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jueves, 26 de octubre de 2023

A mí la marquesa no me va a dar órdenes

 

Tiziano, Isabella d'Este en negro, 1536


Giovanni Bellini e Isabella d’Este

Los hermanos Bellini se destacaban en el ambiente artístico de Venecia. Habían aprendido el oficio con su padre, Jacopo, como manda la tradición. Gentile era el mayor. Tenían una hermana, Nicolosia, a quien casaron con Mantegna, nada menos. Y todo queda en familia. Parece ser que existía otro hermano, llamado Niccolò, pero no es seguro. Ya sabes, cuando toca revisar la vida de artistas de antes del sg. XVI, nos encontramos con pocos datos y poco confiables.

Bellini, Autorretrato, 1500


De Giovanni te traje hace poco su Resurrección (lo puedes releer por aquí). Te contaba en esa oportunidad que los Bellini fueron los que iniciaron el camino de la Escuela Veneciana, fundiendo el arte bizantino y medieval, tan presentes en Venecia, y aprovechando los nuevos avances en cuanto a la perspectiva y el uso del óleo.

Bellini, Retrato del dogo 
Leonardo Loredan, 1501

Esto los distinguió por encima de todos. Gentile, como hijo mayor, se hizo cargo del taller cuando murió su padre. Tenían muchísimos encargos. Él era el pintor oficial de los dogos, los representantes de gobierno de la República de Venecia. Cuando lo enviaron como embajador al Imperio Otomano, Giovanni reemplazó a su hermano en la dirección del taller familiar.

Giovanni fue el más innovador de los 2. Tuvo como alumnos a Giorgione, a Tiziano y a del Piombo, quienes desarrollaron las ideas de su maestro y llevaron a la pintura veneciana a su máximo apogeo.





Cuando Durero visitó la ciudad en 1506 (te lo conté por aquí), Giovanni era el pintor más importante de la ciudad. Su hermano había regresado hacía rato y seguía teniendo encargos importantes (muere en 1507).

Giovanni no daba abasto con los trabajos y ya iba por los 75 años (si es que los datos de su fecha de nacimiento son ciertos). De esa época son la Resurrección de la que te hablé, el altar de la iglesia de San Zacarías, el retrato del dogo de turno y la Alegoría cristiana. Tenía a su cargo la conservación de la colección del Palacio Ducal; también debía decorar las paredes de la Sala del Consejo, que fue afectada por un incendio en 1577 y ya no queda rastro de su labor. Demasiado trabajo. Claro que tenía asistentes, pero el responsable y el creador era él.

Bellini, Alegoría cristiana o El Purgatorio, 1490-1500


Bellini, Pala de San Zacarías,
1500-1505

El precio de la fama es muy alto: Giovanni era requerido por todos. Era el mejor de Venecia. Y parece que no sabía decir que no.

¿Se le puede decir que no a una marquesa con mucho poder y que colecciona obras de grandes artistas? No, Giovanni no podía decirle que no a Isabella d’Este.










Leonardo, Isabella d'Este,1500

Isabella era marquesa de Mantua. Era una mujer cultísima, con una educación exquisita y con mucha habilidad para la política. Encarnaba en ella el espíritu del Humanismo renacentista. Su “studiolo” era famosísimo. Se decía que tenía el mejor arte antiguo y de la época. Contrataba a los mejores artistas para enriquecer su colección y, de paso, promocionarlos. (Un “studiolo” era una habitación privada para la lectura y el estudio; ella lo usaba para mostrar su colección de arte y como escritorio.) La lista de los artistas era envidiable: Giorgione, Tiziano, Mantegna, Perugino, Rafael, Miguel Ángel, CorreggioBotticelli no aceptó. Se dice que Leonardo tampoco.





 A través de su embajador, Vianello, Isabella le pidió a Bellini en 1501 “una storia antica”, un cuadro de pintura mitológica, a la manera de Mantegna. Bellini aceptó y ella le pagó por adelantado 25 ducados. Probablemente, algo ofendió a Bellini: se excusó diciendo que él no era Mantegna, que no lo haría bien y, si accedía, lo haría con pocas ganas. Es que él pintaba sólo temas religiosos. La marquesa accedió entonces a que le pintara un cuadro de un “presepio”, una Natividad. Sin embargo, no contenta con esto, quizás para asegurarse del resultado o por ser la que pagaba la obra, comenzó a pedir la inclusión de determinados personajes. Primero quiso un San Juan Bautista adulto; más tarde, que quería un paisaje y “otras fantasías”. Fueron 2 años de correspondencia de dimes y diretes. Finalmente, Bellini colocó, además de la Virgen y el Niño, el San Juan Bautista que le exigía Isabella y un San Jerónimo. Lo terminó en 1504, pero ella no quedó satisfecha y quiso que le devolviera el dinero por el retraso. Bellini no podía aceptar semejante cosa, el cuadro estaba terminado y había aceptado sus sugerencias. Su embajador termina por convencerla de que acepte el cuadro. El cuadro se ha perdido. Sin embargo, aparece mencionado en el inventario de los bienes de la marquesa, en 1527, con un San Juan Evangelista y Santa Catalina.

Nash, El studiolo de Isabella d'Este, 1808


Con Perugino tuvo mejor suerte. En las cartas le indicaba modificaciones con todo detalle y dibujos. Por contrato se le permitió que cambiara cosas sin importancia, pero no agregar nada por su propia voluntad. Enviaba a sus agentes para que controlaran el proceso y revisar que se cumpliera con lo que había pedido. Perugino no la contradijo.

Perugino, El combate entre el Amor y la Castidad, 1503


¿Por qué estas diferentes actitudes de los artistas para con ella? Isabella tenía sus exigencias, era la que pagaba. Pero aquí hay algo más. Isabella representa en toda esta historia al tipo de mecenas o donante medieval que estipula lo que quiere a un artesano. El artista, para muchos, no era más que eso, como lo podía ser un panadero, un zapatero o un herrero. Quiere asegurarse por contrato de tener lo que quiere. Algunos artistas, todavía acostumbrados a la manera de hacer medieval, aceptaban el encargo con todos estos requisitos.

Costa, Alegoría de la corte de Isabella d'Este, 1505


Por el contrario, otros, como Bellini, sabían que ellos eran algo más que un artesano al que se le encarga un producto. Era la época en que los artistas comenzaron a tomar consciencia de su importancia, de su labor como intelectuales, de su genialidad. Leonardo, Miguel Ángel, Rubens o Velázquez (un siglo más tarde) lucharon por ese reconocimiento. Independientemente de que Isabella fuera arrogante, exigente o quién sabe qué cosa más, la historia del cuadro perdido de Giovanni Bellini para Isabella d’Este es una prueba más de esa lucha por ser aceptados como lo que eran: artistas.

 

  Fuentes: Fry, R. Giovanni Bellini. Miami, Hardpress Publishing, 2014

Wittkower R. y M. Nacidos bajo el signo de Saturno. Madrid, Cátedra, 2020



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