Museo del Prado (Imagen: Wikipedia) |
Una mañana de 1891, exactamente el 25
de noviembre, los madrileños se despertaron con una noticia tremenda: el Museo
del Prado se había incendiado. El titular de El liberal, un diario de
mucha tirada en esa época, titulaba así:
El Liberal, 25 de noviembre 1891 |
¿Te imaginas? Velázquez, Goya, Rubens,
Tiziano, Fra Angelico, El Bosco… pasto de las llamas… No hubiese sido muy
extraño: el Alcázar de Madrid desapareció por un incendio en 1734; muchas obras
de arte fueron rescatadas a tiempo, otras no.
El periodista (o repórter, como
se llama a sí mismo) describe la situación: llega la noticia a la redacción a
las 2 de la mañana, justo cuando estaban por cerrar la edición. Desde lejos se
ve una espantosa hoguera y la gente muy triste se acerca a ver. Todos atribuyen
el suceso a la “sombra negra”, a la “jettatura” del presidente Cánovas del
Castillo (se decía que traía mala suerte). La gente comentaba entre sí que
perdían lo único presentable que tenía España. La escena era un caos, no había
un protocolo de incendio, no había suficientes mangueras para los bomberos.
Todo daba cuenta de la imprevisión oficial. ¿Por qué habrá sucedido?
“Un brasero mal apagado, un
fogón mal extinguido, un caldo que hubo que hacer a media noche, una colilla
indiscreta … y ¡adiós, Pasmo de Sicilia] ¡adiós cuadro de las Lanzas! ¡adiós,
Sacra Familia del Pajarito! (…)”
Velázquez, La rendición de Breda, 1634 |
Por esa época los empleados vivían en el
edificio y calefaccionaban y cocinaban con leña, en lugares cerrados, con
suelos y techos de madera.
“ Inmensa debiera ser la
responsabilidad para los que no han querido cortar abusos a tiempo, y conjurar
peligros oportunamente; pero, ¿qué es en España la responsabilidad? Una palabra
hueca.”
Murillo, Sagrada Familia del Pajarito, 1650 |
El ministro de Fomento, Linares
Rivas, recién estrenado en su cargo, acude prontamente al incendio. Se indigna
por la inoperancia de sus antecesores. ¿A quién se le ocurre permitir que en
los desvanes del museo haya niños, mujeres, perros y gatos? En su desesperación
intenta ayudar, ingresando al Museo en llamas y lo sacan malherido, pues se le
cayó el tejado encima.
Museo del Prado, Real Sala de Isabel II (fotografía de Laurent), 1899 |
La noticia se difundió rápidamente por
telégrafo y los diarios de provincia se hicieron eco. La reacción fue unánime.
Todos fueron hasta el Paseo del Prado para constatar con sus propios ojos el
suceso.
Y nada, no había pasado nada.
Mariano de Cavia |
“Con lágrimas en los ojos, cerramos apresuradamente esta edición, reproduciendo la siguiente carta que nos envían desde el sitio del siniestro: «Amigo y Director: Creo que, para ser ésta la primera vez que ejerzo de repórter, no lo hago del todo mal. Ahí va en brevísimo extracto, la reseña do los tristes sucesos... que pueden ocurrir aquí el día menor pensado.
Tuyo, Mariano de Cavia”
Si leías el artículo entero, te
enterabas de la verdad. O sea, el periodista no engañaba a nadie, salvo si te
quedabas con el título-gancho… No era inverosímil: en julio de ese año había
habido 2 pequeños incendios en el edificio: sólo era cuestión de tiempo. Como
se dice siempre, una mentira, para ser creída, tiene que apoyarse en algún dato
veraz…
Rafael, Caída en el camino del Calvario, Pasmo de Sicilia, 1515 |
El artículo lo firma Mariano de Cavia. Este era un periodista de larga trayectoria, aragonés, que se había trasladado a Madrid. Escribió en varios diarios de la época.
Al día siguiente publicó otro artículo: “¿Por
qué he incendiado el Museo del Prado?” , explicando el porqué de su escrito
anterior. Su intención fue llamar la atención sobre el estado en
que estaba el edificio del Museo y mostrar que su relato podía hacerse realidad
en cualquier momento.
Estaba harto de la seguidilla de
incendios de museos, de iglesias, de monumentos. Harto de que la prensa se
rasgara las vestiduras y al día siguiente, a otra cosa, sin que se solucione el
problema de raíz. (No hemos cambiado mucho, parece.)
Brambilla, Rotonda del Museo del Prado, sg. XVIII |
Le sugiere al ministro de Fomento que
vaya a ver lo que pasa y le describe lo que debería hacer, p.ej., cambiar la
calefacción del edificio, que copie las medidas de seguridad de otros museos
del mundo o que desaloje las habitaciones del museo.
“Ayer hubo gentes que lloraron… por lo que tiene facilísimo
remedio. ¿No es esto mejor, y más sano para la patria, que llorar por lo
irremediable? Hemos inventado una catástrofe… para evitarla:”
Avrial y Florez, El Museo del Prado visto desde el Jardín Botánico, 1835 |
Fue tal el revuelo que el gobierno tuvo
que ponerse las pilas: se cambió el tipo de calefacción y se construyeron
viviendas para los empleados, fuera del Museo.
Como diríamos ahora, un buen
storytelling, un poco de imaginación y un buen escritor, provocaron la reacción
y el efecto deseado.
Y no, las fake news no son cosa
nueva.
Brambilla, Entrada al Real Museo por el lado de San Jerónimo, sg. XVIII |
“La catástrofe de anoche. España está de luto”
“¿Por qué he incendiado el Museo del Prado?”
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