Manet, El balcón, 1868 |
Manet, Morisot y Gonzalès
Fantin-Latour, Manet, 1867 |
Tú sabes, Manet era un personaje muy particular. De buena familia, de modales elegantes, correctamente vestido en cada ocasión, de fina ironía, inescrutable… Nunca expuso con los impresionistas, a pesar de que participaba de sus ideas y discusiones. Su meta era ser reconocido por las autoridades del Salón oficial: quería renovar la Pintura desde adentro. En ese sentido era revolucionario a su manera: que no lo etiquetaran con los revolucionarios, aunque él era el líder de esa revolución.
Los colegas lo admiraban por su valentía, por sus cuadros irreverentes y políticamente incorrectos. Ya te conté algo de él por aquí, en relación con la defensa que hizo de él Zola; vimos su cuadro “En el invernadero” por aquí y también te conté sobre ese casamiento tan extraño con Suzanne y su supuesto sobrino-ahijado-hijastro-medio hermano o hijo, Léon, por aquí. Toda su vida está llena de huecos que no podemos llenar. No dejó escritos, sólo existen algunas cartas (como ésa de cuando se topó con los Velázquez en el Prado, lo vimos aquí).
Manet, Corrida de toros, 1865 |
Manet, El reposo, 1868 |
Si tenía una personalidad que se imponía sin avasallar, como un caballero, en el círculo de los artistas, imagínate con las mujeres. El decoro y las convenciones del París del sg. XIX reglaban las relaciones entre hombres y mujeres de manera muy detallada y más cuando se trataba de personas de cierto nivel social. Por ejemplo, una mujer no podía presentarse a sí misma a un hombre desconocido: debía ser presentada por otra persona. Y siempre debía ir acompañada, para no encontrarse a solas con hombres, salvo que fueran de su propia familia, claro. Tampoco podían ir a cafés o al teatro solas.
En nuestra historia aparecen 2 mujeres que tuvieron que ver mucho con
Manet. Por un lado, Berthe Morisot, una de las pintoras del grupo de los
impresionistas (te conté de ella por aquí). Había empezado a pintar como todas,
como una actividad de señorita de clase alta, y a la que se suponía que, al
casarse, debía abandonar. Berthe comenzó a estudiar con su hermana Edma, su
compañera inseparable. Iba a copiar cuadros al Louvre, junto con su madre, y
fue allí donde conoció a Manet en 1867, gracias a Fantin-Latour (lo vimos por aquí). Las familias ya se conocían de antes, pero las chicas nunca se habían
visto con Édouard, que era 9 años mayor que Berthe. Manet ya era conocido por
el escándalo que produjo su Almuerzo sobre la hierba y su Olimpia
y era un hombre casado.
Morisot, El puerto de Lorient, 1869 |
Berthe tenía 26 años; su hermana se casó al año siguiente y dejó de pintar.
Pero Berthe no quería ese futuro para ella; entendía que debía casarse pero no
quería abandonar la Pintura. Su madre hacía tertulias los jueves, en las que
participaban intelectuales y artistas: era la única manera que esas chicas
pudieran estar al tanto de las discusiones del momento.
Morisot, El espejo, 1876 |
Sintió una atracción muy fuerte hacia Manet, como todas, me imagino. No
podía dejar traslucir sus sentimientos, ya que él era un hombre casado y no
correspondía. Era una chica inteligente, con mirada vivaz y unos ojazos negros
bellísimos. Él le pidió que posara para su cuadro “El balcón”, inspirado en
Goya. Ella dijo inmediatamente que sí; quería conocer de cerca cómo pintaba el
artista. Por supuesto, posó siempre acompañada por su madre. Ése fue el primer
retrato que él pintó de ella… y siguieron muchos más.
Manet, Berthe Morisot con ramo de violetas, 1872 |
La vocación de Berthe era dedicarse a la Pintura, pero a la vez se sentía muy insegura, sin una buena formación. Manet, Renoir, la aconsejaban, pero con cierta compasión o displicencia. Monet y Pissarro la apreciaban muchísimo. Y Manet también la consideraba una gran pintora, pero no se lo decía. Se exigía a sí misma muchísimo, criticaba sin piedad a sus propios cuadros.
En 1869 aparece Eva Gonzalès en escena. Era también de clase alta, de padre
español y madre belga, educada con los mejores maestros… y muy jovencita: tenía
20 años. Había estado estudiando con otros maestros, pero, cuando conoció a
Manet en una tertulia, pidió permiso a su padre para poder tomar clases con él.
