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jueves, 22 de noviembre de 2018

Siguiendo el camino de otros




(Imagen: C. del Rosso)
Era verano. Habíamos aterrizado en Roma con pinceles, óleos y acrílicos, un verdadero incordio, pero la Pintura puede más. La idea era salir a pintar al aire libre. Súper tentador el panorama. No había un itinerario fijo de antemano, aunque pretendíamos seguir hacia el norte.

Nos encontramos en Roma con antiguos amigos y colegas. No fue muy fructífero el trabajo. Había que ponerse al día con los proyectos de cada uno y visitar la galería donde suelo exponer. Otros amigos nos esperaban en Arezzo. Los romanos nos dejaron en la estación de tren (un caos) y nos instalamos en el vagón con nuestros bultos.









di Bartolo y di Michele, Madonna con el Niño,
1412
Arezzo, otro caos, aunque de menor dimensión. Arezzo: Piero della Francesca, Vasari, Petrarca… En Italia agobia un poco toda esa historia tan presente. Nuestros amigos aretinos nos esperaban en la estación con un coche. -“¿Tendremos tiempo de ir a ver los frescos de Piero en San Francisco?” -“No, ni te lo sueñes.” -“¿Adónde vamos?” -“A Città del Castello.”
-“¿Adónde????”

(¿Adónde nos llevan éstos?) -“Es que es más barato y de allí podemos movernos adonde queramos. Y hay paisajes muy bonitos para pintar y ya verás la Pinacoteca.” (¿Pinacoteca? ¿Hay una pinacoteca allí?) En fin. Y mientras, veía los carteles de “Sansepolcro” en la carretera: ahí nació Piero. Pero no íbamos para ese lado, qué lástima.









De Chirico, Héctor y Andrómaca (Imagen:
C.del Rosso)




Salimos a pintar varias veces, aunque no quedé conforme con lo que hice.  Hacía mucho calor y los colores se nos secaban en la paleta demasiado rápido. Y hubo que ir a la Pinacoteca, el orgullo del pueblo. Ignorante yo, me lo tomé con mucho escepticismo.





















Y la vida te depara sorpresas… No hay que prejuzgar. Fue como un viaje vertiginoso al pasado. No podía creer lo que estaba viendo.

(Imagen: C.del Rosso)
La Pinacoteca está ubicada en el Palazzo Vitelli, del sg. XVI. Tiene un jardín detrás, que se puede visitar. La fachada posterior tiene unos frescos que fueron diseñados por Vasari. (Si no sabes quién es este señor, pincha aquí). No lo podía creer: ¡Vasari! El edificio está muy bien conservado, con muebles de la época y las vigas de madera a la vista. También hay frescos por todas partes en el interior.









(Imagen: C. del Rosso)
 Me encantó la “Stufetta”, una sala de baño, tipo spa, llena de frescos a la pompeyana… Increíble.
















Ascani (Nuvolo) (Imagen: C. del Rosso)
Y más allá la ventana de Sora Laura… Una leyenda que me contaba mi nonna, pero que yo no sabía que tenía que ver con esa ciudad… El conde Vitelli quedó prendado de los ojos de la joven Laura, y, a pesar de que estaba casado, se la llevó al palacio. El se iba a batallar por ahí y ella se aburría de lo lindo, encerrada y bordando pañuelos. Las noches de luna llena se asomaba por la ventana y tiraba un pañuelo a la calle cuando veía pasar a algún hombre. El caballero se lo devolvía, ella lo hacía pasar a la casa… y luego, lo hacía salir por una puerta secreta, que conducía al abismo de un pozo… Y así desaparecieron unos cuantos. (Menos mal que ahora usamos pañuelos desechables…)




Rafael, Estandarte de la Sma. Trinidad, 1499
(Imagen: C.del Rosso)
Hay pinturas de todas las épocas, incluso del sg. XX (aunque para ver arte contemporáneo hay que ir hasta la colección Burri, pero no tuvimos tiempo). Naturalmente, hay mucha obra de autores regionales. Las 3 primeras salas están dedicadas a la pintura medieval, del Duecento en adelante, con muy buenos exponentes. No nos demoramos mucho aquí, pues, según las recomendaciones, no había que perderse por nada del mundo el Rafael. (¿Un Rafael?)

















Rafael, Estandarte de la Sma.
Trinidad, 1499
Sí, una obra de Rafael muy jovencito, que se había quedado por aquí antes de decidirse ir a Roma. Se trata de un confalón, un estandarte que se usaba en procesiones, muy desgastado por el uso, como verás. Como era usual, estaba pintado de las 2 caras, pero hoy se encuentran separadas. Se pueden notar en germen las características propias de su estilo y las dudas del principiante.




















Signorelli, Martirio de San Sebastián,
1498
Más adelante, la otra joya de la Pinacoteca: el San Sebastián de Luca Signorelli, otro grande que andaba por aquí, apreciado por Vitelli. Dicen que Rafael se asombró al ver este cuadro.




















Sciltian, Naturaleza muerta, 1954
(Imagen: C.del Rosso)
Y más adelante la pintura del novecento. De Ascani (Nuvolo), también nacido en esta ciudad, representante del “arte povera”; De Chirico, con sus “piazze italiane” solitarias y sombrías; una Marina de Carlo Carrà (no te la puedo mostrar porque la foto me salió pésima), Mafai, Guttuso con una naturaleza muerta y otra de Sciltian (ésta sí me salió bien).

Hay de todo un poco. Si te interesan los muebles o las esculturas hay mucho de lo bueno. El Palacio ya de por sí es una experiencia que vale la pena vivir. Los empleados de la Pinacoteca son amabilísimos y siempre dispuestos a ayudar: es lo que tienen los museos pequeños. No apabullan y nadie está estresado.











(Imagen: C.del Rosso)
Salí al jardín de nuevo. Y luego, me quedé conversando con la que atendía en la tienda sobre la leyenda de Sora Laura y “la mia nonna”. Le compré un pañuelito, por no ser descortés… Seguro que no son como los que bordaba Laura, pero bueno, da igual.

A los pocos días partíamos hacia Florencia: esto te lo cuento otro día. No pinté mucho en este viaje; sin embargo, me llevé como recuerdo la calidez de los “tifernati” (así se los llama a los de Città di Castello).






Me quedé pensando en que, sin quererlo, estábamos haciendo el camino que otros tantos artistas habían hecho ya. A cuestas con los pinceles y colores, hacia Florencia. Sólo que ellos eran grandes, muy grandes artistas, y estaban armando con sus vidas la Historia de la Pintura que conocemos hoy.




1 comentario :

  1. Qué delicia leer tu crónica del viaje. He disfrutado mucho. Un saludo y ojo con el pañuelo de la tua nonna

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