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jueves, 24 de noviembre de 2022

Un alemán en la corte de Enrique VIII

 



Holbein, Enrique VIII, 1534


¿Te acuerdas de cuando vimos al mercader Georg Gisze, pintado por Hans Holbein, el joven? Hace tiempo de eso….

Holbein, Autorretrato, 1528

Holbein
era un pintor y grabador alemán
(1497-1593). Poco podía hacer por ahí. En esa época, o te ibas a Italia o a Holanda, como le pasó a Durero (te lo conté por aquí). Holbein buscaba un mecenas, alguien que reconociera su talento como retratista y, por supuesto, tener asegurado su sustento.

Y bueno, para saber de estas cosas hay que recurrir a van Mander (te conté quién era por aquí), la mejor fuente para conocer las peripecias de los artistas del Norte.





Holbein, Dr. Ammersbach, 1519

Van Mander,
en su afán de ser fiel a la verdad,
se puso a investigar sobre la vida de Holbein. Tenía la idea de que era suizo y que había trabajado en Basilea.  En realidad, era alemán, nacido en Augsburgo, y se había trasladado a Suiza para trabajar allí: van Mander conoce este dato, pero piensa que se trata de dos con el mismo nombre: “sería un error creer que fuese la misma persona”. Mandó una carta a un conocido para pedirle datos, pero este contacto había muerto ¡hacía unos 10 años! (Mira tú, que no había internet ni mails…) Se trataba del Dr. Ammersbach, coleccionista de arte y a quien Holbein había retratado. Van Mander no se dio por vencido: lo intentó de nuevo con un heredero de Holbein, no dice quién: éste le contesta cortésmente, pero ¡le quiere cobrar por los datos! (Ya ves, la venta de base de datos no es nueva…)


Holbein, Retrato de su esposa y sus
2 hijos, 1528

Nuestro artista se destacaba por sus grabados e ilustraciones.
Colaboró en un libro de Erasmo y terminó haciéndole varios retratos. Todos se admiraban de cómo lograba el parecido del personaje. Y, para ayudarlo, Erasmo le escribe una carta de recomendación para que la presente a su discípulo, Tomás Moro, que se encontraba en Inglaterra y era Lord Canciller del rey. Como prueba de su talento, Erasmo le aconseja que lleve como regalo el retrato que había pintado de él. Van Mander dice que nuestro artista quería incorporarse como pintor de Enrique VIII, pero que hay otra versión que cuenta que, en realidad, quería escaparse de su mujer, porque era muy gritona y cascarrabias. De todas maneras, el ambiente artístico de Basilea no daba para más y necesitaba un espacio donde destacar. Quizás haya querido huir también de la Reforma luterana (sin saber que años más tarde Enrique VIII produciría el cisma de la Iglesia Anglicana).

Holbein, Tomás Moro, 1528

Hans es recibido por Moro en su casa
; se dedica a hacer muchos retratos y permanece allí 3 años. Enrique VIII, durante todo ese tiempo, no supo de la existencia del pintor ni había visto sus obras: Moro tenía miedo de que el monarca se lo llevase a la Corte.

En fin, no tenía mucho sentido seguir reteniéndolo, así que Moro organizó un banquete en el que el rey estará presente. Le muestra entonces las obras de Holbein: “Fueron hechos para su augusto deleite”. El rey accede a tomarlo como pintor de la Corte y le permite a Moro quedarse con esos cuadros. “Ahora que poseo a su maestro, estoy seguro de poder tener todo cuanto querrá mi supremo deseo”. Ya sabes cómo era Enrique VIII…



Holbein, Erasmo, 1523

Holbein
pintará varios retratos de su señor
; también de sus malogradas esposas y otros miembros de la corte. Si no hubiese sido por el talento de Holbein, hoy no sabríamos cómo era en realidad Enrique VIII.

Van Mander comenta que vio muchos de sus cuadros en casas de coleccionistas. Evidentemente, eran obras muy requeridas y apreciadas.

Cuenta van Mander una anécdota en la que interviene un noble, el rey y nuestro artista. Dicho noble se presentó en el taller del pintor para ver sus obras. Holbein estaba ocupado, pintando del natural o una cosa privada, que no debía ver el visitante (van Mander no lo sabe). Holbein se niega con 2 ó 3 reverencias. Pero el noble insiste, alegando que debe ser mejor tratado por este simple pintor. Por esa época (y durante mucho tiempo) los artistas eran considerados seres viles, de baja extracción social y meros artesanos… Holbein se ofendió y lo arrojó por las escaleras; mientras, el infortunado exclamaba: “Oh, Señor, ten piedad de mí”. Tenía temperamento el artista. En la casa todos corrieron a ayudarlo, pero el pintor se encierra y se desentiende.

Holbein, Enrique VIII; 1540


Pero… parece que le quedó cargo de conciencia
o abrió el paraguas antes de que llueva: se dirige al rey para pedirle perdón. Le fue otorgado, pero sin faltarle la reprimenda del caso. Le aconsejó que se alojara en el palacio hasta que él pudiera conocer qué pasó con el personaje. Éste no tardó en comparecer delante del rey, exigiendo que castigue al artista. El rey le pide detalles, para poder ejercer justicia. El noble le cuenta medias verdades, con toda la intención de desacreditarlo, y le pide que lo castigue severamente. El rey considera insuficiente su relato; el noble se da cuenta de que el rey no lo castigará y exige venganza. No sabe con quién se había metido. Enrique VIII le contestó:

“Con semejante amenaza, está desafiando no sólo a Holbein, sino también a mi persona.” Y continuó, a los gritos: “¿Cree que este hombre significa tan poco para mí? Os digo, querido conde mío, que yo podría obtener fácilmente 7 condes de 7 campesinos, si me fuese necesario, pero no podré jamás obtener un solo Hans Holbein, o un semejante artífice tan excelente, de 7 condes.”

Holbein, Los embajadores, 1533


Ante semejante respuesta del rey, le pidió perdón, que no había osado hacer cualquier cosa sin el permiso del rey. Vaya, cómo cambió de parecer rápidamente. Le ordena alejarse de Holbein, advirtiéndole que cualquier cosa que hagan contra él, se lo harán a su propia persona. Lástima que van Mander no nos dice el nombre de este noble.

¿Lo conoceremos alguna vez?

Según van Mander, Holbein murió en Londres, en 1543, a causa de la peste.


Holbein, Enrique VIII y la cofradía de barberos cirujanos, 
1543


Fuente: Karel van Mander, Le vite degli illustri pittori fiamminghi, olandesi e tedeschi

Sant’ Oreste, Apeiron, 2000

Traducción: C. del Rosso


 

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