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jueves, 26 de enero de 2023

Tantos años de amistad para terminar así...

 

Cézanne, Flores en un jarrón, 1885


Cézanne y Zola

Manet, Retrato de Zola, 1868


Alguna vez te hablé de Émile Zola.
Fue un defensor a capa y espada de Manet y de la nueva Pintura (te lo conté por aquí). Con el tiempo se fue desencantando, pues consideraba que estos artistas habían perdido el rumbo. Todas esas esperanzas de cambiar la Historia del Arte, esa visión que Zola había tenido, se fue derrumbando de a poco. Cada uno de los impresionistas fue buscando su propio camino: 8 exposiciones fueron muchas y la vida los llevó por viajes diferentes.

¿Cuál era la crítica? Al pintar el instante fugaz y los efectos de luz se producía una descomposición de la forma de los objetos. El resultado es muy rudimentario en su acabado: ese minuto en la naturaleza requiere más de un minuto para ser representado y, en la rapidez de la ejecución, se pierde solidez. Dan la sensación de impotencia y falta de profesionalidad. La facilidad y la espontaneidad finalmente provocan una chapuza. Cézanne también veía estos problemas.

Cézanne, La montaña de Sta. Victoria, 1886


Había sido amigo de la infancia de Cézanne, como te conté por aquí. Habían compartido colegio, amigos, la experiencia de caer en París desde la provincia y tener que abrirse paso con pocas armas. Zola eligió la literatura y el periodismo y buscaba hacerse un nombre. Cézanne lo presentó al grupo de los impresionistas. Cézanne no soportaba el ambiente de París con su burguesía hipócrita. Llegó a exponer con el grupo, pero pronto entendió que él debía encontrar una solución a los defectos de la nueva Pintura. Se aisló en la Provenza, mientras su mujer y su hijo vivían en París.

Cézanne, Paul Alexis leyéndole un manuscrito a Zola, 1870


Zola tenía un plan, un plan de 20 novelas en torno a una familia imaginaria, los Rougon-Macquart y, a través de su historia, pinta como nadie a la sociedad del momento. Él era el representante más notorio de lo que se llamó el “naturalismo”, es decir, el realismo crudo, sin vueltas, donde los personajes son analizados según su extracción y contexto social, casi como en una disección psicológica.

La número 14, a la que tituló “La obra”, apareció en 1885 en entregas en el periódico y fue publicada como libro en 1886. Y trajo muchísimos problemas. Zola no era de callarse la boca ni de evitar los escándalos: le convenían.

“La obra” trata de un pintor llamado Claude Lantier, nacido en la provincia. Su gran amigo es un novelista, Pierre Sandoz, que planea una serie de novelas sobre una familia. Lantier busca renovar la Pintura a través de una obra maestra: quiere llegar al Olimpo de los artistas con ella. Esa pintura se llama “Al aire libre” y representa a una mujer desnuda en el centro, dos en el fondo y un hombre vestido. Para poder concentrarse en su proyecto y tratando de bajar costos y poder mantener a su familia, se va a vivir a la provincia.

Manet, Almuerzo en la hierba, 1863


Se dedica a pintar al aire libre, con técnica impresionista, y comparte sus ideas con un grupo de colegas y amigos. A pesar de su genialidad, no logra crear esa obra maestra tan ansiada y cae en una depresión profunda. Su cuadro es rechazado por escandaloso. Incapaz de lograr su objetivo y sumido en la desesperación, termina suicidándose frente a su obra inconclusa.

Monet, Almiares en Giverny, Verano tardío, 1891



Esto, a grandes rasgos, es el argumento de la novela tan polémica de Zola. Como verás, Sandoz tiene detalles autobiográficos. El personaje de Lantier es una mezcla de Manet, con el escándalo de su Almuerzo sobre la hierba, y a quien Zola tanto defendió; de Cézanne, el pintor incomprendido, que se va a vivir a la Provenza; de Monet, como líder del grupo.  Así está documentado en las numerosas notas que había tomado al proyectar su escrito.

Manet había muerto hacía 2 años. Si se hubiese sentido aludido, quién sabe cómo habría reaccionado. Probablemente, retándolo a duelo o exigiéndole que se retracte en el periódico. O no.

Pero el resto de los impresionistas sí acusaron el golpe. Zola le mandó el libro a Monet, como hacía siempre que publicaba algo, y éste le escribió la siguiente carta (muy diplomáticamente):

Monet, En el bosque de Giverny. Blanche Hoschedé con su
caballete y Suzanne Hoschedé, 1887



“Giverny, 5 de abril de 1886

Mi querido Zola,

Ha tenido la amabilidad de enviarme La Obra. Le estoy muy agradecido. Siempre es para mí un gran placer leer sus libros y éste me interesaba doblemente, puesto que plantea cuestiones de arte por las que luchamos desde hace tiempo. Acabo de leerlo y todavía estoy confuso, y algo preocupado, se lo confieso.

