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jueves, 3 de septiembre de 2020

Durero, ¿en Venecia?



Durero, Joven veneciana, 1505
Aquí estoy, con un libro con olor a viejo, aunque no es tan añejo: 1978, sólo unos 42 años. Fue  publicado en la Alemania Oriental y reimpreso en Berlín Oeste. Historia antigua.  Pero no por eso deja de ser útil: llegué a él buscando los escritos de Durero, sus tratados y cartas.

Durero escribió bastantes cosas: un tratado de Pintura, otro sobre las proporciones de la figura humana, otros tantos sobre arquitectura y perspectiva… 


















Durero, Willibald Pirckheimer,
1524 (grabado)
Estaba al tanto de lo que se hacía en Italia y no quería quedarse atrás. En Alemania se seguía pintando a la manera medieval; los polos culturales en ese tiempo eran los Países Bajos e Italia. Y un poco por curiosidad, por darse a conocer, por aprender, viajó a Italia 2 veces. No era fácil viajar en el sg. XVI: había que pasar varias aduanas, era muy costoso y engorroso, en fin, él hizo las maletas (mejor dicho: los baúles) y partió de Nüremberg. Llevaba muchísimos grabados para regalar y 6 cuadros para vender (y los vendió). Aparentemente, para este 2do viaje, le prestó el dinero su amigo Willibald Pirckheimer, noble, diplomático, que formaba parte del consejo de su ciudad y que poseía una de las mejores bibliotecas de la Alemania de entonces. El viaje duró 2 años (1505-1507).













Bellini, Pala di San Zaccaria, 1505
Durero ya era reconocido; de hecho, intercambiaba dibujos con Rafael. Lo recibían con honores, pero… le habían aconsejado que tuviera cuidado porque ¡los envidiosos podían envenenarlo! Pero no todos los italianos eran así: se había hecho amigo de Sambellino (Bellini), de Carpaccio y de muchos otros artistas.

Durante el viaje iba mandando cartas a su amigo (tenemos 10 de ellas) y por medio de éstas nos vamos enterando de cómo le fue. Había dejado a Agnes, su esposa, y a su madre en Nüremberg, con todo lo necesario para que sobrellevaran su ausencia. Entretanto, se declara la peste en la ciudad y ellas tendrán que irse a Frankfurt. ¡No le llegaban noticias! Estaba preocupadísimo; tenía miedo de que la madre hubiese fallecido. (De la esposa no dice nada...)

Pirckheimer le había hecho varios encargos: Durero le compró un anillo con un zafiro, perlas, libros. Sin embargo, Durero quedó muy decepcionado con la calidad y precios: mejor comprar estas cosas en Frankfurt. Y además, no te estafan.






Durero, Autorretrato con 26 años, 1498
Por otra parte, Durero también aprovechaba los viajes para sus compras personales. Le interesaba la moda, como un medio de afirmar su estatus de artista. Pronto dejó de usar la ropa alemana, tan austera, por la tan colorida de los italianos. Le daba tanta importancia a esto que mira lo que le dice a su amigo (naturalmente, es sarcástico):

“Mi abrigo francés le saluda y mi traje suizo, también.”[1]















Y también era el momento de aprovisionarse de materiales para pintar: el codiciado azul ultramar, pinceles buenos, papeles… Ir a Venecia a comprar estas cosas era como si fueras hoy en día al mayorista o al importador: Venecia era el centro de las transacciones de productos de Europa y Oriente y se especializaba en el comercio de pigmentos.

El viaje a Italia también tenía otro propósito: Marcantonio Raimondi, un grabador italiano, se lo pasaba reproduciendo sus grabados, incluso con el monograma que usaba como firma, sin su permiso. Durero presentó una demanda en la Signoria. Raimondi se aprovechaba de la fama que había ganado Durero a través de sus grabados. La sentencia dictaminó que su monograma quedaría protegido, pero no sus obras.


