Canaletto, Alnwick Castle, 1752 |
Las noticias falsas, los rumores,
los bulos… son casi tan viejos como el mundo. Antonio Canal, el Canaletto, los
sufrió en carne propia.
Sí, el mismo Canaletto de la
Plaza de San Marcos, el Gran Canal y las góndolas (lo vimos aquí). Pero no
vamos a hablar de Venecia en esta oportunidad.
Si te muestro este cuadro sin
decirte quién lo pintó, ¿me creerías que es de Canaletto? ¿Raro, no? Tenemos la
idea de que este artista sólo pintó vedute venecianas. Sí, claro, con
ellas se hizo famoso, pero hay una etapa en su carrera que es como un
paréntesis en su catálogo.
Así que nos remontaremos a 1740. Canaletto
es muy famoso, tiene un taller muy productivo. Llegan a La Serenísima los
turistas ingleses, que quieren llevarse un recuerdo que atestigüe que
estuvieron allí. Nada mejor que las pinturas de Canaletto. Su mercado no son
sus vecinos, sino los viajeros del Grand Tour (lo vimos por aquí). Los
venecianos le compraban a Guardi, Longhi o Tiepolo; no les interesaban sus
vistas de los canales.
Canaletto, El puente de Westminster en construcción, 1747 |
Su primer contrato lo tuvo con
Owen McSwiny, un empresario teatral. De joven, Canaletto había ayudado a su padre en
escenografías para el teatro, antes de largarse a hacer una carrera como pintor:
conocía muy bien ese ambiente. Parece
ser que McSwiny lo convenció de que pintara vistas de Venecia para los turistas.
Era una manera de trasladar a los cuadros su experiencia en pintar panorámicas para el teatro. Pero no estaba haciendo nada nuevo: ya había ejemplos de este
tipo de paisaje de la mano de van Wittel (Vanviteli) o Carlevaris.
Bueno, es así como McSwiny le
presenta a Joseph Smith, empresario y coleccionista, que terminó siendo su
principal mecenas y luego, cónsul británico en la ciudad. Smith le abre las
puertas de la nobleza inglesa y así comienza a recibir encargos importantes. Sus
obras alcanzan precios muy altos. Para atender a la demanda, tiene un taller
con muchos ayudantes, entre ellos, su sobrino, Bernardo Bellotto.
El muchacho tenía mucho talento y
lo sabía. Bernardo firmaba sus propias obras como “Canaletto”. Bueno, era
normal que un artista firmara los cuadros de sus ayudantes, como obra salida de
su taller, como una “marca de fábrica” pero esto era totalmente diferente.
Canaletto terminó echándolo del taller. A Bellotto no le fue mal: con 20 años
ya era pintor de cámara en la corte de Polonia y Sajonia. (Y seguía firmando
como “Canaletto”.)
Así es como andaban dando vueltas
por toda Europa obras de un tal Canaletto que no era tal. Corría el rumor de
que sus obras no habían sido hechas por él, sino por un ayudante suyo. Con lo
cual, los marchantes aprovechaban para introducir malas copias del verdadero
Canaletto, afirmando que eran efectivamente de él y sacar así una buena tajada
en las ganancias.
Al mismo tiempo, los turistas
dejaron de venir. Había estallado la Guerra de Sucesión en Austria (1740-1748),
paso obligado para llegar a Italia desde el norte: nuestro artista no tenía
clientes. Así que fue al encuentro de su mercado: armó los baúles y marchó hacia
Inglaterra en 1746. Se quedó allí hasta 1754.
Canaletto, Old Somerset House desde el Támesis, 1745 |
Se estableció en Londres. No le
costó relacionarse: conocía a muchos nobles que habían estado en Venecia y le
habían comprado algunas de sus vistas. Pero estaba el asunto de su sobrino.
Nadie creía que él era el verdadero Canaletto.
En julio de 1746 publica un anuncio
en el Daily Advertiser en el que invita a todos los gentlemen que
pasen por su taller y que lo vean pintar en vivo y en directo, detallando los
horarios de atención al público. Fue su manera de contrarrestrar la fake new.
Canaletto, Abadía de Westminster, 1749 |
Los nobles le piden que pinte sus castillos, sus propiedades, la campiña inglesa, pero él no está cómodo. Echa de menos la luz y los canales venecianos. En 1750 vuelve a su ciudad y aprovecha para comprarse una casa con lo que ganó. Pero las cosas siguen mal en Venecia y decide retornar a Londres.
De nuevo hace publicar un anuncio
en el mismo periódico. Mr. Canaletto hace saber al público que ha pintado el
Chelsea College, Ranelagh House y el Támesis e invita a todos a pasar por su
taller, dentro de tal y cual horario.
Canaletto, Londres y el Támesis desde Somerset House, 1750 |
En Inglaterra pintó muchísimo,
pero su obra decepcionaba, pues no tenía el encanto de sus vedute. Es lo que
pasa cuando te encasillan con un tema: todos esperaban ver a ese Canaletto y sus
praderas no reflejaban la misma atmósfera. Documentó la construcción del nuevo
puente de Westminster. ¡Y fíjate lo innovadora que es esta composición!
Quiso volver a su tierra. Las
cosas allí ya no eran como antes. El público era distinto, él no era el mismo.
Sus obras parecían antiguallas… Sigue pintando vedute, pero su ánimo es
otro y se nota. Finalmente, es nombrado miembro de la Accademia, un gran
reconocimiento, mientras otros colegas envidiosos se tragaban la bilis generada
por este cargo.
Ya ves, las fake news, los bulos,
son muy antiguos… Siempre hay quienes se aprovechan de la situación y otros,
denostados injustamente.
Fuentes:
Kowalczyk, B.A. Canaletto, prima maniera. Milano, Electa, 2001
Succi,
D.-Delneri, A. Canaletto: Una Venecia imaginaria.
Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza, 2001
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