(Imagen: C. del Rosso) |
No siempre se cumplen 200 años.
En los lejanos tiempos de 1819, Fernando VII, siguiendo los pasos de otras
casas reales, inauguró el Museo Real de Pinturas, donde el público podía
acceder a la colección de arte de la Corona. La gente lo llamaba el Museo del
Prado, por el lugar donde está situado, y así se fijó el nombre hacia 1920.
Velázquez, Las Meninas, 1656 |
Siempre se aprende algo en el
Prado, siempre hay que volver. Es como una casa en la que vas a encontrarte con
amigos de toda la vida. Hacía bastante que no iba, hay tanto por ver en la
ciudad… Y pensé: “Está de cumpleaños, hay que celebrarlo”.
Me largué una mañana, pensando en que, si llegaba temprano, me evitaría las colas de los turistas. No: había una cola inmensa. Se movía bastante rápido, pero aún así fueron 20’. Error: la próxima, sacar entradas online.
Me quise centrar en la colección
permanente. Sabiendo que no iba a poder verlo todo, tomé un plano y marqué las
salas que me interesaban ver sí o sí. Había leído por ahí que estaban expuestas
esculturas de Giacometti, junto a cuadros emblemáticos del Museo; tuve
curiosidad por ver qué impacto me producían. Interesante, y no mucho más. Las
esculturas dialogan con Las Meninas,
con El lavatorio de Tintoretto, con
El Greco o Tiziano. Muy poca gente les prestaba atención. Es que son cuadros
demasiado potentes, siempre salen ganando.
Tintoretto, El lavatorio de los pies, y Giacometti, Mujer de Venecia (Imagen: Museo del Prado) |
Tintoretto, Veronese, Tiziano…
Redescubrir a Rubens: Las tres Gracias,
El jardín del amor… o San Jorge
(lo vimos aquí).
Rubens, El jardín del amor, 1632 |
Es una pena que cuadros tan gigantescos no se puedan apreciar
cabalmente: el reflejo de las luces no permite ver su parte superior. Más de
pintura flamenca: van Dyck, Jordaens y La
familia del pintor.
Jordaens, La familia del pintor en el jardín, 1621 |
No se puede ir al Prado sin
visitar al gran maestro Velázquez. Las
Meninas siempre te dice algo nuevo. O Las
Hilanderas. Para mí Las Meninas
es el mejor cuadro de la Historia de la Pintura. Pero veo Las Hilanderas y comienzo a dudar. Supongo que éste último no sería
posible sin el otro. Cómo describirte la situación: niños de colegios,
turistas, todos a los gritos, guardias sobrepasados. Me costó mucho llegar
hasta el cuadro y poder contemplarlo de cerca. De lejos, imposible. Así y todo,
le descubrí nuevos detalles. Velázquez me volvió a enseñar algunos de sus
trucos. Huí hacia otra sala: Goya, La
familia de Carlos IV, otro cuadro potente, que no se entiende sin Velázquez
(también rodeado de mucha gente).
Goya, La familia de Carlos IV, 1800 |
López Piquer, Isabel de Braganza como fundadora del Museo, 1829 |
Oh, la recreación del Gabinete de
Descanso de sus majestades. Llenísimo: pude darle sólo una ojeada rápida. No
importa, estará hasta noviembre. Era una
pequeña sala donde los reyes podían retirarse un rato a descansar (ya quisiera
una…). Han tratado de recuperar la disposición de los cuadros que había
originalmente, con las paredes rojas, bien rojas, y banquetas. Al lado, una
salita escondida para la higiene personal (con el inodoro original de Fernando
VII). Allí puedes ver el cuadro de López Piquer con María Isabel de Braganza como
fundadora del Museo, señalando el edificio y con los planos de las salas sobre
la mesa. (Lamentablemente no dejan sacar fotos. Y no entiendo por qué).
Seguí con Murillo, La familia del pajarito (lo vimos aquí). Y un poco de pintura francesa del XVIII: Boucher, Watteau y Vernet. El primero, con sus colores pasteles de siempre; un Watteau que representa una fiesta campestre con figuras diminutas y, el último, una vista de Sorrento magnífica de Vernet.
