Sutherland, Sir Winston Churchill, 1954 (Imagen: Daily Telegraph) |
El retrato de Churchill
Hay muchas historias en la Historia de la Pintura: algunas tristes; otras, sorprendentes, y otras…extrañísimas. Y no hay que irse a épocas muy antiguas, para nada: la que te traigo hoy es una muy reciente.
80º cumpleaños de Churchill (Imagen: Infobae) |
Seguro que conoces a Winston Churchill (1874-1965), el primer ministro inglés que fue uno de los grandes protagonistas de la 2da Guerra Mundial, el de las grandes frases y el del puro. Resulta ser que la Cámara de los Comunes y de los Lores decidieron conmemorar su 80ª cumpleaños (1954) encargando un retrato suyo. Se hizo una colecta entre los parlamentarios para financiarlo. El cuadro se presentaría en una ceremonia de homenaje, que se trasmitiría por televisión. Se le regalaría además un libro con las firmas de todos los donantes y 140000 libras.
Sutherland, S. Maugham, 1949 (imagen:Tate Gallery) |
Había que encontrar a un artista adecuado. Pensaron primero en Herbert Gunn pero cobraba demasiado y se les iba del presupuesto. Alguien sugirió que fuera Graham Sutherland (1903-1980), un artista joven, que estaba abriéndose paso en el mundo artístico; había pintado el retrato de Somerset Maugham y no estaba nada mal.
(Imagen:Amazon) |
Sutherland aceptó el encargo. Debía pintar al Primer Ministro de cuerpo entero y debía estar terminado en noviembre de 1954; le pagaron unas 33000 libras. Churchill quiso que lo pintara con el uniforme de la Orden de la Jarretera, pero los parlamentarios se negaron: debía aparecer con el atuendo con que iba normalmente a las sesiones de las Cámaras. (Sutherland hizo un boceto de Churchill con ese uniforme, que se usó para la portada de un libro.)
El artista fue hasta la casa de campo de los Churchill en Chartwell para tomar apuntes del natural. Churchill posó al menos 3 veces para el cuadro. Aparentemente, por lo que cuentan los testigos, Churchill tenía muy buena relación con el artista.
El primer ministro era un aficionado a la pintura y no lo hacía mal. Adonde fuere, se llevaba los pinceles consigo. Llegó a pintar unos 500 cuadros; en 1921 expuso sus obras bajo seudónimo. Al final de su vida, se organizaron exposiciones en importantes museos o en la Royal Academy. Algunos se opusieron, pues el Primer Ministro era sólo un amateur, que pintaba como pasatiempo, y que se le daba esa oportunidad sólo por ser quien era. Pudo vender algunos de sus cuadros; una gran parte los regaló y el resto está expuesto en su casa de Chartwell. Cuando se reunió con Roosevelt en Casablanca en 1943, pintó este cuadro y se lo regaló al presidente americano. Esta obra tiene una historia muy curiosa, pues fue comprado en 2011 por Angelina Jolie y Brad Pitt para su colección (grandes admiradores de Churchill). El año pasado, ante su divorcio tan mediático, fue puesto en venta en subasta y alcanzó el precio récord de 8 mill. de libras).
Churchill, Torre de la Mezquita de Koutoubia, 1943 |
Sutherland, Estudio, 1954 |
En fin, parece que en las sesiones de posado ambos, retratado y artista, no se llevaban mal. Transcurrían a la hora de la siesta y el ex Primer Ministro se adormilaba en su sillón. Estaba muy intrigado por cómo lo representaría. Sutherland había puesto como condición que el cuadro sólo sería visto cuando estuviera terminado. Una vez les hizo un dibujo rápido para que tuvieran una idea de lo que estaba haciendo. Cuando finalmente el artista terminó su trabajo, les mostró una foto en blanco y negro del resultado: su esposa Clementine lo encontró muy parecido; su hijo Randolph quedó desencantado y el retratado… lo odió desde el primer instante; no quiso pasar a la posteridad de esa manera. (Conste que juzgaron la obra sólo por una foto…)
Sutherland, Estudio, 1954 (Imagen: National Gallery) |
Diez días antes de la ceremonia, Churchill le escribió a Sutherland para comunicarle que rechazaba el cuadro y conminándolo a que la obra no esté presente en el acto. Finalmente lo disuadieron, pues ya estaba comprometida la televisación. Churchill aceptó a regañadientes (y menos mal que era un homenaje para él…). En su discurso (puedes ver el video aquí) con su fina ironía comentó que su retrato muestra fuerza y franqueza y que es el mejor ejemplo de la pintura moderna. Todos los presentes captaron enseguida el sentido de las palabras de Churchill y se rieron.
Según el contrato, el cuadro debía permanecer en la galería de hombres ilustres del Parlamento después de su muerte, pero mientras tanto se le entregó como regalo (¿regalo de cumpleaños que él rechazaba?). Los Churchill lo llevaron a su casa en Chartwell. Clementine, celosa guardiana de la reputación de su marido, lo escondió en el desván. Churchill le hizo prometer a su esposa que el retrato “nunca más vería la luz del día”. Nunca más se supo del cuadro. Nunca aceptaron prestarlo para exposiciones y se sospechaba que éste ya no existía.
Churchill, Habitación en Breccles, Norfolk, 1920 |
Surherland,Estudio 1954 |
¿Tenía sentido destruirlo? No. Había sido visto por TV, le habían sacado fotografías, había aparecido la imagen en los periódicos… ¿Qué ganaba con destruir el cuadro? Si la idea era que no perdurara esa imagen débil y achacosa, ya era demasiado tarde.
¿Por qué esta reacción? Churchill se había sentido cómodo con el artista. Había visto algunos bocetos, le habían gustado y había tenido buenas conversaciones sobre arte con él. Sin embargo, al ver su retrato terminado, se sintió traicionado y decepcionado. Sutherland pintó lo que veía: un prócer de la historia contemporánea, avejentado, tratando de recuperarse de una hemorragia cerebral, débil, abandonado en su sillón. Churchill no pudo soportar que la posteridad lo recordara así. Su esposa, tampoco. Es el eterno problema del retrato: eres pintado como te ven los demás, como te ve el artista, no como te ves tú mismo. El retrato que Sutherland pintó lo enfrentó a su propia realidad: un cruel espejo.
Fuentes: Berthoud, Graham Sutherland: Una biografía. Londres, Faber & Faber, 1982
Charney, N. The museum of lost art. London, Phaidon, 2018
Soames, M. Clementine Churchill: La biografía de un matrimonio. Boston, Houghton Mifflin, 1970
Interesante > < jjj... ¿A eso no se le llama vanidad? Vaya con Mr. Churchill jjjjj
ResponderEliminarVanidad, no sé... rechazo a la vejez, quizás.
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