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jueves, 15 de noviembre de 2018

Pintar la naturaleza


¿Qué es la pintura de paisaje?

Monet, Argenteuil, 1872

Estás paseando, disfrutando del cielo, de los árboles, de la brisa en el campo… o del mar, la playa, el atardecer… O estás maravillándote de las vistas de tu ciudad… Tienes el teléfono en el bolsillo, clic: una foto para compartir ese momento único con tus seguidores de las redes. Esto mismo sentimos los pintores: la necesidad de trasmitirte en el lienzo esas emociones, aunque, la verdad, pintar el cuadro tarda bastante más que el clic de una foto.


Kline, Andes, 1957
La pintura de paisaje es un género apreciado y reconocido, aunque no siempre ha sido así. Pasó de ser un escenario decorativo para los personajes en cuestión a ocupar todo el plano del cuadro y echar fuera a las figuras.




 ¿Por qué? ¿Cómo?




Fresco en Villa Boscotrecase, sg. II a.C.
Es una larga, larga historia, y el proceso tiene que ver con cómo fuimos relacionándonos con la naturaleza. El ser humano se sentía indefenso ante ella y atribuía a los dioses sus efectos malignos y benignos. Los antiguos (egipcios, asirios…) representaban el agua, la montaña, el cielo, de manera simbólica: unas ondas, unos triángulos… De los griegos no nos quedan casi obras, pero sí testimonios sobre frescos o escenografías para el teatro. Ese conocimiento pasó a Roma: gracias a las cenizas del Vesuvio, podemos ver hoy ejemplos en las casas de Pompeya y Herculano. Para ese entonces, pintar un paisaje en la pared de tu casa era traer la naturaleza al interior y recordar aquellos gratos momentos de esparcimiento al aire libre.






Hnos. Limburg, Las muy ricas horas
del duque de Berry, Agosto, 1412
En la Edad Media los miniaturistas pintaban en los códices paisajes imaginarios, con todo detalle, como fondo para los personajes. 

Giotto fue el primero que los hizo más realistas, aunque sin referencia todavía a un lugar determinado. En el Renacimiento se le dio un empujoncito: según Alberti, el cuadro tenía que ser como una ventana abierta en la pared. 












Wasmann, Vista desde una ventana, 1832
El ser humano recorta con su mirada, con el marco de la ventana, esa porción del paisaje; somos los que ordenamos el mundo. Sin embargo, la comprensión emocional de la naturaleza viene de parte de un poeta, Petrarca. Al subir al monte Ventoux (1336) descubre una sensación nueva: la del encuentro consigo mismo en medio de la inmensidad.












Leonardo, Ginevra de Benci, 1475
En el Renacimiento los paisajes siguen siendo una escenografía y con elementos imaginarios: el paisaje está en la mente del artista. Mira, p.ej., este cuadro de Leonardo.



















Durero, La pequeña casa del puente, 1497
Durero salía a pintar al aire libre con sus acuarelas, pero estas obras eran estudios  para usar en otras obras, sin la pretensión de cuadros terminados. Poco a poco, la naturaleza va ganando su espacio. 















Giorgione, La tempestad, 1508





Fíjate en Giorgione y su Tempestad: los personajes no son los protagonistas, sino el tremendo temporal con rayos (y truenos).















Altdorfer, Vista del Danubio junto a
Regensburg, 1520
El primer paisaje autónomo, sin figuras, como cuadro terminado, lo pintó Altdorfer en 1520. Es la época en la que van surgiendo de a poco las naciones; es como decir: “Aquí estoy yo y soy parte de esta tierra”. Pero aún así, habrá que esperar al sg. XVII para que el género del paisaje ocupe su puesto en la Historia de la Pintura.


















van Ruisdael, Haarlem, con campos de blanqueo, 1670
Se lo debemos a los pintores holandeses y al surgimiento de una nueva clase social: los nuevos ricos, los comerciantes, los empresarios… No tienen dinero para encargos del nivel de reyes y nobles, pero necesitan decorar sus casas de acuerdo con su estatus. Además, la Reforma prohibió las imágenes religiosas. Tampoco es casual que surja en Holanda: una región castigada por el avance del mar, en lucha siempre por ganar territorio y un imperio creciente en todos los continentes. 


