Matisse, La danza
Este mural ¿a quién te suena? Es un Matisse, seguro. ¿Lo conocías? No se ve
mucho por ahí, la verdad.
Matisse pintó muchas “Danzas” y ésta es la menos conocida, por razones que
te voy a contar más abajo. A ver, repasemos un poco.
Matisse, La danza, 1910 |
La más famosa es ésta. Un cuadro fabuloso por su composición y por la
elección de los colores. Las figuras están dispuestas en un óvalo, que sugiere
el movimiento circular de izquierda a derecha. Para evitar el vacío en el
centro hace que uno de los personajes se incline hacia adelante para agarrar la
mano de su compañero. Eligió el verde de los montes y el azul del cielo y,
según él, sólo le quedó el naranja para las figuras.
En cambio, en “Música”, las figuras son estáticas: quiso representarlas
como si fueran las notas en un pentagrama.
Matisse, Música, 1910 |
Melnikov, Serguei Schchukin, 1915 |
Se los encargó Serguei Schchukin, su mecenas ruso, para decorar su casa. Son de 1909, cuando Matisse ya era famoso y los fovistas de a poco iban buscando otros caminos. Para “Danza” hizo una 1ra versión que hoy está en el MoMA, con colores más suaves en las figuras.
Schchukin colgó “Danza” y “Música” en su casa de Moscú. Hasta que llegó la
revolución de 1917 y le confiscaron su colección. Hoy se encuentran en el
Hermitage de San Petersburgo.
Unos cuantos años después, en 1930, Matisse viajó a Tahití y pasó a ver a
su mecenas, el Dr. Albert Barnes. Éste le encargó un mural para su museo en
Lower Merion (Pensilvania). Barnes tenía una importante colección con obras de
Picasso, Cézanne, Renoir y, por supuesto, Matisse. Había hecho su fortuna en la
industria farmacéutica y en 1922 mandó construir el museo, con piedras traídas especialmente
desde Francia en 3 barcos.
Matisse, La danza, 1909 (1ra. versión, MoMA) |
Barnes no le indicó el tema, le dijo que pintara lo que quisiera,
“exactamente como si pintara para Ud.”.
El mural estaba destinado a la sala central del museo, con techo abovedado
blanco y 3 puertas de 6 x 2 metros, vidriadas, a través de las cuales se ve el
verde del jardín. El espacio que a Matisse le tocó decorar fueron las ojivas de
la parte superior de las puertas. En la pared opuesta hay una galería con
balcón desde donde se puede ver ese espacio. Las paredes entre las puertas
estaban destinadas a cuadros. En total, 13 x 3.5 m. Matisse tomó las medidas,
hizo un plano del lugar y volvió a Francia. Alquiló un antiguo y enorme galpón para
cine y allí se puso a trabajar.
Matisse, La danza, 1933, Barnes Foundation |
Estuvo 3 años tratando de encontrar la composición correcta. El problema
principal: acomodar la composición a la arquitectura y esquivar las sombras de
los montantes de las ojivas. Experimentó con papeles de colores durante esos 3
años (te conté algo por aquí); más tarde dispuso 5 telas de 3 metros para
bocetar. Tomó una caña de bambú con un carboncillo atado en la punta e hizo el
dibujo de una sola vez. Sólo después de estar seguro de la composición se puso
a trabajar en las telas originales. Su propósito era imitar la calidad de los
frescos de los prerrenacentistas italianos: ritmo, nada de modulación del
volumen con gradaciones de color y continuidad entre los 3 fragmentos del
espacio. Además, tenía que considerar que en la parte inferior se iban a colgar
cuadros de sus colegas y de él mismo: su trabajo no podía quitarle interés a
esas obras. Sin embargo, al poner el color, tuvo que rediseñar las formas de
las figuras para que tengan continuidad a pesar de la fragmentación que imponía
la arquitectura. No por nada tardó tanto.
Matisse bocetando su mural (Imagen: Barnes Foundation) |
En “Notas sobre ‘La danza de Merion’” cuenta:
“En cierta ocasión, mientras deambulaba frente a los setenta y dos metros
cuadrados de tela blanca destinados a convertirse en la decoración del doctor
Barnes, sin saber por dónde seguir trabajando, vi por casualidad una cuerda que
iba desde un tragaluz a un punto cualquiera de mi taller, apartándose y
proyectándose sobre mi tela y describiendo sobre ella una gran curva; en aquel
momento percibí la relación que existía entre aquella curva y el gran
rectángulo formado por las aristas de mi decoración”.
Consigue el efecto deseado en 1932. Pero cuando lo quiere instalar toma
consciencia de que no había tomado bien las medidas y tiene que rehacerlo todo.
Por eso, hay una 1ra versión en el Musée d’Art Moderne de París. Estaba
realmente muy agotado y enfermo, decide descansar. Retoma el trabajo en 1933 y
ya con una clara relación con la “Danza” que había pintado para Schchukin.
Matisse, La danza, 1932 (1ra. versión, Musée d'Art Moderne) |
Los críticos y amigos vieron esta relación inmediatamente y él no lo negó.
Picasso, Composición: Los campesinos, 1906 |
Lo instalaron en mayo de 1933. Barnes lo vio y quedó muy satisfecho. Cerró la sala y partió para Europa. Matisse quedó muy contento con el resultado: cansado y feliz. Había logrado lo que quería: la sensación de vuelo, de aire, de ritmo.
“En cuanto vi la decoración en su lugar sentí que se había desprendido
completamente de mí y que adquiría un significado distinto del que tenía en mi
taller, donde no era más que una tela pintada.”
En una conversación con Gaston Diehl dijo:
“Lo más importante era transmitir, en un espacio limitado, la idea de
inmensidad. Ésta es la razón por la que pinté personajes que no siempre están
enteros, la mitad de los cuerpos queda afuera. (..) Al pintar sólo un fragmento,
arrastro al espectador, por medio del ritmo, a seguir el movimiento del
fragmento que ve, de manera que tenga la impresión de la totalidad. (…)”
Matisse, Riffian sentado, 1912 |
En los pilares, entre las puertas, se encuentra un cuadro de Picasso y otro de Matisse.
¿Y por qué es tan poco conocido este mural?
Primero, porque está en un lugar fuera del circuito turístico. Y segundo,
porque Barnes concibió su museo con una Escuela de Arte adjunta. El Museo tenía
como prioridad ser fuente de estudio para estos alumnos; sólo estaba abierto al
público 2 días a la semana. Barnes dejó ordenado en su testamento que las obras
no fueran prestadas por ningún motivo, aun después de su fallecimiento. Pero,
claro, nadie iba a ver las obras, el edificio necesitaba refacciones y los
balances no cerraban. Fue muy grande la presión, durante años, para trasladar
las obras a la ciudad, a Filadelfia. Esto significaba quebrantar el estatuto y
el deseo de su fundador; tampoco los estudiantes estaban de acuerdo.
Finalmente, la colección pasó a la ciudad. Pero el mural sigue en Merion, el
lugar para el cual fue destinado desde un principio.
Fuentes: Essers, V. Matisse. Köln, Taschen, 2005
Matisse, H. Escritos y consideraciones sobre el
arte. Barcelona, Paidós, 2010
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