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jueves, 28 de enero de 2021

"Fake news" de hace 280 años

Canaletto, Alnwick Castle, 1752


Las noticias falsas, los rumores, los bulos… son casi tan viejos como el mundo. Antonio Canal, el Canaletto, los sufrió en carne propia.

Sí, el mismo Canaletto de la Plaza de San Marcos, el Gran Canal y las góndolas (lo vimos aquí). Pero no vamos a hablar de Venecia en esta oportunidad.


Canaletto, Puente de Westminster con la procesión
del Lord Mayor en el Támesis, 1746


Si te muestro este cuadro sin decirte quién lo pintó, ¿me creerías que es de Canaletto? ¿Raro, no? Tenemos la idea de que este artista sólo pintó vedute venecianas. Sí, claro, con ellas se hizo famoso, pero hay una etapa en su carrera que es como un paréntesis en su catálogo.

Así que nos remontaremos a 1740. Canaletto es muy famoso, tiene un taller muy productivo. Llegan a La Serenísima los turistas ingleses, que quieren llevarse un recuerdo que atestigüe que estuvieron allí. Nada mejor que las pinturas de Canaletto. Su mercado no son sus vecinos, sino los viajeros del Grand Tour (lo vimos por aquí). Los venecianos le compraban a Guardi, Longhi o Tiepolo; no les interesaban sus vistas de los canales.

Canaletto, El puente de Westminster en construcción, 1747


Su primer contrato lo tuvo con Owen McSwiny, un empresario teatral. De joven, Canaletto había ayudado a su padre en escenografías para el teatro, antes de largarse a hacer una carrera como pintor: conocía muy bien ese ambiente.  Parece ser que McSwiny lo convenció de que pintara vistas de Venecia para los turistas. Era una manera de trasladar a los cuadros su experiencia en pintar panorámicas para el teatro. Pero no estaba haciendo nada nuevo: ya había ejemplos de este tipo de paisaje de la mano de van Wittel (Vanviteli) o Carlevaris.

Carlevaris, La piazzeta en Venecia, 1722



Bueno, es así como McSwiny le presenta a Joseph Smith, empresario y coleccionista, que terminó siendo su principal mecenas y luego, cónsul británico en la ciudad. Smith le abre las puertas de la nobleza inglesa y así comienza a recibir encargos importantes. Sus obras alcanzan precios muy altos. Para atender a la demanda, tiene un taller con muchos ayudantes, entre ellos, su sobrino, Bernardo Bellotto.

El muchacho tenía mucho talento y lo sabía. Bernardo firmaba sus propias obras como “Canaletto”. Bueno, era normal que un artista firmara los cuadros de sus ayudantes, como obra salida de su taller, como una “marca de fábrica” pero esto era totalmente diferente. Canaletto terminó echándolo del taller. A Bellotto no le fue mal: con 20 años ya era pintor de cámara en la corte de Polonia y Sajonia. (Y seguía firmando como “Canaletto”.)

Bellotto, Dresden con la Frauenkirche, 1797



Así es como andaban dando vueltas por toda Europa obras de un tal Canaletto que no era tal. Corría el rumor de que sus obras no habían sido hechas por él, sino por un ayudante suyo. Con lo cual, los marchantes aprovechaban para introducir malas copias del verdadero Canaletto, afirmando que eran efectivamente de él y sacar así una buena tajada en las ganancias.

Al mismo tiempo, los turistas dejaron de venir. Había estallado la Guerra de Sucesión en Austria (1740-1748), paso obligado para llegar a Italia desde el norte: nuestro artista no tenía clientes. Así que fue al encuentro de su mercado: armó los baúles y marchó hacia Inglaterra en 1746. Se quedó allí hasta 1754.

Canaletto, Old Somerset House desde el Támesis, 1745


Se estableció en Londres. No le costó relacionarse: conocía a muchos nobles que habían estado en Venecia y le habían comprado algunas de sus vistas. Pero estaba el asunto de su sobrino. Nadie creía que él era el verdadero Canaletto.

En julio de 1746 publica un anuncio en el Daily Advertiser en el que invita a todos los gentlemen que pasen por su taller y que lo vean pintar en vivo y en directo, detallando los horarios de atención al público. Fue su manera de contrarrestrar la fake new.

Canaletto, Abadía de Westminster, 1749

Los nobles le piden que pinte sus castillos,
sus propiedades, la campiña inglesa, pero él no está cómodo. Echa de menos la luz y los canales venecianos. En 1750 vuelve a su ciudad y aprovecha para comprarse una casa con lo que ganó. Pero las cosas siguen mal en Venecia y decide retornar a Londres.











De nuevo hace publicar un anuncio en el mismo periódico. Mr. Canaletto hace saber al público que ha pintado el Chelsea College, Ranelagh House y el Támesis e invita a todos a pasar por su taller, dentro de tal y cual horario.

Canaletto, Londres y el Támesis desde Somerset House, 1750


En Inglaterra pintó muchísimo, pero su obra decepcionaba, pues no tenía el encanto de sus vedute. Es lo que pasa cuando te encasillan con un tema: todos esperaban ver a ese Canaletto y sus praderas no reflejaban la misma atmósfera. Documentó la construcción del nuevo puente de Westminster. ¡Y fíjate lo innovadora que es esta composición!

Canaletto, La ciudad vista desde el arco del puente de 
Westminster, 1742



Quiso volver a su tierra. Las cosas allí ya no eran como antes. El público era distinto, él no era el mismo. Sus obras parecían antiguallas… Sigue pintando vedute, pero su ánimo es otro y se nota. Finalmente, es nombrado miembro de la Accademia, un gran reconocimiento, mientras otros colegas envidiosos se tragaban la bilis generada por este cargo.

Ya ves, las fake news, los bulos, son muy antiguos… Siempre hay quienes se aprovechan de la situación y otros, denostados injustamente.

 

Fuentes: Kowalczyk, B.A. Canaletto, prima maniera. Milano, Electa, 2001

Succi, D.-Delneri, A. Canaletto: Una Venecia imaginaria.

Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza, 2001


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