De vacaciones
Klimt, Jardín con flores, 1907 |
No sé qué tiene
Klimt. Le gusta a todo el mundo.
Parece mentira
que haya pintado esos cuadros hace más de un siglo. Sin embargo, ahí están y
siguen siendo actuales, contemporáneos.
Sus obras más
famosas son retratos: mujeres lánguidas, rodeadas de flores, de arabescos y
mucho pan de oro. O “El beso” o “El árbol de la vida”. Seguro que los has visto
alguna vez y los reconocerías, aunque no supieses quién lo pintó. Son parte del
archivo colectivo de imágenes de nuestra cultura.
Klimt, Jardín con colina, 1916 (Imagen: Sammlung Kamm) |
Alguna vez te
conté de sus cuadros de paisajes, cuando se iba de vacaciones al lago Attersee
(si te lo perdiste, lo puedes leer aquí). Pasó varios veranos allí, de 1900 a
1916 (salvo un viaje a Italia en 1913), siempre con Emilie Flöge, su
compañera.
Bueno, así como
pintaba paisajes en sus vacaciones, también pintaba jardines. Era una manera de
relajarse, de pintar porque sí, de pintar lo que se le daba la gana y no por encargo.
Todo eso le servía para investigar técnicas que luego aplicaría en otras obras
de taller.
Todos en
formato cuadrado, enormes, de 110 x 110 cm. El cuadrado implica una composición
equilibrada, simétrica, y el artista, al elegirlo, quiere trasmitir armonía. ¿Te
lo imaginas pintando al aire libre con semejante bastidor?
Klimt, Girasol, 1906 |
Tiene varios de
girasoles: son las flores del verano; esos cuadros son un homenaje a van Gogh,
el pintor de girasoles por excelencia.
En éste la flor está incluída en una estructura piramidal, hasta se
parece a una de esas tantas mujeres que ha retratado. Y no sería casual: por
aquella época la analogía mujer-flor era muy corriente. ¿Y cuántas veces rodeó
a sus musas con flores?
Klimt, Jardín de la granja, 1905 |
Y en éste, los
girasoles forman una franja que divide la obra. Por allí se esconde otro girasol,
a punto de escaparse de los límites del lienzo. Lo que llama la atención es la
variedad de colores, el contraste vibrante de verde y rojo (complementarios: lo vimos aquí). La característica de todas estas obras es que aparentan no tener
profundidad, sin perspectiva: una superficie plana. No hay sombras de ningún
tipo, ni proyectadas ni de volumen. Cada elemento vale por sí mismo. Y no hay
cielo, sólo el jardín y sus flores. Pero sí, hay sensación de profundidad: lo
logra achicando las formas hacia al fondo (arriba del lienzo, la más de las
veces) o diluyendo los contornos o la textura.
Fíjate en "El jardín con flores":
repite el mismo esquema piramidal. Son flores que ascienden: esto se da no sólo
por la estructura, sino también por los colores. Otra vez, sólo el jardín.
Klimt, Rosas bajo los árboles, 1905 (Imagen: Musée d'Orsay) |
¿Rosas? Sí,
también. En éste del Museo de Orsay el protagonista es el árbol gigantesco, que
ocupa todo el lienzo.
Klimt, Huerto con rosas, 1912 |
Pero en “Huerto con rosas” se anima a mostrarnos un poco
más del jardín, incluyendo el sendero, que nos lleva hacia el fondo. Otra vez,
no hay cielos ni horizonte. ¿Qué son esos árboles, manzanos? Quizás.
Klimt, Jardín italiano, 1913 (Imagen: Sammlung Kamm) |
En éste también
lo intenta con el sendero. Pero no es de sus veranos en el lago, sino de ese
viaje de 1913 a Italia. Aquí vemos la casa al fondo. Ni siquiera hace falta que
pinte el cielo: sabemos que está ahí, nos lo imaginamos. Fíjate en la variedad
de colores, en la variedad de las flores. Suponemos que no fue fiel a la
realidad; podemos suponer que lo que tenía delante de sus ojos le sirvió de
inspiración y echó a volar con sus pinceles y colores.
Klimt, Jardín: prado con flores, 1906 |
Aquí tenemos
otra vista: los árboles enmarcan el prado; a lo lejos una
arboleda y un poquito de cielo.
Klimt, Casa del guardabosque en Weissenbach I, 1914 |
“La casa del
guardabosque en Weissenbach I” es más complejo. El jardín ocupa el primer
plano, aunque el foco de atención y el motivo principal del cuadro es la casa
del guardabosque. Las formas de los arbustos nos van indicando el camino de
nuestra mirada hasta llegar a la casa. Parece fácil componer un cuadro así,
pero te aseguro que no lo es, para nada.
Klimt, Campo de amapolas, 1907 |
Y las amapolas:
quizás lo conozcas. La mayor parte del cuadro lo ocupa el campo con sus
amapolas (otras flores de verano) y deja esa franja ínfima ahí arriba
para el cielo, el horizonte y una línea de árboles. Está basado, de nuevo, en
el contraste de rojo y verde, algo muy difícil de lograr. ¿Sabes cuántos
matices de verdes tiene esta obra? Incontables. Lástima que las reproducciones
no le hagan el honor que se merece.
No sé tú, pero
yo me lo imagino cargando con caballete, colores, lienzos enormes y disfrutando,
pintando en medio de la naturaleza, lejos de las obligaciones de Viena. Y con la
brisa del lago…
Fuentes: Payne, L. Klimt.
Bath, Parragon, 2004
Tretter, S.- Weinhäupl,P. Gustav Klimt: Summer Sojourns on the Attersee 1900-1916.
München, Brandstätter V., 2015
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Me encantaaaa como lo explicas y lo vives Cristina 😃muchas gracias por hacernos conocer más a este gran Artista . 😘😘
ResponderEliminarGracias, Susana!
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