Magritte, Prohibida la reproducción, Retrato de Edward James, 1937 |
Espejos pintados
Rubens, Venus al espejo, 1615 |
Te miras al espejo y te devuelve tu imagen. “Uy, debería haberme peinado mejor” (espejo del ascensor). “¿Y esta mancha en la cara? No la tenía ayer” (espejo del baño). Nuestras abuelas no salían de casa sin espejito en la cartera. Ahora ni hace falta: para eso tenemos el teléfono… En fin. Desde el Narciso que se contemplaba y se enamoraba de sí mismo en el reflejo del agua hasta el tocador de la señora y la Galería de los Espejos de Versailles, ¡cuánto habría por decir! Y no me quiero meter ni con Freud ni con Lacan, que de eso no sé nada.
Espejos hay de sobra en la Pintura, y de todo tipo.
Los espejos al comienzo eran convexos, no había manera de fabricarlos de otra manera. El espejo plano era un lujo, un invento veneciano. Para los artistas es una gran herramienta de trabajo: con él puedes controlar si lo que estás pintando guarda las proporciones: por comparación aparecen los errores como nada. Alguna vez te hablé del espejo negro de Claude (lo puedes ver aquí), que sirve para revisar la valorización (te lo expliqué por aquí).
Iaia de Cícico, De mulieribus claris, sg. XV |
Hay muchos autorretratos famosos en los que intervienen los espejos. Por ejemplo, el de Parmigianino. Nos muestra su imagen reflejada, distorsionada por la superficie curva. Un autorretrato en esta época era como una tarjeta de presentación: esto es lo que sé hacer. La imagen deformada era algo propio de la época, del Manierismo; la destreza del pintor se manifestaba en cómo jugaba con las proporciones, sin dejar de ser verosímil. Parmigianino se veía así en el espejo y así se pintó. Era lo que veía: era real e irreal a la vez. Nadie hubiese pensado que su mano era en realidad de ese tamaño.
Parmigianino, Autorretrato con espejo convexo, 1524 |
Gumpp, Autorretrato, 1646 |
El más curioso es el de Gumpp, un pintor del que no se sabe casi nada y del cual nos quedan sólo 2 obras, ambos autorretratos con espejos. Me quedo con éste. Aquí puedes ver el procedimiento: necesitas un espejo al lado y vas copiando lo que ves en tu imagen reflejada. Pero, ¿cómo hace para pintarse de espalda y a la vez poder pintar espejo y cuadro? Para eso necesitas varios juegos de espejos. Sin embargo, el cuadro va más allá. Hace alusión a la pintura como engaño: está pintando un cuadro, el cuadro físico, que es una ilusión, una copia de una realidad; éste contiene otro cuadro, que es ilusión de otra ilusión y, además, el espejo con su imagen reflejada, o sea, doblemente irreal. Tú sabes, la imagen del espejo es efímera: te vas y ya no estás en el reflejo.
Dalí, al que le gustaba coquetear con imposibles, se retrató con Gala en un
juego infinito de reflejos. La imagen del Dalí en el espejo mientras pinta a su
amada es verosímil. Pero el Dalí de espaldas… no da la perspectiva, no coincide
con la imagen del reflejo: Dalí aparece de pie en el espejo; en el cuadro,
sentado. Lo más probable es que se haya agregado después, de memoria, o bien, ayudándose
con un juego de espejos.
Dalí, Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas, 1972 |
Arellano, Floreros en el espejo, 1650 |
Burgkmaier, Autorretrato con su esposa, 1529 |
Y ya que hablamos de vanitas… mira éste de Burgkmaier: se pinta a sí mismo con su esposa sosteniendo un espejo de mano y ¡ven sus propias calaveras! Recuerda que eres polvo y al polvo volverás. Mirarse en el espejo era signo de vanidad, de soberbia. De por sí, si poseías uno, era porque tenías mucho dinero…
¿Y cómo haces para representar convenientemente el reflejo? No es fácil. No
puede tener el mismo nivel de definición que el objeto real, aunque lo veas
así, pues en tu pintura debe quedar claro cuál es el reflejo, aunque tampoco conviene
difuminarlo demasiado. Sorolla lo resolvió así: pintó la imagen del espejo en
el que se ven él y su señora, sugiriendo y nada más.
