Tiziano, Isabella d'Este en negro, 1536
Giovanni Bellini e Isabella d’Este
Los hermanos Bellini se destacaban en el ambiente artístico de Venecia.
Habían aprendido el oficio con su padre, Jacopo, como manda la tradición.
Gentile era el mayor. Tenían una hermana, Nicolosia, a quien casaron con
Mantegna, nada menos. Y todo queda en familia. Parece ser que existía otro
hermano, llamado Niccolò, pero no es seguro. Ya sabes, cuando toca revisar la
vida de artistas de antes del sg. XVI, nos encontramos con pocos datos y poco
confiables.
De Giovanni te traje hace poco su Resurrección (lo puedes releer por aquí). Te contaba en esa oportunidad que los Bellini fueron los que iniciaron
el camino de la Escuela Veneciana, fundiendo el arte bizantino y medieval, tan
presentes en Venecia, y aprovechando los nuevos avances en cuanto a la
perspectiva y el uso del óleo.
Bellini, Retrato del dogo
Leonardo Loredan, 1501
Esto los distinguió por encima de todos. Gentile, como hijo mayor, se hizo cargo del taller cuando murió su padre. Tenían muchísimos encargos. Él era el
pintor oficial de los dogos, los representantes de gobierno de la República de
Venecia. Cuando lo enviaron como embajador al Imperio Otomano, Giovanni
reemplazó a su hermano en la dirección del taller familiar.
Giovanni fue el más innovador de los 2. Tuvo como alumnos a Giorgione, a
Tiziano y a del Piombo, quienes desarrollaron las ideas de su maestro y
llevaron a la pintura veneciana a su máximo apogeo.
Cuando Durero visitó la ciudad en 1506 (te lo conté por aquí), Giovanni era
el pintor más importante de la ciudad. Su hermano había regresado hacía rato y
seguía teniendo encargos importantes (muere en 1507).
Giovanni no daba abasto con los trabajos y ya iba por los 75 años (si es
que los datos de su fecha de nacimiento son ciertos). De esa época son la Resurrección
de la que te hablé, el altar de la iglesia de San Zacarías, el retrato del
dogo de turno y la Alegoría cristiana. Tenía a su cargo la conservación
de la colección del Palacio Ducal; también debía decorar las paredes de la Sala
del Consejo, que fue afectada por un incendio en 1577 y ya no queda rastro de su
labor. Demasiado trabajo. Claro que tenía asistentes, pero el responsable y el
creador era él.
Bellini, Alegoría cristiana o El Purgatorio, 1490-1500
Bellini, Pala de San Zacarías,
1500-1505
El precio de la fama es muy alto: Giovanni era requerido por todos. Era el
mejor de Venecia. Y parece que no sabía decir que no.
¿Se le puede decir que no a una marquesa con mucho poder y que colecciona
obras de grandes artistas? No, Giovanni no podía decirle que no a Isabella
d’Este.
Leonardo, Isabella d'Este,1500
Isabella era marquesa de Mantua. Era una mujer cultísima, con una educación
exquisita y con mucha habilidad para la política. Encarnaba en ella el espíritu
del Humanismo renacentista. Su “studiolo” era famosísimo. Se decía que tenía el
mejor arte antiguo y de la época. Contrataba a los mejores artistas para
enriquecer su colección y, de paso, promocionarlos. (Un “studiolo” era una
habitación privada para la lectura y el estudio; ella lo usaba para mostrar su
colección de arte y como escritorio.) La lista de los artistas era envidiable:
Giorgione, Tiziano, Mantegna, Perugino, Rafael, Miguel Ángel, Correggio…
Botticelli no aceptó. Se dice que Leonardo tampoco.
Nash, El studiolo de Isabella d'Este, 1808 |
Con Perugino tuvo mejor suerte. En las cartas le indicaba modificaciones
con todo detalle y dibujos. Por contrato se le permitió que cambiara cosas sin
importancia, pero no agregar nada por su propia voluntad. Enviaba a sus agentes
para que controlaran el proceso y revisar que se cumpliera con lo que había
pedido. Perugino no la contradijo.
Perugino, El combate entre el Amor y la Castidad, 1503
¿Por qué estas diferentes actitudes de los artistas para con ella? Isabella
tenía sus exigencias, era la que pagaba. Pero aquí hay algo más. Isabella
representa en toda esta historia al tipo de mecenas o donante medieval que
estipula lo que quiere a un artesano. El artista, para muchos, no era más que eso,
como lo podía ser un panadero, un zapatero o un herrero. Quiere asegurarse por
contrato de tener lo que quiere. Algunos artistas, todavía acostumbrados a la
manera de hacer medieval, aceptaban el encargo con todos estos requisitos.
Costa, Alegoría de la corte de Isabella d'Este, 1505
Por el contrario, otros, como Bellini, sabían que ellos eran algo más que
un artesano al que se le encarga un producto. Era la época en que los artistas
comenzaron a tomar consciencia de su importancia, de su labor como
intelectuales, de su genialidad. Leonardo, Miguel Ángel, Rubens o Velázquez (un
siglo más tarde) lucharon por ese reconocimiento. Independientemente de que
Isabella fuera arrogante, exigente o quién sabe qué cosa más, la historia del
cuadro perdido de Giovanni Bellini para Isabella d’Este es una prueba más de
esa lucha por ser aceptados como lo que eran: artistas.
Fuentes: Fry, R. Giovanni Bellini. Miami, Hardpress Publishing,
2014
Wittkower R. y M. Nacidos
bajo el signo de Saturno. Madrid, Cátedra, 2020
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