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jueves, 30 de junio de 2022

El arte degenerado

 


Marc, Mandril, 1913


Los nazis y el arte de vanguardia

 

¿Oíste hablar de la exposición “Entartete Kunst”? Esto se traduce al español usualmente como “arte degenerado”. O “depravado”.

Se refiere a una exposición que organizaron los nazis para denigrar al arte de vanguardia, el arte de sus contemporáneos, porque no estaba a la altura del ideal estético-cultural del régimen nazi. O porque era arte de judíos o de minorías no arias. En la lista de esos artistas degenerados, según ese criterio, aparecían nombres como el de Picasso, Marc, Kandinsky, Klee… (¿Te acuerdas de lo que hablábamos el jueves pasado acerca de la Escuela Bauhaus? Si te lo perdiste, lo tienes por aquí.)

Poster, Exposición Entartete Kunst, 1938



Picasso, Mme. Picasso con niño, 
1918

Hitler soñaba construir en Linz
una ciudad- centro cultural del mundo, en donde exponer todas las obras maestras de la Humanidad, que, por supuesto, saquearía en sus campañas militares, emulando a Napoleón. Mientras la guerra escalaba, él planificaba esta ciudad con maquetas y mapas. Era su revancha por no haber sido aceptado en la Escuela de Bellas Artes. Y mientras tanto, el saqueo de obras ya había empezado: según una “wishlist” (sería mejor en este caso decir en buen alemán una “Wunschliste”) iban eligiendo qué robar en cada lugar (vimos algo por aquí).







Feininger, La dama en malva, 
1922

Había que dotarle a la “nueva Alemania” un nuevo arte
, un nuevo ideal estético, algo que sentara las bases para el espíritu de esa nueva gran nación. Aceptable era todo lo que fuera clásico, realista/figurativo, armonioso y equilibrado. Clásico en el sentido del arte de Grecia y Roma. Y por supuesto, las obras de artistas románticos, que exaltaban el sentimiento nacional, también eran aceptadas (lo vimos por aquí).

Apenas nombrado canciller en 1933 creó la Unidad de Combate por la Cultura Alemana. Unos meses más tarde, se organiza la Cámara de Cultura del Reich, que tenía como objetivo controlar la prensa, el teatro, la literatura, la radio, el cine, el arte en general. Como verás, nada de creatividad, modernidad o de artistas disidentes. El arte moderno era para las autoridades nazis la demostración de la depravación de las almas de esos artistas, quienes pretendían extender esa degeneración al resto de sus compatriotas. La misión del arte, para Hitler, no consistía en fomentar la podredumbre o mostrar al ser humano en su más sórdida expresión, sino elevar el espíritu a través de la belleza y la armonía. Los artistas de vanguardia sólo demostraban en sus obras que están locos y su lugar era el manicomio. Fueron perseguidos, quitados de sus cargos docentes o se les prohibió seguir pintando o exponiendo (como le pasó a Nolde, lo vimos por aquí). Muchos optaron por el exilio, como los profesores de la Bauhaus.

Nolde, Máscaras, 1911



Gauguin, 2 mujeres (Flores en el pelo)
1902

Se sucedieron “actos de purificación”,
un gran eufemismo para nombrar sin problemas la quema de aquellas obras que se consideraran depravadas. Y no sólo pinturas, sino también libros, partituras, estatuas, todo aquello que no encajara dentro de los parámetros establecidos.









Kirchner, Escena de calle, Berlín, 1913

Una parte importante de este proyecto fue la Casa del Arte Alemán en Munich, un museo en el que se consagrarían los mejores ejemplos del arte de la nación, mejores, según los criterios de Hitler, está claro. Él mismo donó unos 60000 marcos (un dineral, alrededor de 755000 euros actuales) para contribuir con el desarrollo de este museo. En julio de 1937 se inauguró con toda la intención de ser ejemplarizante y didáctico y de promover el arte que los nazis consideraban excelso y bello. A los artistas que participaron, fieles al régimen, nadie los recuerda hoy en día. Visitaron la exposición unas 60000 personas.






Pero no se conformaron con esto: también se puede ser didáctico por comparación o contraposición de lo bueno y aceptable con lo malo y denigrante. Justo enfrente, en el antiguo Instituto de Arqueología de Munich instalaron otra exposición el 19 de julio, pero esta vez de “arte degenerado”, con toda la intención de denigrarlo y ridiculizarlo. Fue organizada por Goebbels y Ziegler.



