navigation + slideshow

jueves, 28 de octubre de 2021

Creando un cuadro

 

Bürkel, El toro y el pintor, sg. XIX



Las herramientas de los pintores que quizás no conozcas


Algunos piensan que pintar un cuadro es sentarse, llenar la paleta con colores, tomar un pincel y listo, ya puedes comenzar. Creo que muy, pero muy pocos pintores en la Historia del Arte podrían suscribir esto como método propio. Y si lo han podido hacer es porque durante décadas, a fuerza de ensayo-error, se pelearon con las armonías, contrastes, proporciones y perspectiva. Y si estás pensando en que en la abstracción esto no cuenta, te aseguro que no es así.

Larsson, El puente, 1912


Crear un cuadro implica un trabajo de preparación previo, ya sea en tu cabeza, en el papel, en la tablet… Es lo que llamamos composición: tener una idea, un objetivo final de un proyecto, y buscar el camino más adecuado para llegar a poder hacerla visible en el lienzo. Por supuesto, en ese trayecto puede haber desviaciones, bifurcaciones, paradas inesperadas, retrocesos… El viaje puede resultar sin sobresaltos o con muchos contratiempos que demoren la llegada al punto final. (¿Y cuándo se llega a la última estación? ¿Cuándo está terminado un cuadro? Una pregunta sin respuesta.)

von Menzel, Meissonier en su atelier de Poissy, 1869


Para pintar usamos pinceles, algún soporte donde pintar, colores, espátula, disolventes, caballetes, paleta…, dependiendo de la técnica, claro. Pero los pintores también nos valemos de otras herramientas para componer de las que se habla poco. No son secretos de taller, pero ahí están.

Bashkirtseff, En el estudio, 1881


Hace un tiempo te conté de la cámara oscura, la cámara lúcida y otros artilugios (puedes verlo aquí). Hoy no tiene mucho sentido usarlas, pues tenemos cámaras fotográficas, móviles y proyectores. Veamos: encuentras un motivo para pintar. Si estás en el taller, en tu casa, o tienes un modelo armado por ti mismo o una foto. ¿Qué haces? Tratas de dibujarlo en tu soporte o simplemente, ubicar las figuras de manera aproximada. Si se te da bien, adelante: a mano alzada, largarse a pintar y corregir después, si corresponde. 


Pero si el motivo es muy complicado
y te encuentras con dificultades, hay ayuditas. Si trabajas a partir de una foto (nada aconsejable; y, si no hay más remedio, siempre de una foto que has sacado tú, no de otros), la puedes proyectar sobre el lienzo y dibujas según esa imagen proyectada. Si no tienes esa posibilidad, tendrás que cuadrar las proporciones del formato de la foto al de tu soporte: lo puedes hacer a ojo o con un escalímetro, cuadrícula o con un compás de proporciones. Éste consta de 2 brazos a los que se le puede regular su abertura según la proporción relativa entre uno y otro. Esto te puede ayudar, pero ten cuidado: provocan deformaciones de las proporciones; no hay nada como confiar en el ojo propio.


Si estás al aire libre,
puedes elegir tu enmarque con la pantalla del móvil. Un poco engorroso, la verdad. Siempre resulta colocar los dedos índice y pulgar de cada mano en ángulo recto y juntarlos formando un rectángulo. Pero lo mejor es tener un “capturador de vistas”: un marco con abertura en forma de rectángulo con el que vas buscando tu motivo. No hace falta comprarlo: puedes recortar un rectángulo en el centro de un cartón negro y listo. Si no quieres trabajar tanto, hay unas cuantas aplicaciones para móvil para este fin, e incluso, con cuadrícula incluida.





Vale, todo esto te puede servir para paisaje, figuras o bodegones. Pero cuando tienes un motivo con arquitectura (léase: muchas líneas paralelas, ángulos rectos y perspectivas), la cosa se complica. Si te das maña y no pretendes ser hiperrealista, basta con pinceladas bien colocadas y punto. Pero si pretendes más detallismo, ay, te las verás en figurillas. Como me pasó a mí con este cuadro: pasé el modelo de perspectiva de rana (de abajo hacia arriba o de sotto in su) a frontal. Ni te imaginas los problemas que surgieron. (Yo me meto en cada lío…)

del Rosso, Mercaderes, 2009




¿Qué hacemos?
En este caso, hay que fijar muy bien el motivo, no te salvas de dibujar. Puedes proyectar la imagen para traspasarla al lienzo, claro. También puedes usar cuadrículas y todo eso de lo que te hablé arriba. Puedes usar regla, regla T, escuadras… Existe algo que se llama paralex: es una regla larga que se fija al tablero de dibujo con unos cordeles y que sirve para transportar líneas paralelas, deslizándola sobre el papel. La usan mucho los arquitectos para sus planos (cuando dibujaban…). En el caso de los cuadros, basta con hacerlo deslizar por el canto del bastidor. Por supuesto, tienes que esperar a que la pintura esté seca para usarlo: imagínate el desastre al correrlo encima del lienzo. Claro que éste es un uso nada ortodoxo del paralex: si eres arquitecto y me estás leyendo ahora mismo, pondrás el grito en el cielo. Tanto las reglas, escuadras, como el paralex hay que limpiarlos muy bien después de cada uso.