Vermeer, Vista de Delft, 1660
El hecho de pintar un paisaje es una manera de dominarlo. Algunos son fieles a la realidad; otros, siguen siendo imaginarios. Aún siendo un género menor, la pintura de paisaje se instaura para siempre.  (Pincha aquí para ver Vermeer)













Lorena, Paisaje con Apolo y Mercurio, 1670
Lorena y Poussin (pincha aquí) crearon el paisaje heroico y el pastoral, inspirados en la mitología grecorromana, con paisajes idealizados: el pintor se sirve de los elementos de la naturaleza para acomodar la historia en una Edad de Oro a la que se mira con nostalgia.








Y en el afán de conquistar el Nuevo Mundo, se multiplican las expediciones científicas con pintores arriba de los barcos. Ellos documentarán con sus obras las nuevas tierras. (Te conté más sobre esto en este artículo.)

Bierstadt, Carro de provisiones en las Montañas Rocosas, 1859


Canaletto, Gran Canal desde San Vio, 1723
¿Es como una postal que se envía desde tu lugar de vacaciones? No, en este caso no. Pero si piensas en los viajeros del Grand Tour, ésos que se cruzaban medio continente para llegar a Italia, como parte de su proceso educativo y de refinamiento personal, sí. Canaletto, Bellotto, Guardi, Vanvitelli, eran los proveedores de “vedute” para todo este mercado de “souvenirs”. (Te conté más sobre el Grand Tour aquí.) Son fieles a la realidad, tanto que hasta hoy mismo podrías descubrir dónde instalaron su cámara oscura para bosquejar.  (Bueno, también es cierto que Venecia no ha cambiado mucho desde entonces) (Ver aquí para cámara oscura y Canaletto)



Turner, Glaciar y manantial del Arveron, 1803
El siglo XIX fue decisivo para que este género suba varios escalones. Los románticos se enfrentaron con la Naturaleza con sobrecogimiento y terror, como si fuera un organismo vivo. Es la experiencia de lo Sublime: hay que subir a las cumbres de los Alpes, experimentar avalanchas, tormentas en el mar 
(como Turner), llegar a lugares adonde nadie llegó. (Para Turner puedes ver este post anterior.)






Friedrich, Mar de hielo, 1823
Lo nuevo fue que ya no mirábamos el paisaje como algo externo a nosotros sino que nos sumergimos en él. (Como en Friedrich) El artista está presenciando un acontecimiento natural que lo lleva de viaje por las emociones que compartirá con nosotros en el cuadro. 











Corot, La iglesia de Marissel junto a Beauvais,
1867
Y llegaron los óleos en tubos y los artistas se largaron a pintar al aire libre. Primero, con un afán realista, como los de la Escuela de Barbizon. Y en ese grupo había un par de jóvenes que luego se dedicaron a captar el instante fugaz de la brisa, del atardecer, de las olas… Ellos, los impresionistas quisieron mostrar su manera de vivir el paisaje, sus impresiones.

















Munch, El grito, 1893
La pintura posterior, incluida la abstracción, le debe todo a los románticos y a los impresionistas. Con más color o buscando lo esencial o proyectando mis sentimientos  hacia lo exterior, como en Munch, siguen enfrentándose a lo Sublime.














Pero, ¿qué es, en definitiva, la pintura de paisaje?

Richter, Marina, 1975 (Imagen: gerhardt-richter.com)

Es lo que nuestro ojo eligió y encuadró (sí, como cuando sacas una foto). Al pintarlo el lugar se transforma al pasar por el tamiz de tu subjetividad. Creamos un nuevo paisaje: como si la naturaleza fuera un collage de todas esas imágenes que percibimos.  La obra es una realidad paralela a lo que estamos viendo, no una mera copia, en la que depositamos toda nuestra experiencia sensorial. El artista construye esa nueva imagen del paisaje para que tú, al contemplarlo, puedas estar, como él, en ese lugar.

Cézanne, Montaña de Sta. Victoria, 1888



Fuentes: Andrews, M. Landscape and western art. Oxford, Oxford University Press, 1999
Laneyrie-Dagen, N. Leer la pintura. Barcelona, Larousse, 2010




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