En junio Hitler había firmado el decreto que autorizaba confiscar todas las obras de vanguardia con la justificación de que este tipo de arte atentaba contra la familia y a la religión, alentaba la lucha de clases y la corrupción moral. En 2 días, con eficiencia alemana, los agentes de la Cámara de Cultura requisaron 16500 obras en 32 museos. Por supuesto, documentaron por escrito el detalle completo de cada una de ellas, para darle un viso legal; muchas con su destino ya predeterminado (lo puedes consultar aquí). De todas ellas se seleccionaron 650 obras, entre pinturas, grabados y esculturas, de 112 artistas para ser mostradas al público.

Macke, Jóvenes bajo los árboles, 1914


No hubo inauguración ni ceremonias de ningún tipo. Debía de quedar muy claro que las autoridades no apoyaban este tipo de arte.

Los cuadros estaban amontonados, en evidente descuido, con carteles, ideados por el mismo Hitler, con leyendas con burlas hacia la obra en cuestión o que mostraban el elevado precio por el que se habían comprado, usando fondos estatales (con toda la intención de que el público se enfadara, ante la crisis económica que se estaba viviendo). Las salas eran estrechas, agobiantes y en penumbras, pues cubrieron con cortinas negras las ventanas para que no entrara la luz del sol. La exposición estuvo abierta durante 4 meses e itineró a otras ciudades, para que toda Alemania se burlara de este tipo de arte. Pero produjo el efecto contrario: asistieron 2 millones de visitantes.



Entre los artistas llamados depravados se encontraban Cézanne, van Gogh, Gauguin, Munch, Picasso, Chagall, Léger, Mondrian, Matisse, Modigliani, Braque, De Chirico, Rouault, Vlaminck, Dix, Grosz, Liebermann, Klee, Kokoschka, Jawlensky, Kandinsky, Beckmann, Corinth, Ernst, Feininger, Pechstein, Modersohn-Becker, Kirchner, Schmidt-Rottluff…

Dix, Autorretrato como soldado, 
1914


Luego de la exposición, en 1939, se hizo una subasta en la Galería Fischer de Lucerna. En Suiza, por su tradición de país neutral, tenían todo el campo libre para la compraventa de las obras confiscadas. Era la manera perfecta de conseguir dinero en moneda extranjera para financiar la guerra y para los bolsillos de los organizadores. Se transaban a precios altísimos y en muchos casos se sabía perfectamente quién era el dueño, con lo cual la cosa no era muy limpia que digamos. Goering se reservó unas cuantas para su colección personal (que una cosa era lo que decía Hitler y otra…). Y también hubo unos cuantos ingleses y americanos que no quisieron perder la oportunidad.  Recaudaron alrededor de 115000 dólares. Lo que no se vendió fue quemado en un “acto de purificación”: 1004 pinturas y 3825 dibujos, grabados y acuarelas.



Jawlensky, Española, 1913

Muchos de los cuadros
que fueron adquiridos en la subasta están actualmente dentro del programa de devolución de las obras incautadas por los nazis. En algunos casos es muy difícil rastrear y encontrar a sus dueños. Y esto no significa que todas esas pinturas sean candidatas a ser restituidas, pues se debe comprobar que la confiscación o venta haya sido ilegal. Hace unos años se encontró una lista en manos de la familia Gurlitt (uno de los marchantes que se ocuparon de comercializar los exponentes de “arte degenerado”) y también varias pinturas en su colección que podrían provenir de la exposición “Arte degenerado”. Sin embargo, de todas ellas, hasta ahora se han reconocido sólo 14 como parte de dicha muestra y, al parecer, Gurlitt las habría comprado legítimamente.



Las obras de arte que fueron destruidas no se recuperarán, lamentablemente. De algunas quedan fotografías: muchos dicen que no valían la pena y que no hemos perdido nada. Los nazis se encargaron de resguardar aquello que realmente tenía valor, eso lo sabían muy bien. Pero lo que sí perdimos, como ocurre siempre con este tipo de censura y destrucción, es un trozo de libertad, un trozo de libertad creativa.


Fuentes: Charney, N. Stealing the mystic Lamb. New York, Public Affairs, 2010

Charney, N. The museum of lost art. London, Phaidon, 2018

Solé, J.M. “Arte degenerado: la obsesión de Hitler”. Descubrir el Arte

Madrid, Grupo Unidad Editorial, nº 114, sept. 2007, pag 66 ss.

 

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