Dalí, Los 3 gloriosos enigmas de Gala, 1982 |
Dalí y Antoni Pitxot
Dalí, fotografiado por Allan Warren, 1972 |
Si te digo “Dalí”, seguro que te viene a la mente un señor con bigote estrambótico, modelado con gomina hasta más no poder, ojos delirantes… Extravagante, ambiguo, contradictorio y un talento especial para la Pintura: todo eso era Dalí.
Fue labrando su fama poco a poco, a fuerza de delirios construidos muy
racionalmente. Fue surrealista de la primera hora (te lo expliqué por aquí),
pero muy pronto lo echaron del grupo por no ser comunista como el resto (y
tampoco él hizo mucho esfuerzo por quedarse). Era un espíritu libre y esas
cosas no iban con él.
Quiso acoplarse a la fama de Picasso. Éste lo ayudó tanto como pudo, pero
parece que Dalí no fue lo suficientemente agradecido (o a Picasso no le alcanzó
el agradecimiento mínimamente expresado). Dalí se hizo un hueco en la farándula
y el ambiente artístico de Nueva York. Comprendió perfectamente que su ascenso
como artista dependía de sus extravagancias publicadas en los medios.
Dalí, Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas, 1972 |
Dalí, Según la Cabeza de Giuliano di Medici, 1982 |
Y entonces, aparece el nombre de otro personaje: Antoni Pitxot. ¿Quién era?
Era el sobrino de un artista catalán, Ramón Pitxot, muy relacionado con la
familia de Dalí. Lo conoció cuando invitó a dicha familia a conocer su taller.
Le ofreció a Antoni que fuera a trabajar allí. Iba 3 veces por semana, hasta
que en 1966 se instaló a vivir con ellos. Dalí le promocionó su carrera y le
pidió que lo ayudara con el proyecto de su casa-museo de Figueres. Al morir
Dalí, Pitxot fue el albacea de sus bienes. De hecho, en el museo hay una sala dedicada
a su obra.
Pitxot, La alegoría de la memoria, 1979 |
Como te decía antes, a Dalí poco le importaba la autoría o no de sus
cuadros. Le daba igual firmar como suyo el cuadro de otro. Cuando el estado de
su salud y su tristeza por la pérdida de Gala le impidieron seguir pintando, Pitxot lo hacía por él y Dalí firmaba los cuadros que pintaba Pitxot. Bueno, sí, en
tiempos pasados era de lo más común que un ayudante pintara y el maestro
firmara, como marca de fábrica-taller. (Lo vimos por aquí.) Es lo que pasa con
Rembrandt, por ejemplo. ¿Tiene menos valor un cuadro hecho por un asistente,
pero firmado por el maestro? Si el maestro lo autentica de esta manera, es
porque el cuadro es bueno o porque considera que pertenece a su escuela. Sin
embargo, de hecho, por más que el maestro firme el cuadro, si se sabe que lo
hizo un alumno o asistente, inmediatamente baja de precio.
Dalí, Piedad, 1982 |
Dalí, Mercurio y Argos, 1981 |
Es otro estilo, “huele” distinto, aunque la temática siga siendo surrealista.
Y aquí comienzan los problemas. Estos cuadros ¿son falsificaciones? Pitxot pinta y Dalí firma. Dalí no tocó el cuadro en ningún momento, salvo cuando puso su nombre. ¿Debería haber firmado Pitxot? Lógicamente, sí. Pero ése fue el acuerdo, quizás tácito, entre los dos. Dalí lo permitió y Pitxot, también. ¿Son cuadros de Pitxot o de Dalí? Ya sé lo que estás pensando: de Pitxot. Y la firma del maestro, ¿no sirve para nada?
Pitxot, El encuentro del tiempo, 2005 (Imagen: Galería Iturria9 |
Sí, en tanto legaliza y encumbra la obra de su alumno. Pero todos sabemos
que él no lo pintó, que lo hizo otro. ¿Nos están engañando? ¿Cuál es la
intención de esta maniobra?
Si fue por engaño, porque Dalí no quería asumir que no podía pintar más, no
tuvo demasiado recorrido. Hasta el ojo menos experimentado se daría cuenta de
que son “Dalí” muy raros. Incluso, pensando en un cambio de rumbo, de
experimentación, sabemos que estaba muy enfermo y que no era posible.
Dalí, Según el Moisés de Miguel Ángel, 1982 |
¿Es otra acción de arte surrealista? Probablemente. Es una tentación muy
grande querer permanecer en el arte a través de un sucesor, más allá de la
enfermedad. Pero, lamentablemente, la Pintura en esto es muy traicionera: nunca
dos artistas pintarán de manera exacta el mismo motivo. Técnicas, destrezas de
la mano, el alma que la guía, son diferentes. Te lo digo yo, que lo veo día a
día cuando doy clases de Pintura con el mismo modelo para todos. Dejar que
Pitxot pinte por él es un intento muy burdo de eternizarse a través del alumno.
Pitxot tenía valor como artista por sí mismo. No necesitaba la firma de
Dalí. Siguió vinculado a la Fundación, a la vida del maestro, e hizo una
carrera propia sin ningún problema.
De nuevo. ¿Podemos decir que son falsificaciones? ¿Quién es el engañado, la
víctima? Sin duda, el espectador. Aquí no hay artista ofendido, de quien algún
otro saca provecho. Por lo que veo, aquí los dos ganan. Son falsificaciones
mutuamente consentidas.
Fuentes: Charney, N. The art of forgery.
London, Phaidon, 2015
De Diego, E. “Dalí, el marido de Gala”.
En: Descubrir el Arte, Madrid, ArtDuomo, 2007, nº 102
Maddox, C. Salvador Dalí. Köln,
Benedikt Taschen, 1992
Varios. Dalí: una exposición histórica. Descubrir
el Arte. Madrid, ArtDuomo, 2013, nº 170
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