navigation + slideshow

jueves, 14 de febrero de 2019

Cuando el humor llega a los cuadros



La pintura costumbrista

La Tour, La adivinadora, 1633

Podríamos seguir hablando de los géneros pictóricos sin que el tema llegue a su fin. Nos han quedado por el camino varios de ellos, pero no quiero dejar de contarte algo sobre la pintura costumbrista. 


Steen, La fiesta feliz, 1660


¿Te acuerdas de cuando hablamos de la pintura histórica? (Si te lo perdiste, pincha aquí.) Te decía en ese artículo que ella no es necesariamente pintura de Historia, y que, a la vez, todas implican una narración. La pintura de Historia es majestuosa, imponente. Era el género pictórico más importante, aquél en el que el artista demostraba toda su capacidad y oficio. Pero estas obras no eran del gusto de todos: demasiada solemnidad. Buenos cuadros para palacios e instituciones, pero no para una casa de un mortal común y corriente, ¿no te parece? 


Un burgués, un comerciante, ¿qué colgaba en su casa? Cuadros pequeños, fáciles de entender: paisajes, naturalezas muertas (o quietas), algún retrato... o cuadros con escenas en los que se pudieran reconocer a sí mismos.

Hnos. Limburg, Las muy ricas horas
del duque de Berry, Enero, 1411
La pintura de costumbres, mal llamada “pintura de género” (otra vez lidiando con malas traducciones), cumplía con esa función. Son cuadros en los que se representan escenas cotidianas de personajes anónimos, generalmente de clases bajas, en un contexto que los caracteriza. Son escenas realistas, sin idealizaciones: nos sirven para conocer las costumbres de la época. Hay gestos, ademanes, risas, nada de poses para la posteridad. Y cuentan historias: por eso se la llama “la hermanita de la pintura histórica”. Por otro lado, esto se daba también en la literatura: la tragedia y la comedia; la novela histórica y la picaresca...






Hay antecedentes en Egipto, en Grecia y Roma; en la Edad Media aparecen tímidamente en códices, como en Las  muy ricas horas del duque de Berry. En el Mediterráneo aparece Caravaggio, con sus personajes nada acartonados: hasta el mismo Cristo en Emaús parece ser uno más de la taberna. Y Georges La Tour, en Francia, sigue sus pasos. Mira el cuadro de más arriba: seguro que te hace reír.




Caravaggio, La cena de Emaús, 1691


En el Renacimiento nórdico comienzan a aparecer de la mano de Brueghel o el Bosco, siempre como advertencias morales, con referencias a refranes populares. Te reto a que mires todos los juegos de estos niños minúsculos: seguro que encuentras alguno con el que jugabas en tu infancia. 


Brueghel el V., Juego de niños, 1560


O fíjate cómo era la fiesta de casamiento de los campesinos: frugal, alegre, con orquesta.. y con invitados que se quieren colar.


Brueghel el V., Banquete nupcial, 1568



Massys, El prestamista y su mujer, 1514
 Otro ejemplo es Quentin Massys, con su cuadro del usurero y su esposa. A falta de pintura religiosa, a causa de la Reforma, los nórdicos echan mano de estos personajes e historias para convencer y enseñar al prójimo cómo debe comportarse. No es extraño ver en una sociedad como la holandesa pinturas relacionadas con el mal uso del dinero y sus consecuencias. 









van Ostade, Barbero extrayendo un diente, 1630
O sea, son cuadros fáciles de entender, sin embrollos intelectuales.... pero con una segunda lectura más profunda para que el espectador se detenga, piense y, ante el ejemplo, no








Pero la cosa no queda ahí: nos mostrarán los efectos del consumo excesivo del alcohol, la concupiscencia de la carne o de la gula. El auge de este género se da en el Barroco de los Países Bajos, en el sg. XVII. Así es como te encuentras con escenas de taberna, prostíbulos, mercados y mesas lujuriosas. 


Beuckelaer, Escena de mercado, 1567

Como solía suceder con otros temas, los artistas se especializan en todo tipo de pinturas costumbristas: Beuckelaer y Aertsen se dedicaban a escenas de mercado; Brouwer, a las tabernas; Steen, a los bailes populares; ter Borch, a la burguesía; van Ostade, a la vida de los campesinos; de Hooch y Vermeer a la vida en el interior de las casas... ¿División del trabajo o identificación del nicho de mercado?

Vermeer, La lechera, 1657
El que más nos atrae actualmente es, sin duda, Jan Vermeer. Sus mujeres ensimismadas en sus labores cotidianas nos llaman poderosamente la atención por esa atmósfera serena. 















Vermeer, La alcahueta, 1656

Pero también pintó escenas de taberna, como sus colegas.




Si bien éstos fueron los que afianzaron este tipo de pinturas, no quedó ahí, siguió evolucionando.  Uno de los que más aportó, fuera de los Países Bajos, fue el gran Velázquez. ¿Qué más se puede decir de su “Aguador de Sevilla” o “Vieja friendo huevos”? O “El triunfo de Baco”, a quien prontamente el público rebautizó como “Los borrachos”: aparentemente un tema mitológico, pero con personajes propios de las tascas de Madrid.
Velázquez, Vieja friendo huevos, 1618

Murillo, Niños jugando a los dados, 1675



Y a Murillo lo conocemos por sus Madonnas, pero sus cuadros de niños mendigos, ésos a los que la peste en Sevilla dejó en la miseria, te llenan de ternura y compasión. 














Goya, La gallina ciega, siglo XVIII
¡No hay que olvidarse de Goya! ¿Cuántos grabados y cuadros dedicó a lo que veía por las calles y en el campo? ¡Miles!

















Longhi, El maestro de baile, 1741

Otro que me gusta mucho es
Longhi, pintor veneciano. Sí, ¡también en la ciudad de los canales se pueden hacer cuadros costumbristas! ¿Por qué no?















¡Y Hogarth, en Inglaterra! (Alguna vez hablamos de él, pincha aquí.) Trabajaba temas en serie, como la carrera del libertino o el matrimonio a la moda, como si fuera un cómic. Hay mucho de sátira política o crítica social en sus obras, aunque no por eso dejan de ser cuadros costumbristas.


Hogarth, El matrimonio a la moda: El desayuno, 1757


En el Romanticismo vuelve a tener auge, aunque con un cambio de perspectiva: la idea es volver a los orígenes y al campo, reencontrarse con las tradiciones nacionales. Podríamos llamarlo folclorismo, si tú quieres. Esto se importa a las nuevas naciones americanas, donde artistas viajeros (lo vimos aquí) documentan lo que ven con todo realismo.


Hopper, Autómata, 1927


A los impresionistas le importó poco, aunque algún ejemplo hay. En nuestro tiempo ha perdido peso, pero aún así hay casos tan notables como los de Edgar Hopper o Norman Rockwell que reflejan, como en un espejo, nuestras costumbres de la vida moderna.


Rockwell, Antes del disparo, sg.XX


Fuentes: Laneyrie-Dagen, N. Leer la pintura. Barcelona, Larousse, 2010
          Schneider, N. Geschichte der Genremalerei. Berlin, Dietrich Reimer, 2004





No hay comentarios :

Publicar un comentario