Edvard Munch, El baile de la vida
Munch es uno de los pocos artistas de la Historia de la Pintura que tiene
un emoji. Creo que no hay nadie que no conozca “El grito”, aunque no sepa quién
lo pintó o, incluso, que sepa que está sacado de un cuadro. Hablamos de esta
obra por aquí, hace un tiempito.
Pero, si bien representa perfectamente la personalidad de Munch (y hay que
decirlo: que muestra cabalmente las neurosis de nuestra época), su obra no se
reduce sólo a un fiordo en llamas y una cabeza de alien gritando desesperado.
Munch era noruego, con todo lo que eso significa. Los inviernos largos,
oscuros, helados, y el sol pálido del verano te van moldeando el carácter de a
poco. Pero, además, en su caso, él tuvo que lidiar con la amenaza de la muerte,
que le arrebataba uno a uno a sus seres queridos.
Si es cierto que la Pintura refleja el alma del pintor, esta idea se puede
aplicar perfectamente en el caso de Munch.
Sus obras tienen esa melancolía propia de los paisajes nórdicos más el
agregado de su experiencia con la muerte. ¿Esperanza, alegría de vivir? No,
mejor busca por otro lado: aquí no la encontrarás.
Sin embargo, este cuadro que te presento hoy (que no es el único: ha hecho
unos cuantos sobre este tema) tiene toda la intención de ser alegre. ¿Alegre,
Munch? ¿Seguro? Tú me dirás.
En la presentación de este mes te muestro una de las versiones de “La danza
de la vida”. Dime qué te parece. ¿Te esperabas algo así de parte de Munch?
Te invito a contemplar este cuadro… Te espero por allí.
Fuentes: Argan,
G.C. Die Kunst des 20. Jahrhunderts
1880-1940. Berlin, Propyläen V., 1990
Bassie,
A.-Ingles, E., Edvard Munch. New York, Parkstone International, s.f.
Honour, H.-Fleming, J. Weltgeschichte der Kunst, Munich, 1983
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