Courbet, Marina, 1865 |
lo tienes que cuidar mucho
Cabanel, Alfred Bruyas, 1846 |
Realmente Courbet tuvo mucha suerte: Alfred Bruyas se convirtió en su protector y mecenas. No lo era sólo de él, claro: tenía una colección importante, basada en artistas contemporáneos, como Cabanel, Delacroix, Rousseau, Corot o Millet. Era hijo de un banquero de Montpellier, provinciano como Courbet, y, como te imaginarás, no tenía mayores problemas de dinero. En 1868 donó todos estos cuadros al Museo Fabre, en su ciudad natal.
Courbet, Autorretrato con cuello a rayas, 1854 |
Su apuesta por esos jóvenes artistas que pintaban lo que veían (vimos el Realismo aquí) le trajo fuertes críticas. ¿Cómo una persona tan culta podía apoyar -y posibilitar- esta pintura? Pero Bruyas hizo frente a todo eso y siguió con su propósito.
Courbet
siempre le estuvo agradecido, aunque aprovechó al máximo esta relación. Bruyas
financió sus exposiciones privadas, complaciéndole sus caprichos y proyectos.
Salvo uno: el de organizar un Salón paralelo.
Courbet
escribió miles de cartas. Leerlas requiere de mucha paciencia y ganas (que no
las tenía, pero este señor no me iba a ganar). Sin embargo, se aprende mucho:
cómo llegó a diferenciarse del resto, cómo se aprovechó de cada oportunidad,
cómo se convirtió en un antisistema, cómo terminó pagando su rebelión con el
exilio… No hubiese sido quien fue sin la financiación de Bruyas.
El
cuadro “El encuentro”, también conocido como “Buenos días, señor Courbet”,
muestra esta relación entre protegido y mecenas. Courbet se retrata a sí mismo
como lo que es: un personaje arrogante y antisistema.
Courbet, El encuentro o Buenos días, señor Courbet, 1854 |
Como
muestra de la relación entre el artista y su protector, te traigo una de sus
cartas, escrita en mayo de 1867, desde París.
En ella,
Courbet le expresa acaloradamente su agradecimiento a Bruyas, a la vez que le
propone varios negocios.
Primero,
lo felicita por su valentía al enfrentar a sus críticos (o sea, de defenderlo a
él):
(…) “
nuestros destinos están ligados el uno con el otro. Ud. es un hombre de
sentimientos como yo, en mi existencia Ud. es mi corolario.”
Courbet, Las bañistas, 1853 |
Y luego,
detalla todo lo que ganó con sus ventas, gracias a él. Courbet vendía muy bien
sus cuadros y, según sus propias palabras, era millonario (aunque la dueña de
la brasserie lo perseguía porque no pagaba sus cuentas).
(…) ”Para
nosotros, el dinero no cuenta, es la acción la que es nuestro objetivo.” ¡Se lo
dice al que lo financia! Hoy seguro que nos saldría un “¡Pero qué caradura!”.
Le
cuenta que, gracias a él, en 1855 (o sea, en los comienzos de su carrera y unos
cuantos años atrás), había recibido unos 12000 francos y que se los había gastado
todo sin pensar en el futuro (aprox. unos 35000 euros actuales; 67000 horas de
trabajo de un obrero de la época). ¿Qué habrá pensado Bruyas al leer esto?
Sigue
con que el año anterior sus ventas habían aumentado y que había gastado unos
50000 para cumplir con sus objetivos. Y triunfó.
(…) “¡He hecho construir una catedral en el lugar más hermoso que existe en
Europa, el puente del Alma, con horizontes sin límites, al borde del Sena y en
pleno París! E hice enmudecer al mundo entero.”
¿Catedral? ¿A qué se refiere? En 1855, al ser rechazadas sus obras en el
Salón oficial, decidió organizar una exposición privada paralela. Bruyas lo
ayudó con la financiación de la construcción del espacio para la muestra. Lo
llamó “El Pabellón del Realismo”: fue la primera vez que alguien osaba hacer
algo así, la primera vez que se hablaba de este movimiento. La acompañó con un
manifiesto que se publicitó en varios medios y con folletos. Fue un real
escándalo por el tipo de obras que presentó: algunas con un erotismo casi
pornográfico; otras, de demasiado realismo para el gusto de la época, nada de
labradores idealizados. En 1867 decide hacer lo mismo y la hace coincidir con
la Exposición Universal. (Lo mismo hizo Manet ese año.)
Pabellón del Realismo |
En esta oportunidad presenta una retrospectiva, con más cuadros de paisajes
(muchos, nevados) y de animales de caza.
Y sigue: (…) “Ya que estamos a los dos tercios de nuestra existencia,
desgraciadamente, ¿qué queremos hacer con el dinero, el dinero de los hombres?”
Oye, ¿no era el dinero de Bruyas? Courbet, en ese entonces, tenía 48 años;
Bruyas, 46. Y le cuenta que aseguró los 3 cuadros que le había prestado para la
exposición a 100000 francos (El autorretrato con cuello a rayas, Las
bañistas y La hilandera dormida).
Courbet, La hilandera dormida, 1853 |
En ese momento, en París se está exponiendo la mejor pintura de Europa. Se
compara con lo que ve y le dice a Bruyas que él triunfa tanto frente a sus
contemporáneos como frente a los artistas antiguos: su virtud no era la
humildad, evidentemente. Cuenta que en su exposición particular ha colgado
cerca de 200 cuadros.
Y bueno, se va entusiasmando y le propone a su mecenas lo siguiente:
Courbet, Tormenta en Étretat, 1870 |
(…) “Aporte su colección, yo se la completaré, hagamos un segundo Salón
luego del mío ya construido. Ganamos un millón seguro. ¿Qué le hace unos 50000?
Los perdería, pues no se podría evitar que usted viva según sus gustos con su
fortuna, de todos modos.” O sea, ¡le dice en qué tiene que gastar su dinero!
¡En organizar otro Salón, con dimensiones como la de la galería del Louvre!
(…) “Piénselo. Su existencia será más digna de honra. Usted está en
condiciones de hacerlo.”(…)
Courbet, Ciervo en un paisaje nevado, 1867 |
Y agrega como postdata cuánto le pide. Que si él quiere, estaría construido
en un mes. Que puede estar abierto por un año, que pueden comprar el terreno
entre los dos.
(…)”Y sólo existirá Pintura en Francia.”
Bruyas no apoyó este proyecto.
Courbet, Tormenta en el horizonte, 1870 |
En fin, después vendrá la revolución de la Comuna, se meterá en política en
su afán de defender la situación de los artistas… Se meterá en líos y morirá en
el exilio, en Suiza. Pero esto ya te lo conté por aquí.
¿Qué te parece la actitud de Courbet para con su mecenas? No sé cómo
sonarían estas palabras en el sg. XIX, pero supongo que en esto no pecamos de
anacronismos: era un desfachatado.
Fuentes: Courbet, G. Correspondance
de Courbet. Paris, Flammarion, 1996
Rubin, J.H. Courbet. París, Phaidon, 2003
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