Van Gogh, Almendro en flor, 1880 |
Hemos vuelto a la cocina. No, qué va. Hoy el asunto tiene que ver con los colores pasteles. Ah.
(Imagen: natalia-salazar.com) |
¿Por qué los llamamos así? Claro, sí, azúcar glasé, crema coloreada, sobre una rica torta… Son colores claros. Mezclas el colorante comestible con el azúcar o la crema y ves cómo el color bien vibrante del pigmento se va volviendo en “pastel”, el color de los pasteles. ¿Será por eso que los llamamos así?
Ay, no. Es pura coincidencia. “Pastel” es una palabra que viene del latín
“pastillum”, diminutivo de “pasta”. “Pasta” en latín es una masa de harina, una
pasta, bah. (Que no, los fideos con salsa, no, aunque también son "pasta" amasada.) Y “pastillum” es una masa
chiquita, un pancito, una tortita. Nuestra palabra “pastel” viene hasta
nosotros desde ese “pastillum”, pasando primero por el francés.
¿Y cómo puede ser que esos colores claros terminen llamándose así? Pues,
bueno, por otro tipo de pasta, que nada que ver con las tortas. Hacia el sg. XV
se comenzaron a usar las barritas de tizas de colores (lo vimos por aquí). Para
fabricarlas, había que hacer una pasta con el pigmento bien molido, yeso y goma
arábiga: una “pasta chiquita” y, por asimilación con las masas comestibles, los
pastelitos, se los llamó así. No tienen colores saturados: pierden su fuerza al
ser mezclados con el polvo blanco del yeso. Ese tipo de color pasó a llamarse
“pastel”, precisamente, porque eran los de esas barritas.
(Imagen: C. del Rosso) |
¿Y qué son los “colores pasteles”? Son colores de baja
saturación/intensidad y de valor alto o luminosidad alta (esto lo vimos por aquí y aquí). Las dos cosas juntas. Sí, porque hay colores de baja saturación
que no son luminosos. P.ej.: un burdeos es un rojo con baja saturación, pero no
es luminoso (decimos: de valor bajo). En cambio, un rosa es un rojo de baja
saturación y con valor o luminosidad alta.
(Imagen: C. del Rosso) |
El apogeo de estos colores se dio en el Rococó. Curiosamente, también es la época del florecimiento de la técnica del pastel tiza. La moda, la decoración de interiores, la vajilla, hasta la gastronomía se llenó de colores claros, suaves, muy femeninos. Imagínate una caja de macarrons… (aunque estas galletas ¡son mucho más antiguas!). Ahí está todo el espíritu del Rococó (y de los colores pasteles).
(Imagen: Wikipedia) |
Carriera, María Teresa, Archiduquesa de Habsburgo, sg. XVIII (pastel) |
¿Por qué se dio así? Bueno, primero porque los nuevos tintes posibilitaban esos colores en las telas. Y una tela clara, que se ensucia como nada, revela que tú no haces nada, no cocinas, no limpias, no andas por los caminos, o sea, eres una gran dama o un gran señor. Y como ha pasado tantas veces en la Historia, una nueva técnica industrial posibilita la expresión del sentir de una época. El Rococó es evasión, sumergirse en una nube dulce y alegre para no ver lo que está pasando a tu alrededor, que puede llegar a ser muy terrible y mejor no enterarse de nada. (¡Te debo un artículo sobre el Rococó!)
Y para oscuridades, ya tenían bastante con las del Barroco (lo vimos por
aquí) y fue una reacción lógica aclarar la paleta en la Pintura.
Fragonard, El columpio, 1775 (Imagen: National Gallery, USA) |
Todo color puede convertirse en pastel si le añades una buena dosis de blanco: un rosa, un celeste, un verde menta, un lila, el color salmón… Todos expresan alegría, inocencia, ingenuidad: no son colores densos, tremendos o potentes. Son pura suavidad. Y por supuesto, cada uno de ellos tiene su propia personalidad.
El rosa alude a lo femenino, a lo dulce, a lo perfumado. El celeste, al
cielo, al aire, a la confianza, a la pureza… Un verde menta es pura frescura (¡piensa
en el dentífrico!) y así podríamos seguir con todos. Todos tienen en común que
provocan emociones positivas. No se ciernen sombras con ellos.
Y es por eso que en épocas oscuras, de recesión o guerras, estos colores
vuelven a aparecer en las paredes de las casas o en los desfiles de moda. Son
los preferidos de los asesores de marcas: te garantiza la aceptación inmediata
del consumidor.
¡Cuántos secretos encierran los colores! ¿Te lo habías imaginado?
Van Gogh, El Jardín de Daubigny, 1890 (Imagen: Van Gogh Museum) |
Fuentes: Dittmann, L. Farbgestaltung und Farbtheorie in
der abendländischen Malerei.
Darmstadt, WBG, 1987
McCloud, K. Choosing Colors. New York, Watson-Guptill,
2003
St. Clair, K. The secret life of color. New York,
Penguin, 2016
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