Otro elemento que te puede ayudar
es el “transportador de perspectivas”. Es un marco imantado que viene con una barra aparte. Enfocas el marco frente a tu modelo y “copias” con la barra el ángulo de esa línea en perspectiva. Puedes fabricarlo tú también.








¿Y qué hacemos con las líneas curvas? Para transferir este tipo de líneas tienes la flexicurva o los pistoletes. La primera es una regla flexible con la que puedes copiar la curva en cuestión. Los segundos son plantillas con distintos tipos de curvas. (Obviamente, no nos podemos olvidar del compás de toda la vida.)


Para los colores también tienes otros tantos auxiliares. Antes de ponerte a pintar hay que analizar qué colores vas a usar, qué contrastes o qué armonías. Para este tema tenemos las “ruedas de colores, los círculos cromáticos, que te facilitan la tarea. También dispones de aplicaciones para móvil de todo tipo.


Si quieres equilibrar la valorización (te lo expliqué aquí) hay escalas de grises, pero no las veo muy útiles. 




Un instrumento muy antiguo y famoso es el “espejo de Claudio” o “espejo negro”.
¿Oíste hablar alguna vez de él? Se trata de un espejo cóncavo y negro. Claude Lorrain (o Claudio de Lorena) lo utilizaba mucho para bocetar sus paisajes y de ahí el nombre, aunque él no lo inventó. Te pones de espalda al paisaje que quieres pintar, vas buscando la vista que mejor se adecue a tus intereses. Lo que hace el cristal negro es evitar los colores y así puedes ver cuáles son las zonas de luz que se destacan, cuáles son los grises y qué zona ocupan las sombras. Al ser cóncavo, refleja una porción más grande del paisaje. No importa que haya deformaciones: su función es otra. Es algo que hoy no nos sirve de mucho. Se puede comprar, si te interesa, aunque hay una manera más barata: toma un vidrio, de la medida que te guste, y lo pintas de negro por una de sus caras. Tendrás que cubrir con cinta adhesiva los bordes, para no cortarte. De todas maneras, como habrás visto en alguna clase que he dado, para calibrar la valorización, en mi opinión, lo mejor es sacar una foto en blanco y negro del motivo y del cuadro que estás pintando. Así puedes revisar si tu cuadro realmente está equilibrado.

Fischer, Pintando al aire libre, 1889

Para las mezclas de colores puedes usar muestrarios o las paletas mágicas, que te dan una pista de cuáles son los componentes del color al que quieres llegar. Son una ayuda, sin duda, pero es preferible que vayas ensayando tú mismo las mezclas. Para este tema también he encontrado algunas aplicaciones para móvil, pero no me convencen demasiado.

Fragmento de paleta mágica


Me van quedando en el tintero otros tipos de herramientas: para limpiar pinceles, por ejemplo. O para el barnizado. Y si quieres armar tú mismo el bastidor… ése es otro capítulo, más cercano a la carpintería que a la pintura en sí misma.


Monet, En el bosque de Giverny, Blanche Hoschédé con
su caballete y Suzanne, 1887


¿Sabías que los pintores usamos bisturí? Bueno, son unos especiales para artistas, no los del cirujano, no te asustes. Cuando en la tela existe un relieve no deseado (típica cosa que pasa cuando estás pintando encima de otro cuadro que no quieres conservar), lo mejor es acudir a este instrumento. Con él puedes raspar ese resto de pintura molesto sin dañar la tela.

Sargent, Los dibujantes, 1914


¿Te imaginabas semejante batería de herramientas? Un taller de un pintor tiene de todo un poco: es una cocina, una carpintería, una ferretería, un almacén… 


Rusiñol y Casas, Retratándose, 1890


Fuentes: Andrews, M. Landscape and western art. Oxford, Oxford University Press, 1999

Nerdinger, W. Elemente künstlerischer Gestaltung. München, Martin Lurz V., 1986

Notas personales


No hay comentarios :

Publicar un comentario