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jueves, 13 de febrero de 2020

“Tomé el camino equivocado”


La increíble historia 
de un falsificador multidisciplinar
Peploe, Botes en Royan, sg. XX


(Las imágenes que ilustran este artículo son cuadros originales de los artistas en los cuales Greenhalgh se inspiró para falsificarlos. Como suele suceder en estos casos, las imágenes de los “fakes” no están disponibles.)

Así se mostraba de arrepentido Shaun Greenhalgh, (1) después de haber pasado 4 años y 8 meses en la cárcel por conspiración y estafa. ¿Has oído hablar de él? Fue uno de los mayores falsificadores de arte de la historia, pero no sólo en cantidad, sino también por la increíble variedad de objetos y materiales con los que fabricaba sus creaciones. Era capaz de trabajar todo tipo de metales, piedras, pinturas, gemas, porcelana… y de cualquier época o estilo. Buscaba información en catálogos, libros, bocetos, fotografías, para inspirarse y armar el engaño. Y no estaba solo: con él colaboraban sus ancianos padres y, ocasionalmente, los hermanos.

Moran, Acantilados en el Río Verde, Wyoming, 1881

Noah Channey (te recomiendo su libro) dice que Greenhalgh se dedicó a estas cosas por el despecho de artista no reconocido. Si lees su autobiografía, te queda la sensación de que estaba guiado por la curiosidad de probar esto y lo otro, el cómo lo hizo Fulanito, pero esto no explica que luego haya querido vender sus creaciones sin decir que él era su autor. A veces reconoce que determinada obra es una falsificación; otras, dice que su intención era copiar y nada más. Pero si algún experto evaluaba la pieza como auténtica, él no lo desmentía. ¿Entonces? Había también muchas ganas de probar hasta dónde podía engañar a las grandes autoridades de los museos y galerías.

Lowry, Saliendo del molino, 1930
En total se computan unas 120 falsificaciones desde 1989 a 2006 y probablemente haya muchas más no identificadas. Se calcula que ganaron entre 850000 y 1,5 millones de libras (1 millón-1,7 millones de euros). Sin embargo, siempre vivieron de manera austera y, cuando fue apresado, fue conminado a devolver gran parte de lo que había recibido: aún lo tenía en su cuenta bancaria. Su móvil no era el dinero.

Escribió su autobiografía estando en la cárcel. Cuando la lees, te asombras por lo autorreferencial que es y por su desparpajo. Es capaz de contarte con pelos y señales el método que utilizó para reproducir tal o cual objeto. Obviamente, es su versión de los hechos.

Peploe, Naturaleza muerta con rosas y porcelana,
1900
De pequeño era un muy mal alumno y sólo le interesaba dibujar. Con 13 años se ganaba sus dinerillos vendiendo, p.ej., pipas con cabeza hechas en cerámica. El alcalde de su ciudad, Bolton, le ofreció 400 libras para que le hiciera copias de unos cuadros de Ruskin, ya que  quería guardar los originales por seguridad y mostrar las copias. A los 17 hace un pastel en el estilo de Degas, copia su firma, le saca una foto y la envía a Christie’s para que lo consideren. Para su sorpresa se lo aceptan y le pagan por él 10000 libras: ¡nada mal para un joven de 17 años!







Poco a poco fue armando su taller en el cobertizo del jardín de la casa de sus padres. Lo que ganaba lo invertía en materiales o herramientas.  


Reproducción de su taller para la exposición
del Victoria&Albert Museum (Imagen: Daily Mail)


En sus incursiones por la biblioteca municipal, buscando inspiración, conoce al amor de su vida, Janey. Hacen planes juntos: viajan a Italia para conocer monumentos. Eran felices. Ella conocía sus actividades. Por amor a ella, se promete a sí mismo no hacer más fakes; ella no se merecía ese sucio dinero. Cuando regresan, a ella le diagnostican un tumor cerebral muy agresivo y muere al poco tiempo.

Desolado, se dedica a viajar por los lugares que habían soñado conocer juntos (y gastándose el dinero del “Degas”): Egipto, Roma, España… Consigue trabajo en un supermercado, pero pronto lo emplean en la tienda de un restaurador, muy requerida por las instituciones londinenses. Allí aprendió de primera mano qué es lo que miran los expertos cuando tienen que autentificar una obra y, especialmente, qué es lo que les importa de los documentos que certifican la procedencia (te lo expliqué aquí). El restaurador le encargaba determinados trabajos y éste le agregaba la “procedencia”. Pero él no recibía nada a cambio. Una vez descubrió que un pequeño escriba de piedra, que había esculpido a la manera egipcia, su jefe lo había vendido como pieza auténtica.

Peploe, Naturaleza muerta, 1913
Ya había aprendido lo suficiente sobre las “procedencias” y en 1989 decidió hacer su propio camino. Comenzó con un óleo al estilo de Peploe, que en esos momentos se cotizaba muy bien. Para justificar la posesión de la obra, dijo que la tenían de hacía tiempo en la familia, pues su abuelo materno había sido galerista (y era verdad). A propósito, incorporaba en sus creaciones algún detalle erróneo, para probar a los expertos y, de paso, poder identificar más tarde su trabajo como propio. Y nunca se percataban: la mayor parte de las veces miraban los documentos (falsificados) y con eso bastaba para que la obra no se pusiera en duda. 