Sorolla, Escena hogareña, 1888 |
Un espejo es símbolo de la vanidad. Espejo, espejito… ¿quién es la más
bella del reino? Por eso, casi todas las Venus de la Historia de la Pintura
aparecen contemplándose. Venus mitológicas, Venus humanas, paradigmas de la
belleza femenina…: el espejo da ocasión para caer en la vanidad. ¿Y qué imagen
devuelven esos espejos de diosas? Vemos a la Venus de Rubens, cuya modelo es su
señora, y el espejo nos devuelve su mirada. Vemos a la Venus de Velázquez,
reclinada, con el Cupido sosteniéndole el espejo. ¿Ése es el rostro de Venus?
Velázquez lo sugiere, no nos da muchas pistas. Hay quien dice que, según el
ángulo del espejo, no debería verse el rostro de esta bella mujer. ¿Y quién es?
Velázquez, La Venus del espejo, 1648 |
Morisot, Psyché, El espejo de pie, 1876 |
De toda la selección éste es el que más me gusta: Psyché o El espejo de pie, de Morisot. ¿Quién mejor que ella para retratar la intimidad femenina, a esa última mirada antes de terminar de arreglarnos para salir? Los espejos batientes se llamaban en ese entonces “psyché”: cuánto sugiere ese nombre, ¿no? El espejo que revela tu alma…
Picasso, Muchacha joven ante el espejo, 1932 |
Y cómo será… mira éste de Picasso: el espejo devuelve la imagen del otro yo de la muchacha, de su interior.
Y un espejo te abre hacia otros espacios. No por nada los decoradores te
dicen que tengas cuidado con dónde los cuelgas: ¿qué es lo que refleja? En
Pintura esta característica ha servido para mostrar el más allá del cuadro, lo
que no se ve desde este lado, desde el lado del espectador. En esto hay una
larguísima tradición: no puedo aquí citarte a todos. Me quedo con los más
significativos.
van Eyck, El matrimonio Arnolfini, 1434 |
Por supuesto, y no puede faltar, El matrimonio Arnolfini, de Jan van Eyck. Es una obra muy compleja, de la que se han escrito bibliotecas enteras. Está llena de alusiones al matrimonio, a la fidelidad, a la fertilidad… La clave para la interpretación de su significado está en el espejo que está colgado en la pared del fondo. Es un espejo convexo, con 12 puntas con escenas de la Pasión. Por encima, el artista escribió, en latín: “Jan van Eyck estuvo aquí”. El espejo muestra lo que ocurre fuera de la escena del cuadro: se ve a la pareja de espaldas y alguien que le abre la puerta al pintor. ¿Y qué importancia tenía esto? ¿Por qué el artista considera necesario remarcar que estuvo ahí, si ya aparece en la imagen del espejo? Van Eyck fue testigo de la celebración de este matrimonio y así lo afirma. Este detalle convierte a este cuadro en un certificado de matrimonio.
Velázquez, La familia de Felipe IV o Las Meninas, 1656 |
Velázquez conocía el cuadro de los Arnolfini, pues todavía estaba en la colección de la Corona Española (por esas cosas de la vida, terminó en Inglaterra…). Toma el recurso del espejo en Las Meninas, otro cuadro con el cual nos pasaríamos horas y horas hablando de él.
Velázquez coloca en el fondo de la sala un pequeño espejo, en el que vemos
reflejados los rostros del rey Felipe IV y de la reina Mariana. El cuadro se
llama en realidad La familia del rey Felipe IV; el nombre de Meninas
es el que le puso el público. Así,
mediante el truco del espejo, Velázquez incluye a la pareja real y le da
sentido al nombre del cuadro. Pero no es sólo eso. Las Meninas es un
cuadro para recorrer con la mirada: está tan perfectamente compuesto que puedes
pasear por el taller del pintor y seguir andando hasta la puerta del fondo,
donde te espera Nieto, el aposentador. ¿Qué está pasando? ¿Han llegado los
reyes y por eso Velázquez detiene su trabajo? ¿O es que ellos están posando?
¿Qué es lo que está pintando el artista? ¿Está pintando a los reyes? ¿Acaban de
llegar o seguirán su camino? Pero lo principal: el espejo está enfrentado hacia
nosotros. Nosotros estamos ocupando el puesto de los reyes: el espectador es el
rey. (¡Qué genio era Velázquez, por favor!)