Watteau, Fiesta en el parque, 1712 |
Mengs, María Luisa de Borbón, 1770 (Imagen: Museo del Prado) |
Luego, un ratito para ver a Tiépolo
con su Entierro de Cristo: un Cristo
lívido, gris, exangüe, y un contrapunto de rojo y azul en las túnicas de los personajes. Mengs: impresionante, un retratista increíble. Tuvo
muchísima influencia en Goya: creo que, si me das a elegir, me quedo con Mengs.
Es simplemente perfecto: manos, miradas, los pliegues de los vestidos, el
cabello… ¡Mira esas puntillas!
De vuelta a ver Las hilanderas, con la esperanza de
poder acercarme un poco más al cuadro. Había un artista copiándolo (qué
envidia). Lo tenía bastante avanzado. La sala estaba llena de niños, sentaditos
en el suelo y hablando a los gritos. Nuestro copista no se podía concentrar,
apenas si dio 2 pinceladas. Pero a los niños les gustaba mucho verlo pintar y
le preguntaban qué era lo que estaba haciendo y él les explicaba con mucho
cariño y paciencia.
Velázquez, Las hilanderas, 1657 |
Me había puesto como límite 2
horas, un tiempo prudencial para mis escasas energías. Decidí cambiar el plan
original e ir a ver algunas obras que no suelo mostrar a la gente a la que
llevo de visita al museo (¡con la esperanza de encontrar esas salas vacías y en
silencio!). Directo a la pintura holandesa, a la 2da planta. No es el fuerte de
la colección, por razones históricas. Como tampoco hay mucho de pintura
inglesa, por lo mismo.
Vernet, Vista de Sorrento, 1775 |
Rembrandt, Judith en el banquete de Holofernes, 1634 |
Había poca gente en estas salas.
Se podía ver tranquilamente las obras, en silencio. Ahí me enfrenté a
Rembrandt, a su Judith.
Claesz, Bodegón con copa roemer, tazza de plata y panecillo, 1637 |
Me detuve en
los bodegones de Claesz (¡esos pancitos!), de Clara Peeters (que ya los había visto en su
exposición: te lo conté aquí)
y los cuadros de animales de de Vos: peleas de
gatos y perros haciendo desastres en las despensas.
de Vos, Pelea de gatos en una despensa, 1630 (Imagen: Museo del Prado) |
¿Y éste de Snyders? ¡Precioso!
También se pueden ver en esas salas las alegorías de los 5 sentidos que pintaron a dúo
Brueghel y Rubens.
Snyders, Concierto de aves, sg. XVII /Imagen: Museo del Prado9 |
Ya era hora de ir terminando.
Bajé y me fui directamente a ver el resto de pintura francesa, Lorena y
Poussin. A éste lo vi muy rápidamente, sus obras no me llamaron la atención. Le
dediqué más tiempo a Lorena y a sus atardeceres, paisajes lánguidos, ruinas…
Unos turistas franceses copaban la sala.
Lorena, Paisaje con San Onofre, 1638 (Imagen: Museo del Prado) |
Caravaggio, David y Goliath, 1600 |
En la de al lado, Caravaggio…
Esta vez no llegué a ver el resto
de la obra de Goya, ni Ribera, ni La Tour, ni Zurbarán, ni Durero ni El Bosco
ni…
Ya saliendo, me puse a conversar con uno de los guardias. Me dijo que la mejor hora para ir es al mediodía: los turistas se van a comer y no hay colegios a la vista. Y, efectivamente, al salir, no había cola, ¡no había nadie esperando para entrar! (Así que ya sabes…)
Tiepolo, Entierro de Cristo, 1772 (Imagen: Museo del Prado) |
Tendré que volver pronto. Los
festejos por los 200 años siguen. Hace unos días se ha inaugurado una
exposición sobre la Anunciación de
Fra Angelico, otra de las joyas de este museo. Supongo que atraerá mucho
público, tendré que organizarme mejor. ¿Lo lograré?
Paseo del Prado (Imagen: C. del Rosso) |
Si quieres pasear por el Museo del Prado, pincha aquí para entrar a su web.
Si quieres saber más sobre este
museo, puedes leer este post anterior:
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