Una niña prodigio, con una voz
angelical y que amaba dibujar y pintar. No tenía la suerte de nacer en una
familia pudiente. Su padre era pintor, y no de los famosos; él le enseñó los
primeros rudimentos de la pintura. No era raro que las hijas aprendieran el
oficio del padre, aunque luego no lo pudieran ejercer. Angelika tenía un
talento especial y a los 12 años ya hacía retratos de las personalidades de su
pueblo. Con su padre viajó varias veces a Italia, donde visitaban museos y
copiaban obras de arte.
¿Sabes ya de quién te estoy
hablando?
Te quiero contar la historia de Angelika Kauffmann (1741-1807), una
pintora espectacular que se abrió paso a capa y espada (es un decir) en una
profesión exclusivamente
masculina.
Como te decía, la niña tocaba el
cello y cantaba como los dioses. Sabía alemán e italiano, y más tarde aprendió
inglés y francés. Cuando su madre murió, su padre decidió establecerse en
Milán, pero luego tuvieron que mudarse a Schwarzenberg, pues él había sido
contratado para pintar la nueva iglesia. Ella era su asistente. Debían
trasladarse de ciudad cada tanto, según los encargos que recibía el padre. Así
recorrieron toda Italia y ella iba absorbiendo todo lo que veía.
La niña ya no era tan niña y
tenía que decidir qué camino elegir en su vida. Se debatía entre la música, el
canto, la ópera o la pintura y sus pinceles. Su padre opinaba que con el canto
podría ganar más dinero y mantenerse a sí misma. Pero un sacerdote le advirtió que la vida
del teatro era licenciosa e indecente; así es como ella optó por la vida
virtuosa y la pintura, en contra de la posición de su padre.
Kauffmann, Autorretrato dudando entre la Música y la Pintura, sg. XVIII |
Aprovechaba toda ocasión para
copiar a los grandes maestros en los museos. En la Galería Medici de Florencia
le adecuaron una sala especialmente para ella, para que no tuviese que trabajar
junto a sus colegas hombres. Al poco tiempo la aceptaron como miembro de honor
en la Accademia Clementina de Boloña y pocos días después recibió el diploma de
la Accademia del Disegno de Florencia.
Kaufmann, Reynolds, sg. XVIII |
En 1764 decidió establecerse en Roma y fue aceptada en la Accademia di San Luca. Su fama crecía y crecía, y claro, esto atrae muy buenos clientes, especialmente a los ingleses del Grand Tour (lo vimos aquí). Estos señores llevaban sus retratos a Londres y su nombre comenzó a ser conocido allí también. En unos de sus viajes a Venecia (1765) conoce a Lady Bridget Wentworth, la esposa del cónsul inglés, y ésta la convence de que la acompañe a Inglaterra. Allí se gana el aprecio de todos y con los encargos que recibe puede tener una vida con ciertas comodidades (¡con 25 años!).
Una tarde la visitó sir Joshua
Reynolds, el gran maestro. La promovió y tanto, que provocó la envidia del
resto de los artistas (¿A una mujer? ¿De dónde salió ésta?). Pronto comenzó a
correr el rumor de que ambos tenían una relación secreta. Verdad o no, quién
sabe. Se publicaban caricaturas satirizando
la amistad de ambos. La situación se desbordó cuando Hone, otro de los
miembros de la Academy, presentó su cuadro El prestidigitador, donde
Reynolds aparecía como un viejo carcamán acompañado de una niña. Angelika cree
reconocerse en una figura desnuda de ese cuadro. Indignada, exige que se retire
de la exposición. Hone tuvo que corregir la obra.
Hone, El prestidigitador, 1775 |
Lo cierto es que tenía varios
admiradores y pretendientes: Füssli, West, Dance, Peale, ¿Marat? (mira este post) y unos cuantos nobles ingleses… Pero…
En Londres fue víctima de un
engaño. Un supuesto conde sueco la engatusó con el cuento de que había caído en
desgracia en la corte de su país y que necesitaba protección en Londres.
