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jueves, 21 de marzo de 2019

Cartas de amor



Vermeer, Mujer leyendo una carta junto a
una ventana, 1657
Ordenando cosas viejas encontré antiguas cartas de amor, muy antiguas. Un verdadero tesoro: amarillentas, escritas con una caligrafía envidiable. ¿Se usan todavía en la época del whatsapp y twitter? ¿Tú sabes algo de esto? Yo no lo sé, hoy en día suena como cosa de la Prehistoria.














Da un poco de vergüenza abrirlas y leerlas: te estás metiendo en la intimidad de una persona que ya no está. No tenemos permiso para leerlas: estaban destinadas a una persona muy especial, una relación entre dos. El tercero está demás. Pero ahí estaban, esperando a que alguien las leyera en el futuro: la persona que las escribió no las destruyó. ¿Por qué las conservó? ¿Para hacer más eterno el amor? ¿Para luchar contra el olvido? ¡Cuántas preguntas sin respuestas!

De Hooch, Leyendo una carta, 1664
La carta de amor tiene eso de privado, escondido, apartado del resto del mundo. Cuando llegan hay que retirarse y leerlas en secreto. ¿Se podría leer una carta en el metro? Creo que sí, ¿por qué no? ¿Llegan con el cartero o con un mensajero? ¿O por mail?









Bonnard, La carta, 1906
En Pintura es un tema recurrente: nada más atractivo que pintar a una muchacha ensimismada en la lectura, en un ambiente acogedor. Se me vienen a la mente las mujeres de Vermeer. No todas las mujeres sabían leer, sólo unas cuantas privilegiadas. Las representa en su casa, en su mundo puertas adentro: la carta venía de ese afuera tan peligroso para una señorita. Había que leerla a escondidas, con el sabor de lo prohibido.












Vermeer, Mujer escribiendo una carta con criada,
1670
Y contestarla sin que te vieran, con la complicidad de la criada. ¡Cuántas veces eran interceptadas por los padres! No hacen falta Montescos ni Capuletos: padres de hijos, padres de hijas... que no están de acuerdo con la relación.












Corot, La carta, 1865
A veces los interiores son oscuros: bueno, era normal vivir a oscuras, no había interruptores para prender la luz cuando se nos diera la gana; esa oscuridad aumentaba el misterio y el peligro. Y el recogimiento.

















Beckwith, La carta, 1910
¿Y si la carta era de ruptura? ¿O anunciaba la muerte del otro? ¿O que se iba a la guerra? ¿Cuánto tardaba en llegar la carta? Si el mensajero venía a caballo o por mar... un mes, dos meses o más. Cuando la tenías ya en tus manos, lo que te contaban ya era pasado remoto, nada podías hacer. Habías vivido en el limbo todo ese tiempo sin saber lo que le estaba pasando a la otra persona. 

¿Y si se perdía? Te quedaba un capítulo de la historia sin conocer. Y llegaban los malentendidos, porque nunca te enteraste de las noticias que ésa traía.










Picasso, La lectura de la carta,
1921
Pero veo que no todas se leen en privado. También se compartían con la mejor amiga... O amigo, como en el cuadro de Picasso. ¿Para compartir las emociones? ¿Para buscar consejo? ¡Qué complicado! Hoy mandaríamos un twit al universo de las redes sociales o la pondríamos en Instagram. De privacidad, nada.
















Hals, Mujer sentada con una carta, 1633
¿Señoras aburridas mientras el marido anda de viaje de negocios o en el frente de batalla? Por lo visto, no son todas jovencitas inexpertas. Las cartas de amor también son para los infieles... En este caso el ser descubierto puede traer consecuencias impredecibles.










Klinkenberg, La carta, s.f.


Aunque también hay señoras muy respetables. ¿Qué estará leyendo esta mujer? ¿Será una carta de amor? No parecen buenas noticias.


Lira, La carta, 1900
Para mí el mejor cuadro sobre este tema es el de Pedro Lira Rencoret. Ya te hablé alguna vez sobre esta obra (pincha aquí). Fue un pintor chileno, educado en París.  Él lo llamó La carta: no nos da la pista de qué carta es. Pero el público enseguida lo comenzó a llamar La carta de amor. La actitud de la modelo lo dice todo.

No sabemos quién es, no conocemos su rostro. Se oculta ante el espectador, lo cual provoca más tensión. Por su hermoso vestido sabemos que es una señorita de la alta sociedad; la vemos en una habitación que parece un salón, con alfombra y algunos muebles. El ambiente es oscuro. Esconde la carta detrás de su espalda. La puerta se está abriendo, alguien va a entrar, la van a descubrir y no tiene cómo esconderla. ¿Quién está abriendo la puerta? No lo sabemos. Sólo sabemos que ella tiene miedo a ser descubierta.

¿Qué dirá la carta? Otro misterio. Todas estas mujeres (bueno, también están por ahí los muchachos de Picasso) están congeladas en el sin tiempo de la Pintura. Los cuadros no nos permiten leerlas, son cartas pintadas: un secreto guardado en el lienzo. 





¿Habrá podido el pintor conocer el contenido? No, lamento decírtelo: el arte es sólo ilusión.

Larsson, Interior con mujer leyendo, 1885



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