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jueves, 11 de enero de 2024

La otra versión de los hechos

 

Van Gogh, Autorretrato con oreja vendada y pipa, 1889


La oreja de van Gogh según Gauguin

El pintor loco. El de los girasoles. El de las nubes y estrellas como espirales. El loco. Sólo un loco podía pintar así. Esos colores tan estridentes. ¿A quién se le ocurre? Seguro que estaba mal de la cabeza.

Van Gogh, 14 girasoles en un 
jarrón, 1888

No te espantes. Esto lo he oído muchas veces
. Van Gogh, el loco.

Ha pasado mucha agua bajo los puentes desde entonces. Van Gogh se suicidó (o lo mataron: te lo conté por aquí) en 1890, hace más de 100 años. Por suerte, la medicina ha avanzado muchísimo en diagnóstico y tratamiento de las enfermedades mentales y hoy nos cuidamos mucho de hablar así sobre estos casos (aunque todavía hay cierta gente que sigue diciendo lo de más arriba).

Van Gogh en uno de sus ataques se cortó una oreja, después de discutir con Gauguin.

Van Gogh admiraba a Gauguin. Lo consideraba su maestro, aunque tenía sus propias ideas sobre el arte. Anhelaba armar una colonia de artistas en Arlès, en la casa amarilla que había alquilado (te la mostré por aquí). Cuando finalmente Gauguin aceptó la invitación, después de dar muchas vueltas, Vincent estaba exultante. Se empeñó en decorar la casa para recibir a su amigo. Pintó los girasoles, la habitación… Sin embargo, Gauguin no estaba tan convencido del proyecto y sólo aceptó porque iban a compartir gastos. Además, Thèo, el hermano de Vincent, era su marchante: no le convenía quedar mal con él.

Van Gogh, La habitación, 1889


La convivencia era imposible. Van Gogh se tomaba a pecho cualquier comentario que tuviera que ver con la pintura, teoría de color o arte. Las discusiones eran interminables y Gauguin sólo quería desayunar tranquilo y hacer su vida. El 24 de diciembre de 1888 discuten, Gauguin no aguanta más y se marcha de la casa hacia el hotel del pueblo. Van Gogh, a eso de las 21 hs., lo persigue con una navaja en la mano, pero se da cuenta de lo que va a hacer y regresa a la casa. Para Gauguin ése fue el indicio cierto de que su colega está “chalado” y se va del lugar. Ya en la casa, van Gogh se corta la oreja izquierda, la mete en una caja y se la deja a Raquel, la prostituta del pueblo. Lo encuentran al día siguiente en su cama, bañado en sangre. La policía interviene y finalmente Vincent es llevado al hospital. Cuando le dan de alta, pinta su autorretrato con la cabeza vendada: van Gogh se sentirá avergonzado toda la vida por este suceso.

Van Gogh, La casa amarilla, 1889


Esta historia seguramente la habrás oído mil veces. La historia oficial, los hechos.

Pero, ¿cuál fue la versión de Gauguin? El estuvo allí.

¿Quién era Gauguin? Si te lo tengo que resumir en pocas palabras y, según mi opinión, era un personaje autorreferente, fabulador, capaz de crear historias que lo encumbraran como un personaje exótico. Hoy diríamos que era una estrategia de marketing, storytelling del bueno. Claro que esas historias había que refrendarlas con hechos y qué mejor que huir hacia el Pacífico Sur y crear su propia leyenda de artista inconformista, que escapó de la civilización y terminó en el paraíso de los tahitianos. Que no lo era tal, pero, bueno, que los franceses de París no se enteraran. ¿Le fue bien? Sí, logró sus objetivos, pero ¿a qué precio?

Gauguin, Van Gogh pintando los girasoles, 1888



Sea como sea, Gauguin es el otro protagonista
de la historia de la oreja de van Gogh. En 1894 se decidió a contar su parte de la historia. ¿A modo de disculpa? ¿Sentimiento de culpa? Sólo ellos 2 sabían qué pasó realmente ese día.


Gauguin, Autorretrato con Crucifixión, 1889

Había ido a Arlès, después de muchas dudas; aceptó porque estaba Théo en el medio. Le habían prometido dirigir el “Taller del Midi”, una asociación de artistas, casi como de “Socorros mutuos”. Su impresión del pueblo no fue buena: se sentía fuera de su ámbito, no le gustaban las arlesianas y los arlesianos le parecían muy toscos. Se metieron de lleno en el trabajo

“Se fraguaba una especie de lucha entre dos seres, él y yo, uno, todo un volcán y el otro hirviendo también, pero por dentro.”

Gauguin, En el café, 1888


La casa era un desorden y eso lo molestaba, había tubos de óleo por todas partes. Y la cabeza de van Gogh también era un desorden. Gauguin no podía entender cómo admiraba a Meissonier y detestaba a Ingres; Degas no le caía bien (bueno, eso le pasaba a muchos) y Cézanne, era un cuentero.

“Uno de sus motivos de cólera era verse obligado a reconocer en mí una gran inteligencia, pese a tener la frente demasiado pequeña, signo de imbecilidad. En medio de todo esto, una gran ternura, o más bien el altruismo del Evangelio.”

(Para que tomes nota de cómo era este personaje…)

Gauguin, Autorretrato, 1888


El desorden continuaba en las finanzas. Tenían una caja común, que, por supuesto, era alimentada por Théo. Gauguin impuso su orden, recortó gastos y hasta se puso a cocinar para no tener que comer en el restaurante.

“Aunque el público lo dude, dos hombres hicimos allá un trabajo colosal, útil para ambos.”