Sorolla, Mi familia, 1901 |
Sorolla también representó sus “Meninas”. Retrata a su familia y se incluye a sí mismo en la imagen del espejo, pintando la escena. (Te lo expliqué por aquí.)
Vermeer, La clase de música, 1662 |
Vermeer, en su Clase de música, coloca un espejo sobre el virginal, el instrumento musical, que la joven está aprendiendo a tocar en su clase. Raro que ponga un espejo allí y no un cuadro o un mapa, como suele hacer en sus obras. Sin duda, quiere mostrar algo que no se puede ver en el cuadro. En la imagen vemos el embaldosado, la cabeza de la chica y… ¡sorpresa! las patas de su cámara oscura (te lo conté por aquí), prueba fehaciente de que Vermeer la usaba. Otros dicen que son las patas de su caballete…
Y Manet, no puede faltar Manet por aquí. Una de sus obras maestras es ésta,
La barra del Folies Bergère. Mucho se podría decir de este cuadro,
realmente. El espejo nos muestra el bar, con su bullicio, sus luces, los
acróbatas… pero la camarera, como una estatua incólume está ajena a todo lo que
está pasando. A la derecha del cuadro vemos el reflejo de un hombre con
chistera: es a él a quien mira la chica. ¿Qué está ocurriendo? ¿El hombre le está
haciendo una propuesta indecente y por eso ella lo mira así? El ángulo de la
perspectiva tampoco funciona en este caso; el hombre no debería verse en el
espejo. Pero no por nada está ahí: ese hombre somos nosotros, los espectadores.
Manet, La barra del Folies Bergère, 1881 |
Más complicado para explicar es el de Magritte, Prohibida su
reproducción, que te puse como cabecera de este artículo. Alguna vez hablamos de los juegos de significado de los
cuadros de este artista (lo vimos por aquí). En éste vemos a un hombre de
espaldas, que se mira en un espejo: es un retrato de Edward James, un poeta.
Insólitamente, el espejo lo muestra de espaldas, no vemos su rostro; sin
embargo, el libro sobre la repisa sí aparece como corresponde, con las letras
invertidas. Es un libro de Edgar Allan Poe, que le sirvió de inspiración. ¿Qué
nos quiere decir con este cuadro? Interpretaciones hay muchas. La realidad es
irreproducible. La realidad puede que no sea como tú te crees que es. ¿Y qué
piensa el personaje al ver que su reflejo es lo que ve el espectador del
cuadro? Su rostro no lo conoceremos nunca; lo que vemos es su espalda, el
espejo se niega a revelarnos su rostro.
Pistoletto, Cuadros espejados, 1933 |
Y por último, te traigo unos espejos no pintados, unos que son obras de
arte por sí mismos. Pistoletto, un artista italiano representante del arte
povera, jugó también con la idea del reflejo y el espejo, pero real. Es
algo que también hizo Gerhard Richter: exponer espejos en una sala, así, sin
más, y que el espectador se contemple a sí mismo, al pasar. Puede parecerte una
tomadura de pelo: ¿una obra de arte, un espejo comprado a la vuelta de la
esquina y colgado así nomás, sin intervención del artista? Ah, pero así es el
arte conceptual: vale la idea, no el objeto-obra de arte. Plantea el problema de la ilusión de la imagen, del reflejo. ¿Qué se ve en el espejo? Compuso también una serie de
espejos negros o grises, como el de Claudio Lorena, en referencia a la creación
artística. Pistoletto fue más allá: si romper un espejo te trae 7
años de mala suerte…, ¿por qué no conjurar ese maleficio rompiendo el espejo?
Con un mazo fue partiendo a golpes los espejos colgados en la exposición. Los
trocitos que caen al suelo también son espejos y reflejan el entorno: son una
parte del todo, son parte también de la obra.
Richter, Espejo, 1981 (Imagen: spikeartmagazine.com) |
¿Qué te parece todo esto? Da para pensar, ¿no?
Cuando veas un espejo pintado en un cuadro, mira 2 veces. Espejo, espejito,
¿por qué el artista te puso ahí?
Fuente: Stoichita, V. La invención del cuadro.
Barcelona, Ed. del Serbal, 2000
Notas
personales
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