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jueves, 26 de noviembre de 2020

El caso Dreyfus y los impresionistas



Valloton, En familia: El grito de París, 1898
(aguafuerte)

Quizás hayas oído hablar del caso Dreyfus, quizás no.
Se trata de una acusación falsa de traición a la patria de un inocente, que casualmente era judío, y que desató en la sociedad francesa una serie de controversias, disturbios y división.

Se ha escrito muchísimo acerca de esto y no voy a entrar en detalles. Sólo para ubicarnos en lo que pasó, te hago un pequeño resumen a continuación:












Francia había sido derrotada en la Guerra Franco-Prusiana (1870-71): eso fue un duro golpe para el orgullo francés. Siguieron años de espionaje y contraespionaje entre los 2 países, impulsando la carrera armamentista. Paralelamente, existía un profundo malestar con los judíos: constituían una gran comunidad, especialmente en las colonias del norte de África; estaban perfectamente integrados, hasta tal punto que muchos formaban parte del Ejército francés. Esto producía resquemores entre los antisemitas.

"Bordereau", 13 de julio 1894
Desaparecido en 1940

En el marco de la guerra de espías,
una “señora de la limpieza” (una agente) descubre un memorándum en una papelera de la embajada de Alemania, partido en 6 trozos, en el que se revela que alguien está transfiriendo datos sensibles de Francia (1894). Se pone en la mira la figura de Alfred Dreyfus, militar, de familia muy adinerada y judío. Se lo inculpa directamente, sin tener muchas pruebas: no se puede probar que la caligrafía de la carta sea la suya. Lo juzga un tribunal militar, sin tener pruebas suficientes, y lo encarcelan en la temida cárcel de la Isla del Diablo, en la Guayana Francesa.















Alfred Dreyfus

Mientras tanto, en Francia,
y sin él enterarse de nada, su familia comienza a buscar su liberación. El nuevo jefe del servicio secreto, Picquart, cae en la cuenta de que en realidad el doble agente es un militar húngaro, lleno de deudas y poco confiable, Esterhazy. Picquart lo comunica a sus superiores, pero éstos no quieren reconocer los errores jurídicos que se cometieron en el juicio a Dreyfus, y lo sacan del medio, mandándolo a África. Esterhazy es absuelto de toda culpa.










Manet, Retrato de Zola, 1868

En enero de 1898 aparece en escena Émile Zola
(de quien hablamos por aquí): con todas las pruebas en la mano, escribe un artículo en primera plana del diario “L’Aurore”, titulado “Yo acuso”. En primera plana muestra todos los detalles de lo que ha pasado para que la opinión pública supiera lo que ha pasado. Zola era perfectamente consciente del riesgo que corría. Pero no quería callar y ser cómplice: el periodista se debe a la verdad. Fue una verdadera bomba noticiosa: esa mañana llegaron a vender 300000 ejemplares. Zola terminó siendo juzgado por difamación, se exilió a Inglaterra para no cumplir la condena. Al tiempo volvió y murió en circunstancias muy extrañas (murió intoxicado por el mal tiraje de la chimenea).






"Yo acuso", 13 enero 1898

Tres días después del “Yo acuso”
un grupo de intelectuales presentan una carta en Le Temps, con 1482 firmas, apoyando a Zola y solicitando la revisión del juicio a Dreyfus. Entre los firmantes se encontraban Anatole France, Félix Féneon, Marcel Proust, Claude Monet, Émile Durkheim, Jules Renard, Camille Pissarro…  (Como verás, aquí ya van apareciendo nuestros amigos artistas.)









Ante la presión de la opinión pública y las revueltas antisemitas, se reabrió el caso y se volvió a condenar a Dreyfus, esta vez con pruebas fabricadas a propósito para tapar los errores y responsabilidades del Estado Mayor en el juicio anterior. Para no alargarme demasiado, Esterhazy confesó; vivió en el exilio protegido por sus superiores.

La rehabilitación de Dreyfus se da finalmente en 1906 y se lo reintegra al Ejército con el grado de Comandante.

Groux, Zola ultrajado, 1898



El “Yo acuso” puso el “Caso” (affaire) en boca de todos. Dividió a la sociedad en dreyfusistas y antidreyfusistas. No se hablaba de otra cosa. Entre los que estaban a favor del militar condenado estaban los que te mencioné más arriba. En su contra, encontrarás a Paul Valéry, Jules Verne, Edgar Degas, Cézanne, Henri Rouart… Algunos, ante la evidencia, cambiaron de opinión y se convirtieron en defensores de Dreyfus, como Clemenceau o Jean Jaurès.