Y sigue:

“Emprendí la tarea de enseñarle, lo cual me resultó fácil ya que encontré un terreno rico y fecundo. (…) Desde ese día, Van Gogh empezó a progresar; parecía entrever todo lo que había en él (…) Van Gogh, sin perder un ápice de originalidad, encontró en mí una enseñanza provechosa. Y me lo agradecía todos los días.”

“Cuando llegué a Arlès Vincent se buscaba a sí mismo, mientras que yo, un hombre mucho más viejo, ya estaba formado. Le debo algo a Vincent y es, con la conciencia de haberle sido útil, la afirmación de mis ideas pictóricas anteriores y, además, en los momentos difíciles, recordar que siempre hay alguien más desgraciado que uno mismo.”

Creo que no necesitas que te comente esto, ¿no? (Gauguin tenía en ese momento 40 años, Van Gogh, 35)

Gauguin, Bonjour, monsieur
Gauguin, 1889

Gauguin
sigue contando pequeños sucesos de la vida diaria
para dar cuenta de la inestabilidad de Vincent y que derivó en la tragedia posterior. Vincent por las noches se levantaba a ver si Gauguin dormía, lo despertaba y se volvía a su cama. Tenía comportamientos extraños, como arrojarle así como así un vaso de ajenjo por la cabeza. A la mañana siguiente, Van Gogh se disculpó. Y Gauguin no tuvo mejor idea que decirle esto:

“-Te perdono de todo corazón, pero la escena de ayer podría producirse de nuevo y, si me hubieras golpeado, podría no haber sido dueño de mí mismo y estrangularte. Permite, pues, que escriba a tu hermano para anunciarle mi regreso.”

Ese fue el detonante. El sueño de Vincent se hacía trizas y todo por su culpa.




Cuenta Gauguin que salió a tomar aire después de cenar. Había cruzado ya la plaza, cuando oyó detrás de él un andar muy conocido. Se da vuelta justo en el momento en el que Van Gogh se le tira encima con una navaja. Gauguin lo miró, Vincent se detuvo y se fue corriendo a la casa.

“¿Quizás me sentí débil, flojo, en aquel momento y debía haberle desarmado y tratar de calmarlo? He interrogado mi conciencia con frecuencia y no me hice ningún reproche.”

Van Gogh, La arlesiana, 1888

Gauguin
se fue a dormir a un hotel,
aunque apenas pudo conciliar el sueño. A la mañana siguiente en la plaza había gran cantidad de gente junto con la policía. Según Gauguin, después del altercado de la noche, van Gogh volvió a la casa y se cortó la oreja con la navaja con la que lo había atacado. En la casa había rastros de sangre por todas partes. Cuando pudo salir, fue hacia la casa de una “conocida” y le dejó la oreja en un sobre. “Tenga un recuerdo mío", y volvió a la casa.

Gauguin se acercó y el policía le preguntó qué le había hecho a su amigo, pues estaba muerto. Todos lo miraban culpándolo. Subieron juntos a verlo: Vincent estaba enrollado en sus sábanas, durmiendo. Gauguin le dijo al policía:

-“Señor, haga el favor de despertar a este hombre con mucho cuidado y, si pregunta por mí, dígale que he salido para París; si me viera podría resultar funesto para él.”

Vaya amigo…

Vincent preguntó al despertar por él, pidió su pipa y la caja con el dinero que juntaban los dos. Desconfió de su amigo. Al menos no se llevó la plata.

Lo llevaron al hospital.

“El resto lo sabe la gente… y sería inútil hablar de ello, salvo del extremo sufrimiento de un hombre, que, recluido en un manicomio, ve cómo, a intervalos mensuales, recobra la razón lo bastante como para comprender su estado y pintar con rabia los cuadros admirables que conocemos.”

Van Gogh, La silla, 1888

Gauguin
sabía que Van Gogh era un grande.
¿Envidia? ¿Celos?

Gauguin dejó de cartearse con Van Gogh. Sus planes eran otros. Se enteró mucho después de lo que había pasado con su amigo.

“Se disparó un tiro en el vientre con una pistola y murió, unas horas después, acostado en su cama y fumando una pipa, con plena lucidez de espíritu, sintiendo amor por su arte y sin odio hacia los demás.”

Si lees el artículo en el que te cuento cómo murió Vincent (puedes verlo aquí), verás que no fue tan así. Él hacía rato que no tenía nada que ver con Vincent. Se enteró de su muerte un mes después, estando en Francia: le pregunta a Bernard en la postdata de su carta si sabe qué le pasó a Van Gogh. En la siguiente, se lamenta de su muerte y le menciona que se alegra de que Bernard haya podido estar en el funeral. Gauguin estaba a casi 800 km, en la Bretaña. ¿Hubiese querido estar ahí o fue sólo un comentario por compromiso?

Van Gogh, La silla de Gauguin, 1888

Pero, ¿por qué se larga a escribir todo esto 4 años después? En 1894 estaba en París; había vuelto de la Polinesia por una temporada. ¿Se sube al carro de la creciente fama de su amigo muerto? ¿No le alcanzaba con los constantes homenajes que recibía en París?

No lo sé. Creo que, si bien Van Gogh estaba enfermo, el alma de Gauguin también estaba enferma, de alguna manera.






Fuentes: Gauguin, P. Escritos de un salvaje. Madrid, Akal, 2008

Gauguin, P. Letters to his wife and Friends. Boston, MFA Publications, 2003

Naifeh, St.- White Smith, G. Van Gogh. La vida. Madrid, Taurus, 2012 

 

Te conté más sobre Gauguin en:

 "Usted es un hombre civilizado"

"Yo soy un salvaje"

Una postal desde la Polinesia

Fuga hacia la libertad

 

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