La increíble historia
de un falsificador multidisciplinar
(Las imágenes que ilustran este artículo son cuadros originales de los artistas en los cuales Greenhalgh se inspiró para falsificarlos.
Como suele suceder en estos casos, las imágenes de los “fakes” no están
disponibles.)
Así se mostraba de arrepentido
Shaun Greenhalgh, (1) después de haber pasado 4 años y 8 meses en la cárcel por
conspiración y estafa. ¿Has oído hablar de él? Fue uno de los mayores
falsificadores de arte de la historia, pero no sólo en cantidad, sino también
por la increíble variedad de objetos y materiales con los que fabricaba sus
creaciones. Era capaz de trabajar todo tipo de metales, piedras, pinturas,
gemas, porcelana… y de cualquier época o estilo. Buscaba información en
catálogos, libros, bocetos, fotografías, para inspirarse y armar el engaño. Y no
estaba solo: con él colaboraban sus ancianos padres y, ocasionalmente, los
hermanos.
Moran, Acantilados en el Río Verde, Wyoming, 1881 |
Noah Channey (te recomiendo su libro) dice que Greenhalgh se dedicó a estas cosas por el despecho de artista no reconocido. Si lees su autobiografía, te queda la sensación de que estaba guiado por la curiosidad de probar esto y lo otro, el cómo lo hizo Fulanito, pero esto no explica que luego haya querido vender sus creaciones sin decir que él era su autor. A veces reconoce que determinada obra es una falsificación; otras, dice que su intención era copiar y nada más. Pero si algún experto evaluaba la pieza como auténtica, él no lo desmentía. ¿Entonces? Había también muchas ganas de probar hasta dónde podía engañar a las grandes autoridades de los museos y galerías.
Lowry, Saliendo del molino, 1930 |
Escribió su autobiografía estando
en la cárcel. Cuando la lees, te asombras por lo autorreferencial que es y por
su desparpajo. Es capaz de contarte con pelos y señales el método que utilizó
para reproducir tal o cual objeto. Obviamente, es su versión de los
hechos.
Peploe, Naturaleza muerta con rosas y porcelana, 1900 |
Poco a poco fue armando su taller
en el cobertizo del jardín de la casa de sus padres. Lo que ganaba lo invertía
en materiales o herramientas.
Reproducción de su taller para la exposición del Victoria&Albert Museum (Imagen: Daily Mail) |
En sus incursiones por la biblioteca municipal, buscando inspiración, conoce al amor de su vida, Janey. Hacen
planes juntos: viajan a Italia para conocer monumentos. Eran felices. Ella
conocía sus actividades. Por amor a ella, se promete a sí mismo no hacer más fakes; ella no se merecía ese sucio dinero. Cuando regresan, a ella
le diagnostican un tumor cerebral muy agresivo y muere al poco tiempo.
Desolado, se dedica a viajar por
los lugares que habían soñado conocer juntos (y gastándose el dinero del
“Degas”): Egipto, Roma, España… Consigue trabajo en un supermercado, pero
pronto lo emplean en la tienda de un restaurador, muy requerida por las
instituciones londinenses. Allí aprendió de primera mano qué es lo que miran
los expertos cuando tienen que autentificar una obra y, especialmente, qué es
lo que les importa de los documentos que certifican la procedencia (te lo expliqué aquí). El restaurador le
encargaba determinados trabajos y éste le agregaba la “procedencia”. Pero él no
recibía nada a cambio. Una vez descubrió que un pequeño escriba de piedra, que
había esculpido a la manera egipcia, su jefe lo había vendido como pieza
auténtica.
Peploe, Naturaleza muerta, 1913 |
(Imagen: Daily Mail) |
En 1993 le vende una acuarela de “Thomas
Moran” al Museo de Bolton. Greenhalgh le tenía cariño: era el museo de su
ciudad y allí había aprendido a apreciar el arte. Al museo le interesaba la
obra, porque Moran había nacido allí. Le pagan unas 10000 libras. Para justificar la
posesión de la obra alegó que un antepasado suyo había trabajado en el
ayuntamiento y que el alcalde se la había regalado.
Moran, Acantilados en el Río Virgin, Utah del Sur, 1873 |
A estas alturas, la policía
comienza a prestarles atención: demasiadas ventas, de la misma familia, de la
misma ciudad, pero no había indicio de delito, todavía.
Lo intentó luego con un “Lowry”,
un pintor naif: según él, el mismo artista se lo había regalado a su abuelo galerista. Recibieron
5000 libras: más tarde, en reventa alcanzó el precio de 70000.
Lowry, La procesión, 1927 |
Greenhagh, Fauno a la Gauguin |
La estrategia era vender objetos
de poco valor, pero el éxito continuado hizo que Greenhalgh se entusiasmara con
proyectos más ambiciosos.
La siguiente víctima fue el British Museum. En 1729 había aparecido un plato de plata romano llamado Risley Park; fue troceado en varios fragmentos y nunca más se supo de él. Casualmente, los Greenhalgh los "encuentran" en 1990 y sueldan los trozos. Fue comprado por 2 americanos por 100000 libras y lo donaron al museo, que lo exhibió, pero no como el original, sino como réplica de la época.(2)
Greenhalgh, Plato de plata Risley Park (Imagen: BBC) |
Greenhalgh, Princesa de Amarna |
En 2005 presenta 3 relieves asirios.
El British Museum los certifica como auténticos, pero cuando los remiten a
Bonham, éstos ven claramente que es una falsificación. Los caballos no estaban bien representados y la leyenda en grafía cuneiforme tenía varios errores, algo
inconcebible en una obra que iba destinada al rey. Adjunta la misma procedencia
que para la "Princesa". Bonham llama a la policía.
Según él, había cometido esos
errores inconscientemente porque se sentía culpable y harto de esa vida.
Leonardo, La princesa, 1495 |
Como ya te habrás dado cuenta, en esta
historia hay involucradas instituciones muy respetables. No se puede calcular
lo que fue a manos privadas y seguramente andan dando vueltas todavía por ahí.
Hoy tiene una página web donde
presenta sus obras y de tanto en tanto aparece en programas de TV mostrando
cómo hacía sus fakes. Arrepentido, ve su vida como un fracaso, que tomó el
camino equivocado. Piensa que si Janey no hubiese muerto, su vida hubiese sido
otra.
¿Cómo puede ser que haya engañado
a tantos expertos? Se puede copiar una obra, pero tiene que quedar claro que no
es la original. Según Chaney, su éxito radicó en la verosimilitud de los
documentos que presentaba, no en las obras mismas. Un análisis más profundo de ellas hubiese descubierto más de un error.
(1) Citado
en https://www.theguardian.com/artanddesign/2017/may/27/wasnt-cock-a-hoop-fooled-experts-britains-master-art-forger
(2) Los donantes fueron resarcidos en cuanto se descubrió la estafa.
Fuentes:
Charney, N. The art of forgery.
London, Phaidon, 2015
Greeehalgh, Sh. A forger’s tale. London, Allen & Unwin, 2015
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