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jueves, 9 de junio de 2022

El artista endeudado

 

Vermeer, La lechera, 1657


Jan Vermeer en quiebra

 

Vermeer, el enigmático. Nos quedan pocas obras de él, unas 30 ó 36; de algunas ni siquiera se sabe con seguridad si son de su autoría. Sólo firmó 4 y el resto se le asigna ya sea por testimonios de otras personas o por rasgos de su estilo.

Ni siquiera sabemos cómo era físicamente. Lo vemos de espaldas en El arte de la Pintura; algunos creen que pintó su autorretrato en La alcahueta. Parece como que se hubiera propuesto jugar a las escondidas con nosotros, la posteridad.

Vermeer, La alcahueta, 1656


Tampoco podemos sacar demasiadas conclusiones acerca de su personalidad, más allá de sus cuadros y de conjeturas a partir de los pocos datos que tenemos de su vida. Lo que sí sabemos con toda certeza es que murió en total bancarrota.

El primer dato que tenemos es que se inscribió como pintor en el Gremio de San Lucas, la corporación de los pintores de Delft, en 1653. Esto significaba que ya había tenido la formación correspondiente, que había sido aprendiz en algún taller de un maestro… pero, ¿con quién? No se sabe. Y ya empiezan los problemas: no puede pagar la cuota de admisión, unos 6 guilders (60 euros) y se compromete a pagarla a plazos.

Vermeer, Vista de Delft, 1660


Sin embargo, su padre había muerto y había heredado, junto con sus hermanas, el mesón que él había regenteado y su cartera de clientes como marchante de arte. Dado que ya se había inscrito en el Gremio, podía dedicarse a la compra y venta de pinturas, un negocio muy rentable por esos tiempos en Holanda.

Vermeer, Joven leyendo una carta,
1657

Siguiente testimonio:
un grupo de notables (un capitán, un notario, un abogado…) visitan a María Thins para pedirle la carta de consentimiento de matrimonio para su hija Catharina Bolnes de parte de Jan Vermeer. María Thins era católica (en Holanda en esa época el catolicismo era tolerado, aunque el culto no podía ser público) y gozaba de una pequeña fortuna. Vermeer era protestante y dinero, poco y nada. De esa reunión quedó firmado un documento en el que ella dice que no se opone, pero que tampoco está a favor. Parece ser que la señora puso como condición que el muchacho se convirtiera al catolicismo. Jan se casó con Catharina en 1653 en una iglesia católica secreta y se fueron a vivir a una habitación alquilada junto a la plaza del mercado de Delft.



Vermeer, La clase de música, 1662



En 1654 nace María, su primera hija, y en 1660 ya aparece viviendo en la casa de su suegra, cuando certifica la defunción de un bebé. Tuvieron en total 15 hijos, de los cuales sobrevivieron 11. Vermeer tenía que dar de comer con su pintura y su negocio de arte a todas esas bocas. Peter van Ruijven fue su mecenas: le daba adelantos de dinero a cambio de futuros cuadros; incluso le llegó a prestar una importante suma a un interés muy bajo. Ruijven tenía unas cuantas obras de Vermeer. Pero también van Buyten, el panadero: Vermeer le pagaba con cuadros.



Una situación inestable, sin duda. Y eso que era un artista reconocido, pues fue llamado a La Haya, junto con Jordaens, para autentificar una colección de cuadros italianos. Podría haber tenido un buen pasar económico con el afianzamiento de su carrera, pero la Historia se ocupó de que esto no ocurriese.  Los franceses invadieron los Países Bajos. Los holandeses no se iban a rendir, naturalmente. Para frenarlos, decidieron abrir las represas e inundar los campos. Una medida drástica, pero que cumplió con su cometido.

Vermeer se alistó en la compañía de tiradores. Todos los hombres en edad de luchar tenían que hacerlo. En esa época los soldados tenían que comprarse ellos mismos el uniforme y las armas: seguramente, María Thins tuvo que hacer su aporte. Vermeer no llegó a luchar: la guerra no llegó a Delft.