Prometiéndole títulos y fortuna, ella accedió a casarse con él. La ceremonia
fue secreta, pues en ese entonces en Inglaterra estaban prohibidos los
matrimonios católicos, y, además, su padre no sabía nada. El supuesto conde terminó siendo un
estafador, que sólo quería su dinero y que no dudó en chantajearla… Entretanto,
su padre y sus amigos descubrieron la verdadera identidad del susodicho: no era
la primera vez que lo hacía y además, estaba casado con otra mujer. El
matrimonio no era válido. Incluso hasta parece ser que el sacerdote que ofició
la boda no era tal. Finalmente, el estafador fue obligado a firmar un acta de
separación y a marcharse (y con su verdadera esposa llevándolo a los
tribunales). ¿Por qué Angelika corrió semejante riesgo?
Kauffmann, Autorretrato como la Pintura, 1779 |
Tres años después la nombraron
miembro fundador de la Royal Academy. Ella y Mary Moser son las 2 únicas
mujeres presentes. ¿Hubiese accedido Angelika a un puesto de tal rango sin la
ayudita de Reynolds? Mary Moser era la pintora de la reina: también tuvo su empujoncito
para ser aceptada. Zoffany muestra en este cuadro a los alumnos de la Academia
dirigidos por Reynolds y Hunter. Como es una clase de desnudo y a las mujeres
no se les permitía participar en ellas, Zoffany incluye los retratos de las 2,
colgados en la pared de la derecha.
Zoffany, Royal Academy, 1771 |
Leonardo, San Jerónimo, 1480 |
En 1781, con 40 años, se casa con Antonio Zucchi, un pintor veneciano, que cuenta con toda la confianza de su padre (previa anulación papal de su matrimonio anterior, aunque el “conde” ya había muerto). Los recién casados deciden establecerse en Roma. Si ya era famosa, allí lo será aún más. Fija su residencia en un palazzo junto a Piazza di Spagna, en Trinità dei Monti, un palacio con 15 habitaciones, amoblado con todo lujo, jardín, establo y todo tipo de comodidades. Y por supuesto, con un atelier digno de tal artista, apto para recibir a sus clientes. No faltaban las obras de arte: tenía gran gusto y compraba no sólo para decorar, sino para aprender de ellas. Tenía, por ejemplo, el San Jerónimo de Leonardo.
Era muy disciplinada en su
trabajo, con horarios fijos. Por las tardes, recibía a gente muy importante en
tertulias inolvidables. La llamaban “la décima musa de Roma”. Herder comentó
que era quizás la mujer más culta de Europa. En esas reuniones no sólo se
discutía de arte, sino que también ella podía hacer nuevos contactos y
conseguir más encargos. Zucchi había dejado de lado su actividad como artista y
se ocupaba de la organización y la gestión del taller de su esposa.
Kauffmann, El joven Goethe, 1787 |
Murió a los 66 años, en Roma, de
neumonía. Fue enterrada, con todos los honores, al lado de la tumba de su
marido, en la iglesia Sant’Andrea delle Fratte. En su testamento pidió
establecer una fundación que se ocupe de los pobres de Schwarzenberg, su pueblo
adoptivo (del que nunca se olvidó), y financiada con la venta de su colección
de arte.
Su obra se basa principalmente en
retratos y en pintura de historia. Como ya vimos una vez (pincha aquí) este
género era el más importante de todos. Exigía saber de anatomía, de mitología,
de composición, y todo con una muy buena dosis de buen gusto; se creía que las
pintoras no estaban a la altura de este tema. A Kauffmann se le critica la
falta de rigurosidad en las proporciones del cuerpo humano, disculpable, en
todo caso, por la falta de formación que las mujeres tenían en este sentido. Se
cuenta que ella, sabiendo que ése era su punto débil, contrataba modelos
masculinos, a los que hacía posar de manera muy pudorosa, sin quebrar las
normas del decoro para una señora de su rango, y con su padre siempre presente.
En fin, Kauffmann siempre estuvo
en las enciclopedias y en grandes museos, pero dejamos de tenerla en cuenta.
¿Por qué? ¿Quizás porque el Neoclasicismo o la pintura de historia nos produce
alergia?
Fuentes:
Goethe, Italienische Reise. Frankfurt, Insel V., 2013
Natter,
T.G., Angelika Kauffmann. Ostfildern, Hatje Cantz, 2007
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