Manet no daba clases; ella fue su única alumna. ¿Por qué la aceptó? Parece ser
que Eva supo sacar partido de sus encantos femeninos, expresándole su
admiración y haciendo valer su ascendencia española, ante un Manet que adoraba
el arte español.
Gonzalès, Despertar por la mañana, 1886 |
Eva seguía los consejos de su profesor muy responsablemente. Evitó exponer
con los impresionistas y, como él, presentaba cuadros en el Salón. A pesar de
eso, se la considera una de las pintoras del Impresionismo.
Gonzalès, Al borde de mar, s.f. |
Eva la irritaba, le dice Berthe a su hermana Edma, y no sabe por qué. Sin
duda, Manet la sobrevalora; ellas tienen tanto talento como su rival. En una
carta, más tarde, Berthe le cuenta que Manet elogió sus cuadros, o sea, parece
que soy mejor que Mlle. Gonzalès. Así estábamos.
Manet, Eva Gonzalès, 1870 |
En 1869 Manet hizo el retrato de Eva, casi a la par de los de Berthe, quien nos cuenta los problemas que le surgían al pintor con este cuadro. No lograba encontrar el gesto del rostro de la joven, que lo borró unas 40 veces. Raro que le costara tanto pintar un rostro… ¿No encontraba la perfecta manera de representarla? ¿O era la excusa para verla más seguido y que no dejara de venir a su taller?
A pesar de todas las críticas, cuando Berthe vio el cuadro terminado,
comentó que era lo mejor que había hecho su amigo, por la sutileza de los tonos
(aunque consideraba que la ejecución del rostro era bien débil).
Manet tenía la costumbre de casar a las mujeres que lo rodeaban con sus
amigos. A Berthe le tocó su hermano Eugène. Su madre estaba preocupada porque
pasaban los años y su hija no encontraba marido. No era cosa fácil: chica con
ambiciones intelectuales, con la firme convicción de no dejar de pintar, y no
cualquier hombre iba a aceptar un caso así. Pero Eugène era otra cosa: un buen
hombre, que aceptaba que su esposa pintara, de buena familia... De esa unión
nació Julie, de quien te hablé por aquí y por aquí.
Morisot, Eugène Manet con Julie en Bougival, 1882 |
Eva Gonzalès estaba siempre presente por ahí. Berthe no la tragaba, quizás
por los constantes elogios de Édouard. En una de sus cartas le cuenta a su
hermana al pasar que Mlle. Gonzalès se fue a Madrid a tener el hijo de Manet;
supuestamente, ese niño fue entregado a unas monjas. (Siempre se cuenta esta
historia, pero no encontré la carta en cuestión.) Aparentemente, el pintor
nunca se enteró de la existencia de este niño. En el libro de Herring-Capron
aparece citada una frase de una carta de Manet a Eva (no encontré el texto
entero) en la época en que estaba defendiendo París de la invasión alemana
(1870):
“…de todas las privaciones que el asedio nos está infligiendo, la de no verla
más es una de las más difíciles de soportar.” [4]
¿Es pura galantería o había algo más? Evidentemente, era algo más que una
relación profesor-alumna.
Gonzalès, Un palco en Les Italiennes, 1874 |
Como era su costumbre, el casamentero Manet le presentó a Eva a su amigo
Guérard en 1879. Manet fue el padrino de la boda. Ella siguió pintando y
encontró su propio estilo.
Manet ya estaba muy enfermo y murió en 1883. Eva estaba haciendo reposo, en
los últimos días de su embarazo, y se lamentó de no poder ir al funeral de su
amigo, consejero y profesor. Cinco días después nació su hijo y, mientras tejía
una corona de flores para la tumba de Manet, murió a causa de una embolia como
consecuencia del parto, con sólo 34 años.
Morisot, Madre y hermana de la artista, 1869 |
Berthe y Eugène, su marido, visitaron al padre de Eva para consolarlo ante
la muerte de su hija, mientras ellos mismos lloraban la desaparición de
Édouard.
Eva Gonzalès tuvo una carrera muy corta como pintora. Supo abrirse paso en
el ambiente artístico como pudo, con armas de mujer, quizás. Dos pintoras
impresionistas lidiando con Manet, el dandy. ¿Conoceremos alguna vez la
verdadera historia?
Fuentes: Herring,
S.-Capron, E. Discover Manet & Eva Gonzalès. London, National
Gallery, 2022
Higonnet, A. Berthe Morisot. Berkeley, Univ. of California Press,
1990
Rouart, D. Berthe Morisot: The correspondence. London, Moyer Bell,
1987
Smee, S. El arte de la rivalidad. Barcelona, Taurus, 2017
No hay comentarios :
Publicar un comentario