De Kooning, Dos figuras en paisaje, 1967 |
Pollock y De Kooning
Dependientes el uno del otro. Mirando qué hacía cada uno. Ambos dominaron
la escena artística neoyorquina en los años ’60 y se disputaban el 1er puesto.
¿Quién era el mejor?
Pollock, Convergencia 10, 1952
Sin embargo, aunque a todos les parecía que eran rivales, no era tan así.
Quizás eran otros los rivales, como sus marchantes, y ellos sólo eran usados
como misiles en una lucha que no era la de ellos.
Hablamos varias veces de estos personajes. Te conté la relación de Pollock
y Krasner, hablamos de la abstracción de Pollock; también hablamos del robo de
una de las Mujeres de De Kooning y de su dibujo borrado por
Rauschenberg… (puedes pinchar en los nombres, si quieres releer estos
artículos).
Hoy te quiero contar la relación entre estos dos artistas, tal como lo cita Smee en su libro “El arte de la rivalidad”.
Empecemos.
¿Quiénes eran? ¿Cómo eran?
De Kooning era holandés. Venía de una familia desestructurada, como se dice
ahora, con una madre violenta y dominante. Había estudiado arte, era un gran
dibujante (aunque no lo parezca) y, con muchas ganas de progresar, intentó
varias veces salir de Holanda hacia USA, hacer la América. Al final, lo
consiguió en 1926: gracias a un marinero viajó como polizón en el barco que lo
llevó hacia la “Tierra Prometida”.
De Kooning, Intercambio, 1955 |
Los primeros años fueron durísimos. No se había llevado consigo ninguna de
sus obras. Trabajó como vidrierista, pintor de carteles, carpintero… Mientras
tanto, estudiaba a Mondrian, De Chirico, Matisse, Picasso. Los años de la Gran
Depresión los pasó en la miseria. Sin embargo, siempre estaba de buen humor y
las mujeres lo adoraban. Lo admiraban por su constancia en el trabajo: quería
sacarse de encima el academicismo y luchaba con el lienzo; destruía cada cosa
que hacía.
Pollock, Catedral, 1947
Pollock era de Wyoming, un cowboy en NY. Era tan extranjero en la ciudad
como De Kooning. Sus hermanos se habían dedicado al arte y lo impulsaron a que
él hiciese lo mismo. Se fue a estudiar a Los Ángeles. En esa época o estudiabas
en NY o te ibas a California. No duró mucho: lo expulsaron de la academia.
Jackson Pollock era un personaje violento, debido a sus constantes
borracheras. Había empezado con el alcohol desde adolescente. En el fondo, era
una persona vulnerable, frágil, que se envalentonaba bebiendo. Le costaba
muchísimo el dibujo y sentía muchísima frustración al compararse con sus
compañeros. Su hermano Charles le mostró el mural “Prometeo” de Orozco, el
artista mexicano, en el Pomona College, y quedó deslumbrado. Finalmente, sus
hermanos lo convencieron de que vaya a NY con ellos. Y su actitud violenta e
impredecible continuó allí.
Encontró en su profesor, Benton, el padre que no tenía. Este lo acogió como
uno más en su familia. Con él aprendió en serio y descubrió el valor del azar y
la espontaneidad. Estuvo trabajando en el taller de Siqueiros, el otro
muralista mexicano, donde comenzó a experimentar con nuevos materiales. También
tuvo un encuentro con Roberto Matta, el artista chileno, quien lo introdujo en
las técnicas surrealistas. Los escándalos en los bares se sucedían: siempre
terminaban en golpizas, vidrios rotos y botellazos.
Pollock, Número 1, Bruma lavanda, 1950
En 1941 llega Peggy Guggenheim a NY, junto con su marido Max Ernst. Ella
había intentado varias veces gestionar una galería propia en Europa, pero la
guerra se lo impidió y decidió marchar a NY. Allí abrió su galería “Art of this
Century”: Peggy le dio a muchos artistas la oportunidad de darse a conocer en
ella. Uno de sus ayudantes trató de convencerla de que acogiera a Pollock; no
estaba muy convencida, pero Mondrian y Duchamp le insistieron. Cuando expuso
una de sus obras, el impacto fue tremendo. Pollock fue catapultado
inmediatamente a la fama. Se sucedieron sus exposiciones individuales: son un
fracaso económico, pero atrae la atención de los críticos. El MoMA le compra un
cuadro. Es la primera vez que el arte contemporáneo causa sensación.
En 1946 Lee (te lo conté por aquí) decidió sacarlo del ambiente de NY y se
fueron a vivir a Long Island. Allí Jackson se concentró en su trabajo y empezó
a experimentar con el chorreado de pintura sobre el lienzo en el suelo (el
famoso “dripping”).
Mientras tanto, De Kooning observaba la fama creciente de Pollock. No podía
digerir lo que estaba pasando. Coincidieron en una exposición que organizó
Graham, en 1941, pero fue Lee la que los presentó. De Kooning admiraba a
Pollock: era el que al fin había puesto en consideración del público el arte
contemporáneo. De alguna manera le debía muchísimo. Apenas si había podido
vender un cuadro; todo esto le traía muchísima inseguridad, no sabía por dónde
seguir. Y cuando Peggy lo visitó en su taller, lo hizo de muy mala gana y se
llevó un cuadro sólo por compromiso.
De Kooning, Mujer ocre, 1955
Peggy se hartó del ambiente de NY y se fue a vivir a Venecia en 1947.
Diligentemente, le pasa la gestión de la carrera de Pollock a Betty Parsons,
otra galerista. Las exposiciones fueron un fracaso económico otra vez. De
Kooning ve en los cuadros de Pollock lo que le falta a los suyos. Empieza a
buscar más expresividad, más espontaneidad, con chorreaduras de pintura,
brochazos. En cada uno de sus “Mujeres” trabaja aprox. 2 años, poniendo y
raspando pintura. Una de ellas va a parar al MoMA.
Pollock-De Kooning se convirtieron en los 2 artistas famosos del ambiente
artístico de NY. Pollock no podía con la fama, jugaba el rol del violento
borracho, porque era lo que los demás esperaban de él. Y se sentía, de alguna
manera, amenazado, por tener que compartir el trono con el holandés. Hacia 1950
Pollock, quien había logrado estar sobrio 3 años, volvió a recaer en la bebida.
Nadie lo soportaba, nadie quería estar con él, porque les hacía pasar papelones,
y la gente se volcó a De Kooning, que también bebía lo suyo, pero era una
persona amable, con la que se podía estar. Pollock seguía exponiendo, pero ya
no era lo mismo. En 1956 se lía con Ruth Klingman y muere en un accidente de
tránsito, mientras su esposa Lee está en Europa.
De Kooning sintió que ahora el más famoso era él, no tenía con quién
competir. Pero le faltaba el espejo con quién medirse. Cayó en la bebida, se
lió él también con Ruth (que había sobrevivido al accidente), se volvió
violento… como queriendo emular a su amigo muerto. Hacia 1963 su arte, aunque
seguía vendiendo, ya no llamaba la atención. Otra generación de artistas
jóvenes había dado el paso al frente.
Compró una cabaña en Long Island, cerca del cementerio donde está enterrado
Pollock, y se estableció allí. Se dedicó a la escultura. En los años 80 le
diagnosticaron Alzheimer y quedó a cargo de su hija.
Ésta es la historia de dos artistas que se necesitaban mutuamente para
crear.
Esto que te cuento está sacado de:
Smee, S. El arte
de la rivalidad. Barcelona, Taurus, 2017
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