(Imagen: Daily Mail)
Como no podía aparecer en las tratativas siempre él (esto le pasa a todos los falsificadores), el padre comenzó a participar en el asunto. Era muy mayor, era un jubilado aburrido, andaba en silla de ruedas, y eso hacía que sus víctimas confiaran en él. El padre era el que cerraba los tratos. Greenhalgh le ponía una grabadora en el bolsillo para que quedara registrado todo. La madre, que inconscientemente sabía que eso no estaba muy bien, sólo se prestaba a hacer llamados por teléfono. Los padres fueron absueltos por su avanzada edad.  El “Peploe” les trajo unas 20000 libras. Pero el cuadro comenzó a descascararse, el comprador anuló el cheque y Greenhalgh recibió el primer llamado de la policía.










En 1993 le vende una acuarela de “Thomas Moran” al Museo de Bolton. Greenhalgh le tenía cariño: era el museo de su ciudad y allí había aprendido a apreciar el arte. Al museo le interesaba la obra, porque Moran había nacido allí. Le pagan unas 10000 libras. Para justificar la posesión de la obra alegó que un antepasado suyo había trabajado en el ayuntamiento y que el alcalde se la había regalado.


Moran, Acantilados en el Río Virgin, Utah del Sur, 1873


A estas alturas, la policía comienza a prestarles atención: demasiadas ventas, de la misma familia, de la misma ciudad, pero no había indicio de delito, todavía.  

Lo intentó luego con un “Lowry”, un pintor naif:  según él, el mismo artista se lo había regalado a su abuelo galerista. Recibieron 5000 libras: más tarde, en reventa alcanzó el precio de 70000.


Lowry, La procesión, 1927

Greenhagh, Fauno a la Gauguin
Así podríamos seguir un rato largo: un busto de Thomas Jefferson terminó en las manos de Bill Clinton; un fauno de cerámica de “Gauguin” estuvo expuesto en el Art Institut of Chicago; se atrevió hasta con las esculturas de Moore o de Hepworth.


La estrategia era vender objetos de poco valor, pero el éxito continuado hizo que Greenhalgh se entusiasmara con proyectos más ambiciosos.











La siguiente víctima fue el British Museum. En 1729 había aparecido un plato de plata romano llamado Risley Park; fue troceado en varios fragmentos y nunca más se supo de él. Casualmente, los Greenhalgh los "encuentran" en 1990 y sueldan los trozos. Fue comprado por 2 americanos por 100000 libras y lo donaron al museo, que lo exhibió, pero no como el original, sino como réplica de la época.(2)


Greenhalgh, Plato de plata Risley Park (Imagen: BBC)


Greenhalgh, Princesa de
Amarna
En 2003, con un trozo de alabastro e inspirándose en figuras egipcias expuestas en el Louvre, esculpió un torso femenino. Se basó en un catálogo de la herencia de Silverton Park, del 4to duque de Egremont, en el que se citan al pasar “algunas figuras egipcias”. Decía que la estatuilla había estado durante 100 años en su familia. No correspondía la posición y proporciones y una parte la tuvo que pegar con adhesivo instantáneo. Sin embargo, el British Museum y Sotheby’s la consideraron genuina y pronto se la dio a conocer como la “Princesa de Amarna”. Finalmente, la compra el museo de Bolton por 400000 libras y la expone durante 3 años.

En 2005 presenta 3 relieves asirios. El British Museum los certifica como auténticos, pero cuando los remiten a Bonham, éstos ven claramente que es una falsificación. Los caballos no estaban bien representados y la leyenda en grafía cuneiforme tenía varios errores, algo inconcebible en una obra que iba destinada al rey. Adjunta la misma procedencia que para la "Princesa". Bonham llama a la policía.



Según él, había cometido esos errores inconscientemente porque se sentía culpable y harto de esa vida.

Leonardo, La princesa, 1495
Pero no te creas que el asunto terminó aquí. En 2015, cuando iba a aparecer su libro, en una acción evidente de marketing, anuncia que la “Princesa” de Leonardo da Vinci, en realidad es obra de sus manos. Y cuenta cómo lo hizo: que usó un pergamino del sg. XVI, que la chica era una cajera del supermercado donde trabajaba. Los expertos dicen que es una mentira total, pues los pigmentos de la obra ¡tienen más de 250 años! (¿Qué parte del libro será verdad y cuál, mentira?)











Como ya te habrás dado cuenta, en esta historia hay involucradas instituciones muy respetables. No se puede calcular lo que fue a manos privadas y seguramente andan dando vueltas todavía por ahí.

Hoy tiene una página web donde presenta sus obras y de tanto en tanto aparece en programas de TV mostrando cómo hacía sus fakes. Arrepentido, ve su vida como un fracaso, que tomó el camino equivocado. Piensa que si Janey no hubiese muerto, su vida hubiese sido otra.


Greenhalgh, Before the kick off, a la manera de Lowry, 2015 (no fake)

¿Cómo puede ser que haya engañado a tantos expertos? Se puede copiar una obra, pero tiene que quedar claro que no es la original. Según Chaney, su éxito radicó en la verosimilitud de los documentos que presentaba, no en las obras mismas. Un análisis más profundo de ellas hubiese descubierto más de un error.



(2) Los donantes fueron resarcidos en cuanto se descubrió la estafa.


Fuentes: Charney, N. The art of forgery. London, Phaidon, 2015
Greeehalgh, Sh. A forger’s tale. London, Allen & Unwin, 2015


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