Durero, La fiesta del Rosario, 1506


El viaje incluso dio sus frutos en el ámbito artístico: el Fondaco dei Tedeschi, la delegación de los comerciantes alemanes en Venecia, le encargó una tabla para el altar de la iglesia de San Bartolomé, su patrono. Esta obra se conoce actualmente por “La fiesta del Rosario”, un título que se le puso erróneamente en el sg. XIX. Le pidieron que estuviera lista para Pascua y la pinta ¡en 5 meses! Con lo que le pagasen, pensaba saldar la deuda con su amigo. Para él fue una decepción:

Durero, Madonna con el verdecillo, 1506
“Sabéis, en cuanto a mi tabla, quieren dar un ducado por ella, que como veis, estaba bien y con muy bellos colores. Recibí grandes halagos por eso, pero poco provecho. Yo quería unos 200 ducados por el tiempo invertido y rechazarlo por venganza, para volverme a casa, y el pintor guardó silencio; ellos han dicho que yo soy bueno en los grabados, pero que en Pintura no sé tratar los colores. Sin embargo, todos dicen que nunca han visto colores tan bellos.”

Vamos, ¡no era nuevo que se regateara! El problema era que él había invertido mucho dinero en los materiales (unos 100 ducados) y, aparentemente, no había contrato previo. (Finalmente, aceptó 110.)











También le dio tiempo para pintar otros cuadros. No especifica cuáles: al parecer, “Cristo con los Doctores” y la “Madonna con el verdecillo”.

Durero, Jesús entre los Doctores, 1506


Sea como sea, era un alemán en Italia y seguramente tuvo detractores y admiradores. Su pintura era anticuada para los italianos. Tenía mucho que aprender de ellos. (Y más tarde, completó su formación con otro viaje, pero a los Países Bajos.) Bellini lo admiraba y lo introdujo en los círculos más exclusivos. Y el artista alemán recogió muchísimo de las enseñanzas de su amigo italiano. A Pirckheimer le dice: “Cómo me congelaré después de este sol: aquí soy un señor; en casa, un mendigo.”

“La fiesta del Rosario” es una de sus mejores obras. Todavía mantiene rasgos del gótico tardío, pero incorpora todas las innovaciones que conoció en Italia. Es una construcción piramidal, con la Virgen en el centro de la composición y de la perspectiva. Por detrás, un paisaje alpino. Durero se incluye con su autorretrato (y no sería la primera vez, mira aquí): aparece a la derecha, junto a un árbol, sosteniendo un cartellino con una inscripción en latín que dice: “Realizado en 5 meses, Albrecht Dürer, alemán, 1506, A.D.”. A los pies de la Virgen, un ángel músico, una alusión a Bellini.  De rodillas, el Papa Julio II y el emperador Maximiliano. A la izquierda de la Virgen, Santo Domingo de Guzmán. Las demás figuras probablemente sean personajes ilustres de Venecia y donantes del Fondaco dei Tedeschi.

La obra comenzó a deteriorarse casi enseguida: la humedad de Venecia la atacó sin piedad.



Durero, Vista de Venecia, 1506 (grabado)

El emperador Rodolfo II la compró en 1606 para su colección. En el sg. XVIII fue subastada, pasó de mano en mano, hasta que fue a parar a un convento en Polonia en el sg. XIX. Los traslados constantes empeoraron aún más su deplorable estado. El abad mandó a restaurarla. En el afán de recuperar los colores, el rostro de laVirgen desapareció casi por completo y es más, también un detalle típico en Durero: una mosca sobre la rodilla de María, con lo que quería remarcar el realismo de la escena. Actualmente se encuentra en la Galería Nacional de Praga.

Unos 14 años después vuelve a hacer las maletas, pero esta vez, hacia el norte. Escribe un diario de viaje. Mejor te lo cuento otro día.


Fuente: Dürer, A. Schriften und Briefe. Westberlin, Das Europäische Buch V., 1978




[1] Carta nº 8, 8 de septiembre 1506. En la carta siguiente: “Mi abrigo francés, el chaleco y el traje marrón casi le envían saludos.” (23 de septiembre)



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