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jueves, 4 de marzo de 2021

Niña prodigio

 
Kauffmann, Ariadna abandonada por Teseo, 1774


Una niña prodigio, con una voz angelical y que amaba dibujar y pintar. No tenía la suerte de nacer en una familia pudiente. Su padre era pintor, y no de los famosos; él le enseñó los primeros rudimentos de la pintura. No era raro que las hijas aprendieran el oficio del padre, aunque luego no lo pudieran ejercer. Angelika tenía un talento especial y a los 12 años ya hacía retratos de las personalidades de su pueblo. Con su padre viajó varias veces a Italia, donde visitaban museos y copiaban obras de arte.

¿Sabes ya de quién te estoy hablando? 

Te quiero contar la historia de Angelika Kauffmann (1741-1807), una pintora espectacular que se abrió paso a capa y espada (es un decir) en una profesión exclusivamente
masculina.

Kauffmann, Autorretrato, 
1787



Como te decía, la niña tocaba el cello y cantaba como los dioses. Sabía alemán e italiano, y más tarde aprendió inglés y francés. Cuando su madre murió, su padre decidió establecerse en Milán, pero luego tuvieron que mudarse a Schwarzenberg, pues él había sido contratado para pintar la nueva iglesia. Ella era su asistente. Debían trasladarse de ciudad cada tanto, según los encargos que recibía el padre. Así recorrieron toda Italia y ella iba absorbiendo todo lo que veía.










La niña ya no era tan niña y tenía que decidir qué camino elegir en su vida. Se debatía entre la música, el canto, la ópera o la pintura y sus pinceles. Su padre opinaba que con el canto podría ganar más dinero y mantenerse a sí misma. Pero un sacerdote le advirtió que la vida del teatro era licenciosa e indecente; así es como ella optó por la vida virtuosa y la pintura, en contra de la posición de su padre.

Kauffmann, Autorretrato dudando entre la Música y la 
Pintura, sg. XVIII



Aprovechaba toda ocasión para copiar a los grandes maestros en los museos. En la Galería Medici de Florencia le adecuaron una sala especialmente para ella, para que no tuviese que trabajar junto a sus colegas hombres. Al poco tiempo la aceptaron como miembro de honor en la Accademia Clementina de Boloña y pocos días después recibió el diploma de la Accademia del Disegno de Florencia.

Kaufmann, Reynolds, sg. XVIII

En 1764 decidió establecerse en Roma
y fue aceptada en la Accademia di San Luca. Su fama crecía y crecía, y claro, esto atrae muy buenos clientes, especialmente a los ingleses del Grand Tour (lo vimos aquí). Estos señores llevaban sus retratos a Londres y su nombre comenzó a ser conocido allí también. En unos de sus viajes a Venecia (1765) conoce a Lady Bridget Wentworth, la esposa del cónsul inglés, y ésta la convence de que la acompañe a Inglaterra. Allí se gana el aprecio de todos y con los encargos que recibe puede tener una vida con ciertas comodidades (¡con 25 años!).







Una tarde la visitó sir Joshua Reynolds, el gran maestro. La promovió y tanto, que provocó la envidia del resto de los artistas (¿A una mujer? ¿De dónde salió ésta?). Pronto comenzó a correr el rumor de que ambos tenían una relación secreta. Verdad o no, quién sabe.  Se publicaban caricaturas satirizando la amistad de ambos. La situación se desbordó cuando Hone, otro de los miembros de la Academy, presentó su cuadro El prestidigitador, donde Reynolds aparecía como un viejo carcamán acompañado de una niña. Angelika cree reconocerse en una figura desnuda de ese cuadro. Indignada, exige que se retire de la exposición. Hone tuvo que corregir la obra.

Hone, El prestidigitador, 1775



Lo cierto es que tenía varios admiradores y pretendientes: Füssli, West, Dance, Peale, ¿Marat? (mira este post) y unos cuantos nobles ingleses… Pero…

En Londres fue víctima de un engaño. Un supuesto conde sueco la engatusó con el cuento de que había caído en desgracia en la corte de su país y que necesitaba protección en Londres. Prometiéndole títulos y fortuna, ella accedió a casarse con él. La ceremonia fue secreta, pues en ese entonces en Inglaterra estaban prohibidos los matrimonios católicos, y, además, su padre no sabía nada.  El supuesto conde terminó siendo un estafador, que sólo quería su dinero y que no dudó en chantajearla… Entretanto, su padre y sus amigos descubrieron la verdadera identidad del susodicho: no era la primera vez que lo hacía y además, estaba casado con otra mujer. El matrimonio no era válido. Incluso hasta parece ser que el sacerdote que ofició la boda no era tal. Finalmente, el estafador fue obligado a firmar un acta de separación y a marcharse (y con su verdadera esposa llevándolo a los tribunales). ¿Por qué Angelika corrió semejante riesgo?