Ha tenido usted cuidado, intencionadamente, de que ni uno solo de sus personajes se pareciese a ninguno de nosotros, pero a pesar de todo temo que en la prensa y entre el público nuestros enemigos pronuncien los nombres de Manet o al menos los nuestros como si fuéramos fracasados, lo que no era su intención, estoy seguro de ello.

Perdóneme que le diga esto. No es una crítica; he leído La Obra con sumo placer, hallando recuerdos en cada página. Por lo demás ya conoce mi entusiasta admiración por su talento. Pero lucho desde hace mucho tiempo y temo que llegado el momento, los enemigos utilicen su libro para aplastarnos.

Disculpe esta larga carta, salude a la señora Zola de mi parte; y gracias una vez más.

Suyo afectísimo,

Claude Monet”


Monet, Tempestad en la Belle Île, 1886


Monet está preocupado. Evidentemente ha reconocido rasgos suyos y de Manet en Lantier. El 10 de abril le escribe a Pissarro y, entre otras cosas, le pregunta si había leído el libro de Zola. Le dice que tiene miedo de que esto pueda perjudicarlos, “con este tipo de cosas se hacen buenos negocios”.



Cézanne, Mme. Cézanne con
sombrero verde, 1892

Pero lo peor fue la reacción de Cézanne
, su amigo de la infancia. Cézanne entendió que Lantier era él: pintor de provincia, llegado a París, que vuelve a su pueblo, un fracasado al que le rechazan las obras en los salones, con ideas renovadoras, pero que, incluso esforzándose, no logra nada. Zola sentía que su amigo no tenía el empuje necesario para triunfar. Él lo había logrado, había conquistado París, se había hecho un nombre, aunque, la verdad, a fuerza de provocar escándalos. Zola vivía en un palacio, como nuevo rico, que daba cuenta de su ascenso social. Por otro lado, Cézanne constantemente le pedía dinero prestado; se las veía en figurillas para mantener a su mujer y a su hijo, quienes, según él, una quería vivir con lujos y el otro era un vago. Cézanne nunca devolvía el dinero prestado, ni siquiera cuando heredó tierras al morir su padre. No se sabe si Zola estaba cansado de esta situación, si quiso poner distancia, si se vengó… El resultado es que Cézanne interpretó que estaba hablando de él.


Desde la Gardanne, el 4 de abril de 1886 le escribe:

“Mi querido Émile!

Acabo de recibir La Obra, que me has enviado tan amablemente. Agradezco al autor de Rougon-Macquart, por esta buena prueba de su recuerdo y le pido que me permita estrechar su mano en recuerdo de los años pasados.

Todo tuyo bajo el impulso de los tiempos pasados.

Paul Cézanne

En Gardanne, Arrondissement d’Aix”

Cézanne, Gardanne, 1886

 

Cézanne ha sido correcto y amable. La carta tiene un tono formal, muy diferente a la confianza y complicidad que demostraba en todas las anteriores. Y es la última que le escribe. Una amistad de tantos años, rota por un malentendido. ¿O un sin querer queriendo? Cézanne percibió que su amigo no comprendió sus esfuerzos ni lo que estaba haciendo y prefería exponerlo al escarnio del público sin matices. La verdad era que Lantier no sólo tenía rasgos suyos, sino también de Manet y de Monet y de muchos otros. Monet tenía razón.

Esto tiró por tierra a una amistad de más de 30 años. Nunca más volvieron a tener contacto.

Cézanne, Retrato del hijo del artista, 1885


¿Por qué Zola no tuvo reparos en representar así a su protagonista? ¿No le importaba nada, con tal de alcanzar el éxito con su novela? ¿O realmente estaba desilusionado de esos jóvenes prometedores?

Después vino el caso Dreyfus (te lo conté por aquí); Zola salió en defensa de éste con su “Yo acuso”, corriendo peligro y recibiendo amenazas. Tuvo que exiliarse a Londres. En 1902 muere de manera muy sospechosa, asfixiado por una obstrucción en la chimenea de su casa.

Groux, Zola ultrajado, 1898


 

Fuentes: Biele-Wrunsch, M. Die Künstlerfreundschaft zwischen Édouard Manet und Émile Zola.

Berlin, Driesen V., 2009

Cézanne, P. Briefe. Zürich, Diogenes V., 1962

Düchting, H. Paul Cézanne. Köln, Taschen, 1993

Monet, C. Los años de Giverny: Correspondencia. Madrid, Turner, 2010

Zola, La Obra. Barcelona, Penguin, 2015

Traducción: C. del Rosso


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