navigation + slideshow

jueves, 10 de febrero de 2022

No contradigas al emperador



Cézanne, El molino de Couleuvre, sg. XIX

 


Guillermo II de Prusia y Hugo von Tschudi


Los impresionistas fueron rechazados de plano, ya te lo conté varias veces. Y en Alemania, más. Sin embargo, había algunos artistas que se atrevieron con esta técnica y que lograron posicionarse (te lo conté por aquí), como Liebermann o Leistikow. El problema era no sólo que la gente no entendía esos cuadros “a medio terminar” sino que el emperador Guillermo detestaba al arte moderno y estos artistas le echaban a perder su plan estratégico de lo que él pretendía del arte en su país.

Hahn, El Emperador Guillermo II
en uniforme de almirante,
sg. XIX

Guillermo II
consideraba al arte como expresión importantísima del carácter de una nación.
El ideal era la cultura clásica, la línea, los buenos acabados, la simetría. Detestaba las obras que mostraban miseria, que no elevaran el espíritu de los espectadores.










Por esos tiempos, el emperador quería posicionar a Alemania (a Berlín, mejor dicho) en la escena cultural europea. París, Madrid, Roma, eran centros artísticos importantísimos y no había algo equivalente en Alemania. Entonces, y viendo que no había espacio suficiente para mostrar la colección real (y para el Altar de Pérgamo y la Puerta de Izfahan), decidió hacer construir museos adecuados: así surgió la Isla de los Museos de Berlín a orillas del río Spree. A cargo de este proyecto estaba Wilhelm Bode, uno de los protagonistas de esta historia (en la isla de los Museos existe uno en su honor). Bode dirigía la Gemäldegalerie de Berlín y tenía como asistente a Hugo von Tschudi, un profesor de Historia del Arte muy erudito, especialista en arte flamenco y renacentista.

Museo Bode (Imagen: Wikipedia)


Prof. Dr. Hugo von Tschudi, 1903 
(Imagen: Wikipedia)

Y aquí empieza el baile.
En 1896 von Tschudi se hace cargo de la Nationalgalerie, recomendado por Bode. Esta galería se diferenciaba de las otras en que no participaba del presupuesto del Ministerio de Cultura y por eso mismo no necesitaba de la autorización del Kaiser para las compras. El perfil de la Nationalgalerie era el arte moderno y se debía privilegiar al arte alemán. Apenas se hizo cargo viajó a París con Liebermann para comprar obras. Allí se encandiló con las obras impresionistas. Se trajo En el invernadero de Manet (lo vimos aquí) y fue el primer cuadro de este artista en ser expuesto en un museo. Compró también obras de Monet, Sisley, Millet, Rodin, Pissarro y Degas, 30 en total. Se pagaron con donaciones. Al año siguiente adquirió El molino de Couleuvre de Cézanne. Y por supuesto, apoyaba financieramente a la “Secesión de Berlín”, liderada por su amigo Liebermann: arte moderno alemán, sí, pero que se oponía fuertemente a las directivas artísticas del emperador.

Como no había lugar para tantos cuadros von Tschudi decidió quitar lo que había antes y colgar sólo a los impresionistas y de manera separada, no amontonados, como se solía hacer en ese entonces. El resto de los cuadros, al depósito. El emperador y el director de la Academia de Bellas Artes, Anton von Werner, estallaron de la furia. Y más aún cuando osó comprar Hijo de Dios de Gauguin, cuadro al que consideraron blasfemo. De ahora en más, von Tschudi iba a tener que someter sus adquisiciones a la autorización del emperador; sin embargo, evitaba esta imposición buscando que los donantes regalaran las obras. Consiguió comprar toda la obra que quedó de Menzel sin vender, con un fondo especial. Fue el que rescató del olvido a Caspar David Friedrich. Organizó 2 exposiciones importantísimas de arte alemán, pero su preferencia por el arte francés seguía provocando la ira de todos.

Manet, En el invernadero, 1879


 Era un genio para encontrar dinero y donantes. Bode también tenía estas habilidades y había logrado armar una red de marchantes y patrocinadores, quienes en muchos casos coincidían con los de von Tschudi: esto los llevó a competir entre ellos y no surgió nada bueno de allí.