Kauffmann, Autorretrato como la Pintura, 1779



Tres años después la nombraron miembro fundador de la Royal Academy. Ella y Mary Moser son las 2 únicas mujeres presentes. ¿Hubiese accedido Angelika a un puesto de tal rango sin la ayudita de Reynolds? Mary Moser era la pintora de la reina: también tuvo su empujoncito para ser aceptada. Zoffany muestra en este cuadro a los alumnos de la Academia dirigidos por Reynolds y Hunter. Como es una clase de desnudo y a las mujeres no se les permitía participar en ellas, Zoffany incluye los retratos de las 2, colgados en la pared de la derecha.

Zoffany, Royal Academy, 1771



Leonardo, San Jerónimo, 1480






En 1781, con 40 años, se casa con Antonio Zucchi,
un pintor veneciano, que cuenta con toda la confianza de su padre (previa anulación papal de su matrimonio anterior, aunque el “conde” ya había muerto). Los recién casados deciden establecerse en Roma. Si ya era famosa, allí lo será aún más. Fija su residencia en un palazzo junto a Piazza di Spagna, en Trinità dei Monti, un palacio con 15 habitaciones, amoblado con todo lujo, jardín, establo y todo tipo de comodidades. Y por supuesto, con un atelier digno de tal artista, apto para recibir a sus clientes. No faltaban las obras de arte: tenía gran gusto y compraba no sólo para decorar, sino para aprender de ellas. Tenía, por ejemplo, el San Jerónimo de Leonardo.






Kaufmann, A. Zucchi, 1781






Era muy disciplinada en su trabajo, con horarios fijos. Por las tardes, recibía a gente muy importante en tertulias inolvidables. La llamaban “la décima musa de Roma”. Herder comentó que era quizás la mujer más culta de Europa. En esas reuniones no sólo se discutía de arte, sino que también ella podía hacer nuevos contactos y conseguir más encargos. Zucchi había dejado de lado su actividad como artista y se ocupaba de la organización y la gestión del taller de su esposa.





Kauffmann, El joven Goethe,
1787

Goethe la menciona más de una vez en el diario de sus viajes a Italia:
según él, era imposible no ser amigo de ella. Él era el invitado especial de los domingos: solían visitar juntos galerías y museos por la mañana y luego se reunían a comer. Goethe la describe como una persona sensible, seria y muy ubicada, con quien era un deleite conversar. Su amistad continuó durante mucho tiempo de manera epistolar. Ella leía sus escritos y le comentaba sus acuarelas. Angelika pintó su retrato; sin embargo, parece que él no quedó muy convencido: dice que ve a un joven muy bello, pero ni una huella de él mismo.








Murió a los 66 años, en Roma, de neumonía. Fue enterrada, con todos los honores, al lado de la tumba de su marido, en la iglesia Sant’Andrea delle Fratte. En su testamento pidió establecer una fundación que se ocupe de los pobres de Schwarzenberg, su pueblo adoptivo (del que nunca se olvidó), y financiada con la venta de su colección de arte.

Su obra se basa principalmente en retratos y en pintura de historia. Como ya vimos una vez (pincha aquí) este género era el más importante de todos. Exigía saber de anatomía, de mitología, de composición, y todo con una muy buena dosis de buen gusto; se creía que las pintoras no estaban a la altura de este tema. A Kauffmann se le critica la falta de rigurosidad en las proporciones del cuerpo humano, disculpable, en todo caso, por la falta de formación que las mujeres tenían en este sentido. Se cuenta que ella, sabiendo que ése era su punto débil, contrataba modelos masculinos, a los que hacía posar de manera muy pudorosa, sin quebrar las normas del decoro para una señora de su rango, y con su padre siempre presente.


Dance, Angelika Kauffmann
dibujando un busto, 1764, 
acuarela



En fin, Kauffmann siempre estuvo en las enciclopedias y en grandes museos, pero dejamos de tenerla en cuenta. ¿Por qué? ¿Quizás porque el Neoclasicismo o la pintura de historia nos produce alergia?












 
Fuentes: Goethe, Italienische Reise. Frankfurt, Insel V., 2013
Natter, T.G., Angelika Kauffmann. Ostfildern, Hatje Cantz, 2007



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