. I



Anónimo, Momias de 
El-Fayum, sg. II

En la pintura romana, en cambio, tenemos ejemplos como éste,
donde tienes los 2 tipos de sombras, aunque de manera intuitiva. Si te fijas en los retratos de las momias de El-Fayum, el progreso es increíble. ¿Qué pasó entretanto? ¿Cómo se llegó a este nivel de representación? Bueno, el proceso es muy complejo: no fue de un día para otro.












Anónimo, La Virgen con Sto. 
Teodoro y Sn. Jorge, sg. VI

En Bizancio la cosa era más o menos parecida.
En el caso de los iconos (te lo conté por aquí), la sombra sirve para marcar el relieve en los rostros. Esto sigue en la Edad Media: en el románico predomina la línea y el sombreado apenas si aparece. Sin embargo, en los tratados científicos se la estudiaba con detalle. ¿Y esto? La sombra es propia de los seres corpóreos, signo de nuestra infinitud; las figuras divinas, incorpóreas, no la tienen y por eso no se la representaba. 












Si la vemos en alguna obra, es porque al artista le interesa hacer énfasis en la Encarnación. Aquí, en esta Adoración de Konrad Witz, la luz viene del Niño, pero hay otras fuentes de luz que provocan sombras en cualquier dirección.

Witz, Adoración de los Magos, 1400



Tímidamente va apareciendo en obras de Giotto y sus contemporáneos.
Su uso sigue siendo bastante intuitivo, fruto de la observación y de la aplicación del nuevo invento de la perspectiva lineal. Puedes ver, p.ej., el modelado de un edificio con su sombra propia, pero en la misma obra no hay sombras proyectadas. 

Giotto, El nacimiento de la Virgen, Capilla
Scrovegni, 1305


Piero della Francesca, en la Flagelación, p.ej., la incorpora y esto implica un salto cualitativo enorme: ya no parece que los personajes estén flotando, están bien firmes en el suelo. En el Renacimiento, con las investigaciones de Leonardo y de Durero, ya no surgen más dudas.

Della Francesca, Flagelación, 1470



El reino de las sombras se afianza en el claroscuro barroco. La luz se abre paso en la oscuridad, los objetos aparecen entre las tinieblas. Hay toda una simbología detrás de esto: no sólo por la Contrarreforma o espíritu de época, sino también (según algunos, como opina D. Hockney) es producto del uso de la cámara oscura (lo vimos por aquí).

Caravaggio, La cena de Emaús, 1691


Picasso, El Taller, 1979

La sombra puede tener distintos significados:
puede representar nuestro otro yo o nuestro doble (como lo vimos con Remedios Varo); puede resultar una amenaza, como en Picasso, o curativa, como nos muestra Masaccio a San Pedro. Puede provocar ansiedad o miedo, como en las piazze de De Chirico… ¿Cuántas veces se ha utilizado en el cine, en la literatura, en el teatro, el recurso de la sombra? Desde el cómic de Lucky Luke a Psycho de Hitchcock, Peter Pan…









Masaccio, Sn. Pedro curando 
enfermos con su sombra, 
Capilla Brancacci, 1424

El sueño de todo niño es poder atrapar la propia sombra:
demasiado huidiza, se nos escapa. En algunas culturas antiguas se creía que en ella residía nuestra alma: era vital tenerla, poseerla; ante la muerte, ella se separaba del cuerpo. Por eso, asir la sombra de otro era como tener toda su persona.















Hay una leyenda que nos cuenta Plinio El Viejo, el gran enciclopedista de la Antigüedad, en la que relata el origen de la Pintura. Esto se cita muchas veces, quizás ya lo hayas leído por ahí. La hija del alfarero Butades, Kora, estaba muy triste porque su amado, que era marino, partía al amanecer. Quería retenerlo de alguna manera y se le ocurrió dibujar el contorno de la sombra que proyectaba el muchacho sobre la pared. Plinio dice que ése fue el comienzo de la Pintura, oh, de la mano de una mujer enamorada! Con ese dibujo ella quiso conjurar su ausencia y asegurarse de que volvería alguna vez. Si tienes a la sombra, tienes a la persona: son inseparables. Pero más allá de la historia que nos cuenta Plinio, está, de nuevo, la idea de que la Pintura es también sombra, una copia, que no puede reemplazar lo real. La historia no termina aquí: Butades hizo un modelo de arcilla con la figura del muchacho y así comenzó la historia de la Escultura.

Wright, La joven corintia, 1782


Puedes ver mi explicación sobre cómo pintar las sombras puedes ver estas Notas de Pintura pinchando aquí y aquí.

Y si quieres releer el artículo sobre la sombra díscola de Remedios Varo, puedes verlo aquí.

Fuentes: Stoichita, V. Breve storia dell’ombra. Milano, Saggiatore, 2008
notas personales


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