La
pintura costumbrista
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La Tour, La adivinadora, 1633 |
Podríamos
seguir hablando de los géneros pictóricos sin que el tema llegue a su fin. Nos
han quedado por el camino varios de ellos, pero no quiero dejar de contarte
algo sobre la pintura costumbrista.
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Steen, La fiesta feliz, 1660 |
¿Te acuerdas de cuando hablamos de la
pintura histórica? (Si te lo perdiste, pincha aquí.) Te decía en ese artículo
que ella no es necesariamente pintura de Historia, y que, a la vez, todas
implican una narración. La pintura de Historia es majestuosa, imponente. Era el
género pictórico más importante, aquél en el que el artista demostraba toda su
capacidad y oficio. Pero estas obras no eran del gusto de todos: demasiada
solemnidad. Buenos cuadros para palacios e instituciones, pero no para una casa
de un mortal común y corriente, ¿no te parece?
Un burgués, un comerciante, ¿qué
colgaba en su casa? Cuadros pequeños, fáciles de entender: paisajes,
naturalezas muertas (o quietas), algún retrato... o cuadros con escenas en los
que se pudieran reconocer a sí mismos.
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Hnos. Limburg, Las muy ricas horas
del duque de Berry, Enero, 1411 |
La
pintura de costumbres, mal llamada “pintura de género” (otra vez lidiando con
malas traducciones), cumplía con esa función. Son cuadros en los que se
representan escenas cotidianas de personajes anónimos, generalmente de clases
bajas, en un contexto que los caracteriza. Son escenas realistas, sin
idealizaciones: nos sirven para conocer las costumbres de la época. Hay gestos,
ademanes, risas, nada de poses para la posteridad. Y cuentan historias: por eso
se la llama “la hermanita de la pintura histórica”. Por otro lado, esto se daba
también en la literatura: la tragedia y la comedia; la novela histórica y la
picaresca...
Hay
antecedentes en Egipto, en Grecia y Roma; en la Edad Media aparecen tímidamente
en códices, como en Las muy ricas horas del duque de Berry. En el
Mediterráneo aparece Caravaggio, con sus personajes nada acartonados: hasta el
mismo Cristo en Emaús parece ser uno más de la taberna. Y Georges La Tour, en
Francia, sigue sus pasos. Mira el cuadro de más arriba: seguro que te hace reír.
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Caravaggio, La cena de Emaús, 1691 |
En
el Renacimiento nórdico comienzan a aparecer de la mano de Brueghel o el Bosco,
siempre como advertencias morales, con referencias a refranes populares. Te
reto a que mires todos los juegos de estos niños minúsculos: seguro que
encuentras alguno con el que jugabas en tu infancia.
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Brueghel el V., Juego de niños, 1560 |
O fíjate cómo era la
fiesta de casamiento de los campesinos: frugal, alegre, con orquesta.. y con
invitados que se quieren colar.
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Brueghel el V., Banquete nupcial, 1568 |
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Massys, El prestamista y su mujer, 1514 |
Otro ejemplo es Quentin Massys, con su cuadro
del usurero y su esposa. A falta de pintura religiosa, a causa de la Reforma,
los nórdicos echan mano de estos personajes e historias para convencer y
enseñar al prójimo cómo debe comportarse. No es extraño ver en una sociedad
como la holandesa pinturas relacionadas con el mal uso del dinero y sus
consecuencias.
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van Ostade, Barbero extrayendo un diente, 1630 |
O sea, son cuadros fáciles de entender, sin embrollos
intelectuales.... pero con una segunda lectura más profunda para que el espectador
se detenga, piense y, ante el ejemplo, no
Pero
la cosa no queda ahí: nos mostrarán los efectos del consumo excesivo del
alcohol, la concupiscencia de la carne o de la gula. El auge de este género se
da en el Barroco de los Países Bajos, en el sg. XVII. Así es como te encuentras
con escenas de taberna, prostíbulos, mercados y mesas lujuriosas.
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Beuckelaer, Escena de mercado, 1567 |
Como solía
suceder con otros temas, los artistas se especializan en todo tipo de pinturas
costumbristas: Beuckelaer y Aertsen se dedicaban a escenas de mercado; Brouwer,
a las tabernas; Steen, a los bailes populares; ter Borch, a la burguesía; van
Ostade, a la vida de los campesinos; de Hooch y Vermeer a la vida en el
interior de las casas... ¿División del trabajo o identificación del nicho de
mercado?
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Vermeer, La lechera, 1657 |
El
que más nos atrae actualmente es, sin duda, Jan Vermeer. Sus mujeres
ensimismadas en sus labores cotidianas nos llaman poderosamente la atención por
esa atmósfera serena.
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Vermeer, La alcahueta, 1656 |
Pero también pintó escenas de taberna, como sus colegas.
Si
bien éstos fueron los que afianzaron este tipo de pinturas, no quedó ahí,
siguió evolucionando. Uno de los que más
aportó, fuera de los Países Bajos, fue el gran Velázquez. ¿Qué más se puede
decir de su “Aguador de Sevilla” o “Vieja friendo huevos”? O “El triunfo de
Baco”, a quien prontamente el público rebautizó como “Los borrachos”:
aparentemente un tema mitológico, pero con personajes propios de las tascas de
Madrid.
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Velázquez, Vieja friendo huevos, 1618 |
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Murillo, Niños jugando a los dados, 1675 |
Y
a Murillo lo conocemos por sus Madonnas, pero sus cuadros de niños mendigos,
ésos a los que la peste en Sevilla dejó en la miseria, te llenan de ternura y
compasión.
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Goya, La gallina ciega, siglo XVIII |
¡No hay que olvidarse de Goya! ¿Cuántos grabados y cuadros dedicó a
lo que veía por las calles y en el campo? ¡Miles!
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Longhi, El maestro de baile, 1741 |
Otro
que me gusta mucho es Longhi, pintor veneciano. Sí, ¡también en la ciudad de
los canales se pueden hacer cuadros costumbristas! ¿Por qué no?
¡Y
Hogarth, en Inglaterra! (Alguna vez hablamos de él, pincha aquí.) Trabajaba
temas en serie, como la carrera del libertino o el matrimonio a la moda, como
si fuera un cómic. Hay mucho de sátira política o crítica social en sus obras,
aunque no por eso dejan de ser cuadros costumbristas.
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Hogarth, El matrimonio a la moda: El desayuno, 1757 |
En
el Romanticismo vuelve a tener auge, aunque con un cambio de perspectiva: la
idea es volver a los orígenes y al campo, reencontrarse con las tradiciones
nacionales. Podríamos llamarlo folclorismo, si tú quieres. Esto se importa a
las nuevas naciones americanas, donde artistas viajeros (lo vimos aquí)
documentan lo que ven con todo realismo.
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Hopper, Autómata, 1927 |
A
los impresionistas le importó poco, aunque algún ejemplo hay. En nuestro tiempo
ha perdido peso, pero aún así hay casos tan notables como los de Edgar Hopper o
Norman Rockwell que reflejan, como en un espejo, nuestras costumbres de la vida
moderna.
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Rockwell, Antes del disparo, sg.XX |
Fuentes: Laneyrie-Dagen, N. Leer
la pintura. Barcelona, Larousse, 2010
Schneider, N. Geschichte der Genremalerei. Berlin, Dietrich Reimer, 2004
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