Millet, Las espigadoras, 1857 |
¿Qué es el realismo?
Pero si ya lo sabemos: realismo
es la manera de tomarse las cosas como son, sin agregarle nada más. Ni nuestros
sentimientos, ni nuestras opiniones: lo que se llama “ser objetivos”. Y hay
gente que no es nada realista, sino que va por la vida soñando, fantaseando y
construyendo mundos a su gusto. Digamos que son dos maneras de ver el mundo,
¿no?
Bueno, lo mismo pasa en el arte: hay artistas que se preocupan de
representar la realidad tal cual la ven, sin poner nada de sí mismos (algo
imposible, pero lo intentan), y otros que la ven a través de sus emociones e
ideales.
Millais, Muchacha ciega, 1856 |
Por eso, circunscribir al “realismo” en el arte exclusivamente a un movimiento artístico es decir las cosas a medias. Podemos encontrar durante toda la Historia del Arte a miles de artistas que pintan de manera realista y que no necesariamente pertenecen a este movimiento. Es una actitud ante la vida.
El término apareció en el sg. XIX
(1830-1860 aprox.) en Francia y gracias a Courbet (de quien hablamos aquí). Por
esas épocas la gente estaba cansada, cansadísima, de tantas togas neoclásicas o
de la melancolía de los románticos (lo vimos aquí y aquí). Como reacción, hubo
algunos artistas que comenzaron a pintar lo que veían, tal cual, sin
aditamentos, ni con historias antiguas. ¿Dónde has visto tú a un dios griego
andando por ahí? Lo que se presentaba ante ellos eran los campesinos que
trabajaban de sol a sol, con la espalda curvada, las manos mugrientas… ¿A quién
se le ocurre pintar a unos picapedreros? No eran temas dignos de ser pintados.
Estas cosas no surgen así porque
sí; no es que Courbet se levantó un día y dijo: “Voy a inventar el Realismo”.
Había un espíritu de la época, un sentimiento generalizado que el artista
interpreta y lo pone en imágenes. Pintar campesinos no era nuevo: la pintura
costumbrista existía desde el sg. XVII (lo vimos aquí). Lo que está ocurriendo
ahora es que hay una necesidad de volver a los temas humildes, a los valores
del trabajo, del campo, de la gente sencilla. Es la época en que los obreros
buscan mejores condiciones laborales; la industrialización avanza, se necesita
mano de obra y el campesino deja el campo por la fábrica. El ser humano ya no
está en medio de la naturaleza y pierde su esencia, ha abandonado el lugar al
que pertenece. Esto es lo que los artistas realistas quieren recuperar. Quieren
ser realistas, pero añoran una época que ya no existe. Todo esto a los críticos
y académicos les sonaba como algo subversivo y peligroso: eran las ideas del
recién nacido socialismo.
Como te decía, Courbet es el que
inaugura el término: denomina así el catálogo de su exposición en 1855, y luego
cobra fuerza cuando lo menciona el crítico Champfleury. Courbet será el líder
del movimiento, que no es exclusivo de las artes plásticas: también alcanza a
la literatura y a otras artes. A él se unen pintores como Millet o Corot,
Daumier, Fantin-Latour…
Su principal característica es la
verosimilitud, su correspondencia con la realidad. Las figuras están captadas
en gestos cotidianos, no en poses de estudio: rezar, quitarse el sombrero para
saludar, peinarse, etc., etc. Son obras fáciles de entender: no hay que ser un
experto en literatura o en mitología. Se inspiran en los hermanos Le Nain,
Chardin, Ribera… Los temas van desde escenas cotidianas, retratos, bodegones o
paisajes. Enarbolan la bandera de la libertad creativa en contra de las
restricciones de la Academia y los salones.
Corot, La iglesia de Marissel junto a Beauveais, 1867 |
Prefieren los colores terrosos, cálidos, y las horas del amanecer o del crepúsculo. Los escenarios son siempre los mismos, a veces no relacionados con un lugar determinado: el campo con el ganado, un camino, una arboleda…
Dan un impulso especial al género
del paisaje. Como ahora disponían de óleos en tubos, esto facilitaba el poder
salir a pintar al aire libre. Tenían el ejemplo de Constable, quien prefería
salir del taller y enfrentarse al modelo directamente, despreciando todas las
reglas que imponía la tradición académica. Corot, Théodore Rousseau, Millet y
Daubigny se largaron a pintar a las afueras de París y de a poco se le fueron
uniendo otros colegas más jóvenes: Monet, Renoir, Bazille, Sisley… Se llamó a
este grupo Escuela de Barbizon y fue el germen del Impresionismo. Estaban
huyendo de la ciudad, querían refugiarse en la naturaleza, pero al
representarla sólo querían mostrarla tal cual la veían. Ya no es una amenaza,
como ocurría para los artistas del Romanticismo.
Si hilamos muy fino, los
impresionistas también eran realistas a su manera: ellos pintan lo que ven; lo
que cambia es el lenguaje y la técnica.
Esta manera de ver la Pintura se
extendió por toda Europa: tenemos exponentes en Alemania, en Italia, en Rusia,
en España, en Estados Unidos… con mayor o menor preponderancia, según cada caso.
Y, como te decía arriba, hay
muchos más “realismos”. Hablamos alguna vez del Surrealismo (fíjate aquí), que
de realismo, en sentido estricto, tiene muy poco: ellos traducen en imágenes el
mundo de los sueños; los objetos son verosímiles, pero la relación entre ellos
es disparatada. También se habla del “realismo mágico”, un término tomado de la
literatura. O del “nuevo realismo”, propuesto por Klein en los años ’60 (puedes
verlo por aquí).
Un movimiento realista, a su
manera, es el POP, que usa elementos de la vida cotidiana, pero con el lenguaje
de la publicidad (lo vimos aquí).
Hamilton, Interior, 1964 |
En ciertos contextos se habla de
“pintura realista” (“figurativa” sería más correcto) para confrontarla a la
“pintura abstracta”. De hecho, como reacción a la abstracción surge el
“hiperrealismo” o el “fotorrealismo”.
¿Realista vs. idealista?
Podríamos armar una lista bien larga de pintores de uno y otro bando… En fin,
son distintas maneras de enfrentarse a la vida (y al arte).
Honour, H.-Fleming, J. Weltgeschichte
der Kunst, Munich, 1983
Laneyrie-Dagen, N. Leer la
pintura. Barcelona, Larousse, 2010
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