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jueves, 12 de abril de 2018

Tiempo de togas y peplos


¿Qué es el Neoclasicismo?

Kauffmann, Ariadna abandonada por Teseo, 

Togas, soldados romanos, ninfas, peplos, todos ellos acapararon las pinturas del siglo XVIII. Hoy nos parecen insufribles, demasiado artificiales o con una actitud soberbia, impostada. No sé tú, pero, en mi caso, me los encuentro en algún museo, me digo: “ah, sí”, y sigo de largo. Por supuesto, sin dejar de reconocer el talento de esos artistas y con un vago sentimiento de culpa por no prestarles la debida atención. Como pasa siempre en esto del arte, para apreciar las obras hay que entender el contexto en el que surgieron.

Allá vamos:
David, La muerte de Sócrates, 1787

El mundo había cambiado demasiado. Después de los excesos del Rococó, con sus colores pasteles, excesos de espejos, pan de oro, molduras recargadas y unas cuantas cabezas degolladas en la guillotina, los séquitos reales en palacios exuberantes se convirtieron en algo detestable y parte del pasado. Los derechos de los ciudadanos y los valores patrióticos estuvieron a la orden del día.

Alma Tadema, Un juglar, 1870
Había una necesidad de orden y de equilibrio, de regenerar a la sociedad por la virtud. La Razón de la Ilustración contra la sinrazón del pasado reciente. Los artistas encontraron su fuente de inspiración en la Antigüedad Clásica

Grecia y Roma se convirtieron en un paraíso olvidado y primigenio, en donde los seres humanos éramos íntegros y valerosos. Es la época en la que comienzan las primeras excavaciones en Pompeya y Herculano y las exploraciones en Grecia










David, Mme. Verninac, 1799
Si querías tener una educación refinada tenías que hacer el Grand Tour (te lo conté aquí). Nos quisimos convertir en griegos o romanos vistiéndonos con muselinas (y muriéndonos de neumonía), decorando las casas con muebles, esculturas y cuadros que nos recordaran ese pasado heroico. El Derecho Romano impregnó las leyes que nos rigen hasta hoy. Y el arte, de paso, educaba al ciudadano mostrándole ejemplos de esa gente virtuosa.

Durante el siglo XVII ya había habido una corriente clasicista que se oponía a las innovaciones del Barroco y que había comenzado en el Renacimiento. Por eso es que a esta vuelta en el siglo XVIII se la llamó Neo-clasicismo, aunque siempre había estado ahí. 

No atañe sólo a Francia, se extiende por toda Europa: Inglaterra, España, Italia, Alemania, etc. Comienza  hacia 1760 y continúa hasta 1830. Entremedio, el imperio de Napoleón, al que le viene genial como propaganda política. El caso más demostrativo de esto es David (del que ya te conté aquí algo): fue pintor de Luis XVI, fue un rebelde comprometidísimo de la Revolución Francesa, se salvó de la guillotina, fue pintor oficial de Napoleón y terminó muriendo en el exilio.


David, Los lictores traen a Bruto el cuerpo de su hijo, 1789



En la búsqueda de la Belleza ideal se basan en un dibujo perfecto; el color está relegado a una posición secundaria. Siguieron usando la luz clara del Rococó, a menudo en espacios cerrados y llenos de columnas y estatuas antiguas. El paisaje es el marco para las figuras mitológicas.


Appiani, Venus ata el lazo a Juno, 1811
En la composición también recurren a los ideales clásicos: simetría, armonía, proporción, perspectiva. Lo que debe primar es la claridad: nada de figuras apelmazadas, remolinos o formas extrañas. Las figuras tienen que ser agradables y dignas y la anatomía, perfecta: nada de deformaciones, monstruos o gestos exagerados. 

Vien, La vendedora de Cupidos, 1763
El padre del Neoclasicismo es Joseph-Marie Vien. Durante una beca de estudios en Roma conoció las ruinas de Herculano y le fascinó el mundo antiguo. Fue maestro de David, y, como él, fue apreciado por Napoleón.













De Jacques-Louis David hablamos bastante ya a cuento de “La muerte de Marat” (pincha aquí). “El juramento de los Horacios” trata de un suceso que está narrado por Tito Livio, pero la escena está tomada del “Horacio” de Corneille. La gente lo comentaba en los cafés y salones, tal fue la impresión que causó. 


David, El juramento de los Horacios, 1784

David, Napoleón atravesando los Alpes, 1801


Renovó por completo la pintura de género histórico; su retrato de Napoleón a caballo fue imitado hasta el cansancio por los artistas de las jóvenes naciones de América.











Ingres, Edipo y la Esfinge, 1808





David tuvo alumnos ilustres como Gros o Ingres, que continuaron con su visión clásica de la Pintura, aunque a Ingres no se lo puede encasillar totalmente en este estilo. Otros franceses: Gérard o la exquisita Vigée-Lebrun.










Mengs, Parnasus, 1761
Otro de los fundadores de este estilo es Anton-Raphael Mengs, pintor de varias cortes europeas y quien dejó por escrito sus ideas sobre cómo debe ser la Pintura. Su presencia en España marcó a Bayeu y a Goya.




Tischbein, Goethe en la campiña romana, 1787


Angelika Kauffmann, pintora famosa y reconocida en toda Europa, amiga de Goethe, esforzada retratista y una de las fundadoras de la Royal Academy. Y Tischbein, que hizo el Grand Tour hasta Nápoles con Goethe: este viaje marcó su pintura para siempre. En Italia, Andrea Appiani, como el más destacado de una larga lista.









Alma-Tadema, Una mujer griega, 1870

Y más adelante, siguieron pintando a griegos y romanos otros tantos como Alma-Tadema o Bouguereau El mundo ya era muy distinto: las locomotoras recorrían los paisajes y una revolución de color y pinceladas amenazaba el horizonte con los Impresionistas.

Las ganas de ser como los griegos y los romanos se fueron evaporando poco a poco hasta dar paso a los nuevos tiempos.








Fuentes: Honour, H.-Fleming, J. Weltgeschichte der Kunst, Munich, 1983;
Varios. Oxford History of Art, New York, Oxford University Press, 1998-2003;
Varios. Propyläen Kunst Geschichte, Berlin, Propyläen V., 1990





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