Fantin-Latour, Un estudio en Batignolles, 1870



Los pintores impresionistas, como ves, también participaron en la polémica y ésta dividió al grupo. En particular, porque entre ellos estaba Camille Pissarro, de familia judía. Nunca había sido cuestionado por sus colegas en este sentido hasta ese momento. De hecho, Pissarro no se identificaba a sí mismo como tal, y, además, estaba casado con una mujer católica (con quien sólo se pudo casar cuando murió su padre).  Pero ante el señalamiento y discriminación por parte de algunos de sus colegas, su sentimiento a sus raíces judías se agudizó. Su apoyo a Dreyfus no se debe sólo por solidaridad, sino también por sus ideas políticas (era socialista) y por su afán por la verdad y la justicia. En sus cartas, a su hijo Lucien, que en ese momento estaba dirigiendo su imprenta en Inglaterra, le comenta los disturbios callejeros; incluso, una vez lo rodearon unos manifestantes promovidos por el gobierno y que vociferaban “¡Abajo Zola!”, pero, según él, no se dieron cuenta de que él era judío. Mientras tanto, él está pintando desde su ventana en Montmartre (lo vimos aquí).


Degas, Bailarinas en la barra,
1900, pastel


Degas se convirtió en un antisemita furioso e intransigente. Y eso que había sido muy amigo de Pissarro. Se distanció de todos los que apoyaban a Dreyfus. En sus cartas no toca el tema, aunque cuando habla de los judíos los llama “esa abominable raza judía”. Hasta tal punto llega su beligerancia que, cuando Mallarmé le pide que haga un dibujo para uno de sus libros, se niega a hacerlo porque el poeta está del otro bando.
Cézanne también se distanció de Pissarro. Habían pintado juntos mucho tiempo.









Morisot, Julie soñadora, 1894

De Renoir tenemos muchos testimonios acerca de su posición frente al affaire.
Nos lo cuenta Julie Manet en su diario (lo vimos aquí) y también Jean Renoir en la biografía de su padre. Julie admiraba a Renoir; la había visto crecer y se había apoyado en él desde la muerte de su madre, Berthe Morisot. Ella también es testigo de este caso. No sabe muy bien qué opinar; lee el periódico y presta atención a las conversaciones de sus ilustres invitados.










En sus cenas no se habla de otra cosa y siente hartazgo. Renoir le dice que los judíos son unos cobardes que sólo vienen a Francia a ganar dinero y que se esconden detrás de un árbol cuando hay que hacer la guerra y que, si están en el ejército, es porque les gusta llevar uniforme. Que Pissarro es “ese judío”, que, aunque su esposa no lo es, sus hijos lo son más que su padre. Y así, Julie cita una y otra vez lo que opina Renoir sobre este tema y de su antiguo amigo. Evidentemente, el artista tiene mucha influencia sobre ella.

Ella siente que condenar a un inocente es algo terrible, aunque está convencida de que es culpable. Llegó a donar 6 francos para que los judíos fuesen enviados de nuevo a Jerusalén.

Renoir, La familia del artista,1896

Jean Renoir presenta la situación más edulcorada.
Dice que su padre buscaba siempre una posición intermedia, que decía que él trataba sólo de ser francés y que no quería ser parte de extremismos como los de Degas y los de Pissarro. Renoir no había querido participar en una exposición en la que estaban Gauguin y Pissarro: su hijo dice que no quiso hacerlo porque consideraba que la pintura de Gauguin era mala. Pero sabemos que Degas le había preguntado expresamente si iba a participar y que Renoir le dijo que no pensaba exponer junto a esa banda de socialistas y judíos…








¿A quién creerle? Quizás Renoir no quiso dar una mala imagen a su hijo, o bien, Jean suaviza las opiniones de su padre o quizás no supo sopesarlas en ese momento. Julie recibía a los artistas en su salón de los jueves (continuando la tradición de su madre) y fue testigo directo de esas conversaciones. Las describe en su diario, para sí misma; no tenía intención de publicarlo.

Monet, sin embargo, defendió a Pissarro siempre. Se hizo eco del “Yo acuso” de Zola, a quien defendió incluso post-mortem.

Monet, Acantilados en Dieppe, 1897

Toulouse-Lautrec se mantuvo imparcial, a pesar de que su familia era totalmente antidreyfusista. Cuando le pedían ilustraciones para periódicos de uno u otro bando, contestaba que no aceptaba encargos que implicaran una polémica política. Sus amigos apreciaron esta actitud y mantuvo la relación con todos.

Toulouse-Lautrec, Cadena de bicicletas Simpson, 1897


Gèrôme, La verdad saliendo del
pozo, 1896

Y, entre los artistas académicos,
los no impresionistas, también hubo controversia. Gèrôme pintó este cuadro “La verdad saliendo del pozo”: se cree que es una alusión velada al affaire, aunque él lo relacionó con la realidad fidedigna que muestra la reciente invención de la fotografía. ¿Cuál será la verdad?













 
 
Fuentes: Guérin, M. Degas Letters. Oxford, Bruno Cassirer, 1947
Manet, J. Das Tagebuch der Julie Manet, Munich, Goldmann Verlag, 1990
Monet, C. Los años de Giverny: Correspondencia. Madrid, Turner, 2010
Pissarro. Cartas, 1883-1903. Madrid, Lamicro, 2013
Renoir, J. Renoir, mi padre. Barcelona, Alba ed., 2007
Toulouse-Lautrec, H. Die Briefe von Henri de Toulouse-Lautrec. München, Metamorphosis V., 1992
 
 

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