Suelo del taller de Pollock (Pollock-Krasner Foundation) |
De vacaciones
El arte de nuestro tiempo da para la polémica.
Un día en Venecia. Visita al Museo Peggy Guggenheim. Si tienes la oportunidad, no te lo pierdas. No iba con mucho entusiasmo. Me interesaba conocer su palacio, imaginármela allí, pero no ponía muchas esperanzas en lo que iba a ver. Había visitado la Galleria dell’Accademia y con eso ya me consideraba satisfecha.
Pollock, Número 8, 1949 |
Pero la vida te trae sorpresas y muchas enseñanzas. Me fui metiendo en sus
salas, contemplando el Gran Canal desde esas ventanas tan soberbias. Muchos
cuadros ya los había visto en otros lados, en exposiciones temporales. Hasta
que me topé con un Pollock. Bah, pensé. Nunca le había tenido mucho respeto a
este artista. Chorrear pintura, eso no es arte. Pero me detuve a contemplarlo,
a propósito. Si dicen que esto es bueno, ¿por qué? ¿No seré yo la equivocada? A
veces, hacerte esta pregunta confirma que en realidad lo que estás viendo no es
arte, que es un engañabobos o algo así.
Pollock, Gris del océano, 1953 |
Pero, ay, frente al Pollock me di cuenta de cuán equivocada estaba. Se me
cruzó por la cabeza: “Este tipo sí sabe lo que hace”. Moraleja: nunca hay que
juzgar cuadros por las fotos que circulan por ahí. Las fotos aplanan todo,
quitan las texturas, los relieves. Y los Pollock tienen cráteres, montañas,
senderos… No hay nada plano.
Pollock, Número 1, Neblina en lavanda, 1950 |
No puedes usar cualquier pintura: tiene que tener la consistencia adecuada
para que fluya como tú quieras. Para eso nuestro artista usaba esmalte, pintura
de pared. Había trabajado en el taller de murales de Siqueiros y allí había
aprendido a usar ese tipo de material.
Pollock, Composición roja, 1943 (Imagen: Christie's) |
Pollock era el de la técnica de dripping, es decir, del chorreado de
pintura sobre la tela colocada horizontalmente en el suelo.
Es la misma idea de Klein: anular la
mano del artista, que el pincel no sea el intermediario (si te lo perdiste, pincha aquí). Lo que importa es el
gesto, de ahí que se llame “pintura gestual”, “action painting”. No importa el
resultado, el cuadro-objeto: importa el proceso, cómo se llegó hasta ahí. Y es
como un baile. El mismo llegó a decir en una entrevista que cuando estaba
metido en el cuadro (literal: mira la foto), no era consciente de lo que hacía,
que sólo después de un tiempo se daba cuenta de lo que había hecho.
¿Es azar? ¿Es realmente un proceso inconsciente, como los ejercicios que
hacían los surrealistas (te lo conté por aquí)? ¿Hay composición, es decir, un
artista que conduce las formas sobre el lienzo según una idea preconcebida? Yo
pensaba que era puro chorrear pintura y punto. Pero no. Cuando lo ves de cerca
te das cuenta de que hay poco de azar. Hay una mano que sigue una idea. El
material condiciona, hace lo suyo; sin embargo, hay algo de composición entre
ese entramado de líneas y relieves.
Pollock, Convergencia 10, 1943 |
Tiene un inconveniente: tanta superposición de colores al final provoca que
se perciban como grises. Los cuadros de Pollock, de lejos, se ven grises o
tierra (así llamamos a los marrones en Pintura).
Pollock, Dripping con esmalte, 1950 |
Peggy Guggenheim lo promovió. Vio el talento del muchacho. Lee Krasner, su
esposa y pintora increíble, lo protegió de sus propios demonios hasta que no
pudo más (te lo conté por aquí). Murió en 1956, en un accidente de tránsito, atrapado
por esos mismos demonios.
Fuentes: Honour, H.-Fleming, J. Weltgeschichte der Kunst, Munich, 1983
Nerdinger, W. Elemente künstlerischer Gestaltung.
München, Martin Lurz V., 1986
Smee, S. El arte de la rivalidad.
Barcelona, Taurus, 2017
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