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jueves, 25 de mayo de 2023

Estas bromas no se hacen


Sickert, Maple Streeet, Londres, s.f.


Walter Sickert y Jack el Destripador

¿A qué viene Jack el Destripador en un blog sobre Pintura? Ni te lo imaginas. La verdad sea dicha: la Historia de la Pintura da para esto y mucho más.

Primero de todo, ¿conoces a Walter Sickert? Nunca te hablé de él y no es muy conocido, al menos entre la gente de habla hispana.

Sickert, Café des Tribunaux, Dieppe,
1890
Fue uno de los grandes pintores impresionistas ingleses; fue alumno de Whistler (te lo expliqué por aquí). En realidad, era alemán, pero vivió en Inglaterra toda su vida. Al principio quiso ser actor, pero al tiempo decidió dedicarse a la Pintura (y ya verás que esto del teatro tiene mucho que ver con lo que te voy a contar). Por recomendación de su profesor, conoció a Degas y a Manet en París. Gracias a ellos aprendió a pintar al aire libre y a usar la fotografía como auxiliar.








Sickert, The Old Bedford, s.f.
Comenzó pintando a la manera de su maestro, con capas muy delgadas de pintura y siempre sobre pintura húmeda. Luego, al tomar contacto con los impresionistas franceses, se puso a pintar con muchísimo empaste, con mucha textura. La influencia de Degas se ve en sus pinturas de interiores de teatros. Pero, a diferencia de sus colegas franceses, su pintura era oscura, sombría, con temas sórdidos. Le interesaba retratar a los personajes de los suburbios, a los trabajadores, prostitutas, el bajo mundo.







Sickert, Churchill, 1927

Fue un gran profesor
e influyó muchísimo en las generaciones posteriores. Incluso fue profesor de pintura de Churchill (te conté algo por aquí) y hasta le hizo un retrato (con mejor suerte que el de Sutherland). A los 66 años sufrió un derrame cerebral y desde entonces necesitó de la ayuda de su esposa y de sus ayudantes para poder pintar.

Como a todos los ciudadanos ingleses de su época, la noticia, en 1888, de los asesinatos de 5 mujeres, con la misma “marca de fábrica” (corte en la garganta y víctimas destripadas), a Sickert lo dejó asombrado e intrigado. Nadie sabe hasta hoy quién fue realmente el asesino; el nombre de “Jack el Destripador” es una manera de darle una identidad. No es un “caso cerrado”. Parece ser que Sickert era muy bromista y le encantaba ser el centro de la atención en las reuniones: se lo pasaba diciendo que él era el asesino. Nadie le creía, porque todos lo conocían, pero parece ser que lo escenificaba muy bien. Él pintaba cuadros muy tétricos, ¿sería él realmente el asesino? Quedaba la duda flotando en el aire.

Sickert, La habitación de Jack
el Destripador, s.f.

Una vez, estando en un hotel,
la dueña le comentó que su habitación había sido ocupada por el asesino: un extraño estudiante de veterinaria, que no duró mucho en el hotel, pues sus padres vinieron a buscarlo y lo internaron en un hospital psiquiátrico. ¿Verdad? ¿Leyenda urbana? La cuestión es que Sickert no dudó en pintar la habitación. Un punto más para sospechar de él.

En 1907 otro asesinato conmovió a la opinión pública de Londres: una prostituta apareció muerta, también con el cuello cortado de lado a lado. En la prensa se lo llamó “El asesinato de Candem Town”. Todos lo relacionaron con el tal Jack (que quién sabe cómo se llamaba en realidad). Sickert, que era de pintar varios cuadros con el mismo tema, se dedicó a representar a una mujer desnuda sobre la cama y un hombre sentado, atribulado. Le puso como título “¿Qué vamos a hacer con el alquiler?”, también lo llamó “Tarde de verano” y otras veces lo expuso como “El asesinato de Candem Town”, sugiriendo que el hombre había matado a la mujer o estaba por matarla. Otra costumbre de Sickert: cambiarle el título a sus cuadros según necesidad. Cada título sugiere una historia totalmente diferente para una misma escena.

Sickert, El asesinato de Candem Town/ ¿Qué vamos a hacer
con el alquiler?/Tarde de verano, 1906, nº1 de la serie


Bueno, al artista le gustaba pintar estas cosas. Y dio pie a que lo involucraran en serio en la investigación. No Scotland Yard, sino estudiosos posteriores a 1970. Resolver el caso de Jack el Destripador adjudicándole a Sickert la autoría o la colaboración necesaria es una tentación muy grande. Incluso, este caso se asoció con un intento de conspiración política y, naturalmente, el pintor tenía que estar involucrado.

Sickert, El asesinato de Candem Town/¿Qué vamos a hacer
con el alquiler?/Tarde de verano, 1906


Sickert, Aburrimiento, 2da 
versión, 1914

El caso es que el artista,
cuando ocurrieron los hechos, estaba en París. De eso no hay duda.

Otros dicen que era un misógino total y que por eso se deleitaba pintando esas cosas. Pero se casó 3 veces… Otros comentaron que cuando pintaba su serie de los asesinatos de Candem Town se ponía un pañuelo rojo al cuello: en 1907, cuando los hechos habían ocurrido 19 años antes. Otros declararon que le encantaba disfrazarse como el asesino en las veladas, ¡en 1926!

Otros afirman que él es Jack porque conoce muy bien la escena del crimen. Sin embargo, la policía, al no poder resolver el caso, hizo circular fotografías, que llegaron a aparecer en los diarios y libros. No era nada extraño que él, como el resto de la opinión pública, conociera esos detalles.

En fin, un cóctel tremendo. Un pintor que queda fascinado por el tema de estos asesinatos, como a toda la gente de su misma época (y hasta el día de hoy); que le gusta hacerse el gracioso con estas cosas; pinta cuadros que sugieren tragedias y un submundo poco recomendable; le pone títulos ad hoc a sus obras, jugando con el misterio y el morbo de la gente. ¿Ironías? ¿Humor negro? ¿Afán de mostrar la podredumbre humana? Como quieras.

La cosa es que el caso sigue abierto y quién sabe si alguna vez se resolverá. Varios autores lo incriminan a Sickert directamente, sin demasiadas pruebas. El artista, con sus tomaduras de pelo, terminó relacionado post mortem con Jack el Destripador.

A veces, mejor no hacer bromas con ciertos asuntos.

Sickert, El pierrot de Brighton, 1915


 Fuentes: Pombo, G. El monstruo de Londres. La leyenda de Jack el Destripador. 

Montevideo, Artemisa, s.f.

Walther, I.F. Malerei des Impressionismus, 1860-1920. 

Köln, Benedikt Taschen V., 1996; tomo II

Vanderlinden, W. The art of murder



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