Gauguin, Te tamari no atua, Hijo de Dios, sg. XIX

En 1908 von Tschudi le muestra al Kaiser
obras de la Escuela de Barbizon y éste acepta comprar 4. Von Tschudi se había gastado todo el presupuesto del año, pero el emperador le promete un adelanto de 40000 marcos y una garantía del Ministerio de Finanzas. Todos estallaron contra él. Contaba con la autorización del emperador, pero éste, cuando le consultaron, dijo que no se acordaba. El ministro de Cultura lo sacó del medio dándole un año sabático. Von Tschudi estaba ya muy enfermo y aprovechó para visitar Japón.

Finalmente, el emperador lo despidió, con la excusa de que gastaba demasiado y que no había acatado las normas. Nombraron a von Werner como su reemplazante (que era pintor y no tenía idea de cómo dirigir un museo). Éste no esperaba esta designación y, consciente de su poca experiencia, pidió un año para revisar el estado de la Galería. El Kaiser le exigió volver al ordenamiento de obras anterior cuanto antes y privilegiar el arte alemán.

Monet, El Sena en Argenteuil, sg. XIX


Bode, entretanto, que no estaba de acuerdo con lo que había hecho su ex-asistente, pero que tampoco aceptaba que un pintor estuviera al frente de la Galería, publicó un artículo en un diario de Viena (que inmediatamente se reprodujo en otro de Berlín), dando su opinión y, de paso, hacer público lo que había pasado, algo que el Kaiser y von Werner querían mantener en secreto. A von Werner lo puso en un aprieto bastante serio, pues no podía salir a desmentirlo, estando el emperador de por medio, y ni siquiera podía retarlo a duelo para reparar su honra. (Otros tiempos) Finalmente, en lugar de callar y dejar pasar el asunto, escribe un panfleto totalmente agresivo en contra de Bode y von Tschudi (que seguía en Japón sin enterarse de nada) que se distribuyó por media Alemania. Bode no le contesta. Para la opinión pública era sólo una polémica entre los defensores del arte tradicional vs. los del arte moderno. Pero quedó en evidencia que von Tschudi había sido despedido y que von Werner era uno de los responsables. Ahora había que restituir a von Tschudi en el cargo, para no manchar la reputación del emperador, y, por supuesto, von Werner quedaba afuera. La jugada de Bode echó a perder el plan del emperador.

Renoir, En verano,
1869

Pero von Werner sigue en el puesto.
Las obras impresionistas no representan a la cultura alemana y deberían ir a parar a un museo que habría que construir, pero para el cual no hay dinero. El ministro de Cultura guarda el documento de von Werner y le pasa una copia a Bode. Entre las idas y venidas de documentos se filtra todo este lío en la prensa y comienzan a correr rumores de que el emperador quiere imponer sus gustos, que el emperador tiene que ser un ejemplo de equilibrio y autocontrol, etc. etc. Hasta se llegó a debatir el asunto en el Parlamento. Pero ahora, además, surge un nuevo problema con la embajada francesa. La consecuencia lógica de todo esto fue: von Tschudi tiene que volver a su puesto de la Nationalgalerie.




Cézanne, Autorretrato con turbante
blanco, sg. XIX


Von Tschudi
regresa en 1909.
Le piden que se reintegre al cargo, pero él lo rechaza, porque sabe que había caído en desgracia aante el Kaiser. Al poco tiempo es nombrado director de las Staatlichengalerie de Munich (y se lleva consigo el cuadro de Gauguin). Allí también se dedica a comprar obras impresionistas y entra en contacto con los artistas del Jinete Azul, Kandinsky y Marc (lo vimos aquí). Sin embargo, aprendió de sus errores anteriores y las adquisiciones de arte vanguardista sólo las hacía por medio de donaciones.





van Gogh, Jarrón con 12 girasoles,
1888 

¿Y qué pasó con la National Galerie? Von Werner se quedó sin la porción de la torta, pues el emperador designó a otro director, que, casualmente, siguió con la misma política de compra de arte extranjero de von Tschudi. Sin embargo, tanto Bode como von Werner fueron condecorados por el emperador: justicia salomónica.









A este suceso se lo llamó “el affaire Tschudi”: fue el ejemplo perfecto de la tensión entre tradición y modernidad.

Fuentes: Paret, P. “The Tschudi affair”. En: The Journal of Modern History

Chicago, Univ. Chicago Presss, 1981, vol. 53, pp.589-618

Paul. B. Hugo von Tschudi und die moderne französische Kunst im Deutschen Kaiserreich

Darmstadt, Zabern V., 2001




No hay comentarios :

Publicar un comentario