Vermeer, El geógrafo, 1662

Fue el llamado “Año de la catástrofe”, 1672:
no sólo por la guerra sino también por las consecuencias económicas de las inundaciones provocadas, la caída de la producción agrícola y de la Bolsa, la falta de alimentos y la inflación. La situación era tal que campesinos y pescadores salieron a protestar por las calles, de manera muy violenta. Por supuesto, ya nadie compraba cuadros, un artículo de lujo; todos necesitaban efectivo y se largaron a vender las obras que poseían, con lo cual los precios bajaron enormemente. Vermeer vio cómo sus ingresos desaparecían de la noche a la mañana. Se endeudó con el panadero van Buyten y con el boticario, Dirck de Cocq. Se volvió muy meticuloso al pintar, esperaba mucho tiempo entre capa y capa de pintura para que se secara, y fue así como su producción artística disminuyó.



Vermeer, El astrónomo, 1668



Así pasaron 3 años muy duros.
Muere en diciembre de 1675. Catharina, en su testimonio frente al Consejo de la ciudad, declara que entró en un frenesí de trabajo y a los 3 días murió, probablemente por algún derrame cerebral o un infarto. ¿La presión por no poder mantener a su familia? Deja a Catharina con 10 hijos (María ya se había casado), entre 2 y 19 años, y llena de deudas. Vermeer había pedido un préstamo a un comerciante de Amsterdam, Jacob Rombouts, de 1000 guilders (una fortuna; aprox. 12000 e). Había puesto como garantía las propiedades de su suegra, algo que no debía hacer, y sin que ella lo supiera, aparentemente; María Thins, a la muerte del pintor, tuvo que pagar el préstamo para poder recuperar lo suyo (¡vaya negocio!).



Catharina solicita la quiebra. El ayuntamiento designa como albacea y liquidador de las deudas de Vermeer a Anton van Leeuwenhoeck (el desarrollador del microscopio, quien en ese momento era parte del Consejo de Delft). Madre e hija, conscientes de que lo único de valor que tenían eran las obras del difunto artista, trataron de ponerlas a recaudo como sea.

Vermeer?, Dama con criada, 1667

Al panadero le entrega 2 cuadros,
“Joven con laúd” y “Dama con criada”, a cambio de que le devuelva los otros que tiene en su poder, y se compromete a pagarle 50 guilders por año. Si ella no cumpliere con lo pactado, él vendería los cuadros.  (Le debían alrededor de 617 guilders= 7500 e, equivalente a 3 años de consumo de pan, alguna torta y postre.) ¿Por qué hizo esto? (Hay una teoría al respecto, te la conté aquí.)






Vermeer, El arte de la Pintura, 1665

Paralelamente, Catharina transfiere por escritura a su madre
“El arte de la Pintura” para liquidar un préstamo que supuestamente le había hecho a Vermeer. Ambas firman un nuevo documento declarando que la mitad de los bienes son de Catharina y que la otra mitad la comparten entre las 2. Ese día se hace un inventario de los bienes con un notario y es evidente que habían ocultado las posesiones más valiosas. Lo que estaba a nombre de la madre no entraba en la lista.






Finalmente, se admite a trámite su quiebra y debe renunciar a la herencia de su marido. Leeuwenhoeck deberá vender como sea los bienes que hayan quedado para pagar a los acreedores. María Thins tenía una deuda con una vendedora de lanas, por la cual se habían embargado varios cuadros de su yerno. Leeuwenhoeck consigue que la acreedora acepte el dinero de Catharina, a cambio de los cuadros, pero ella no consigue esa suma y el síndico termina pagando de su bolsillo la deuda (unos 4500 e, mucho más que su salario anual), con lo cual los cuadros pasan a ser de su propiedad. Así es como Leeuwenhoeck se encarga de subastarlos, incluso “El arte de la Pintura” (que estaba registrado como propiedad de la madre). No se sabe cuáles fueron esos cuadros.

Vermeer?, Joven con laúd, 1664

En 1680 todavía no se había terminado de pagar a los acreedores
. Leeuwenhoeck intentó también vender la casa de María Thins (ella se había ido a vivir a Gouda).

Catharina se fue con sus hijos a vivir a Breda. Murió en Delft de casualidad, visitando a su hija María. A ella le dejó toda su herencia.






Éstas son las peripecias de una viuda de artista, con familia numerosa, y del siglo XVII. ¿Qué hubiese dicho Catharina al ver los precios que tienen los cuadros de su marido actualmente? ¿Y su madre?

 

Fuentes: Snyder, L. J., El ojo del observador. Barcelona, Acantilado, 2017

Binstock, B. Vermeer’s family secrets. New York, Routledge, 2009




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