Acoger a los pobres y a los desamparados
Crecí viendo una reproducción de Murillo. En esa
época no sabía quién lo había pintado; esos niños comiendo fruta me llamaban
mucho la atención y hacían volar mi imaginación. Después, con el tiempo, mi
reacción ante este artista se convirtió en: “Uf, Murillo, ¡qué pesadez!” Hasta
que descubrí que esos niños los había pintado él. No todo eran Inmaculadas
empalagosas. Me iba metiendo en su obra y entendiéndolo cada vez más.
En Sevilla se celebran los 200 años de su
nacimiento por todo lo alto. Murillo es Sevilla.
Murillo, Anunciación, 1668 (Imagen: C.del Rosso) |
Otros, como Velázquez,
probaron fortuna en otras partes; él se quedó. Tenía muchas ganas de ver a
Murillo de nuevo, en su ciudad, con ocasión de este año de fiesta. Y se me
cumplió el deseo.
No tenía tiempo para recorrer los 18 lugares en los
que el artista está presente. Había estado hacía unos años en el Museo de Bellas
Artes (te lo conté aquí), así que preferí ir al Hospital de la Santa Caridad.
Hacía mucho calor, ¡qué increíble sensación es entrar
a un patio andaluz! Me quedé un rato contemplando las dos fuentes, la de la Fe
y la de la Caridad.
Murillo, La curación del paralítico en la piscina, 1669 (National Gallery of London) |
El Hospital de la Santa Caridad es una institución benéfica que nació en el siglo XVI. Su misión era dar sepultura a los vagabundos; luego se dedicaron a acoger a los desamparados, dar de comer al hambriento y curar a los enfermos. Sevilla sufrió la tremenda peste de 1649, de la que sobrevivió sólo la mitad de la población, y a duras penas, totalmente empobrecida. Los niños de Murillo son los de la peste, del hambre, de la sarna: pinta lo que ve por las calles. Las instituciones religiosas y cofradías hicieron hicieron su parte para paliar el sufrimiento de la población.
(Imagen: C. del Rosso)blo |
Hacia 1663 asume como director de esta Hermandad
don Miguel de Mañara, un hombre pudiente, que, al enviudar, decide dedicar su
vida y su dinero a los pobres. Encuentra el hospicio en un estado desastroso y
se empeña en construir una iglesia nueva y decorarla. Para ello, contrata en
1667 a varios artistas: a Murillo y a Valdés Leal para las pinturas, Bernardo
Simón de Pineda para los retablos y Pedro Roldán para la escultura. Un proyecto
de arte integral, diríamos ahora. Mañara indicó el temario: las obras de
misericordia, que son la base de la regla de la Hermandad. Murillo había
ingresado en 1655 en ella, también al enviudar, como su amigo Miguel de Mañara.
Valdés Leal, In ictu oculi, 1671 |
El conjunto de pinturas es entregado 3 años
después. La iglesia se inauguró en 1674.
(Imagen: C.del Rosso) |
Cuando entras, el magnífico conjunto escultórico
del altar, de la mano de Roldán, atrapa tu mirada. Representa el Entierro de
Cristo, con figuras a tamaño natural y en una perfecta coreografía. Un paisaje
de Valdés Leal, con el Gólgota, hace de
escenografía.
Valdés Leal, Finis gloriae mundi, 1671 |
Pero no te adelantes
todavía hacia el altar. Al entrar, tienes sobre las puertas, enfrentadas, 2 obras
de Valdés Leal: 2 vanitas con arco de
medio punto, 2 obras crípticas sobre la fugacidad de la vida.
Las obras de Murillo cubren las paredes laterales,
arriba, bajo las cornisas. En total son 6. De los originales sólo quedan 2. En
la guerra de la Independencia (1811) el mariscal Soult arrasó con todo: se
llevó cuatro de las pinturas que decoraban la iglesia a París. Dejó 2 sólo
porque eran muy complicadas de transportar por su tamaño; son: La multiplicación de los panes y peces y
Moisés hace brotar agua de la roca del
Horeb, que están en el crucero de la iglesia, enfrentadas.
Murillo, Moisés hace brotar agua de la roca del Horeb, 1670 (imagen: C. del Rosso |
Soult admiraba a Murillo, tuvo esos cuadros en su casa; sus herederos los fueron vendiendo y hoy están en distintos museos, repartidos por el mundo: la National Gallery de Londres (La curación del paralítico), la de Ottawa (Abraham y los 3 ángeles) , la de Washington (El regreso del hijo pródigo) y el Ermitage de Moscú (San Pedro liberado por el ángel).
Murillo, La multiplicación de los peces, 1668 (Imagen: C. del Rosso) |
Durante mucho tiempo los huecos vacíos fueron cubiertos con paisajes bíblicos, pero en 2008 se optó por colocar copias de los cuadros robados, para poder tener una idea cabal del proyecto de Mañara. No es lo mismo, pero cumplen con su función.
Murillo, Abraham y los 3 ángeles, 1667 (National Gallery of Ottawa) |
Cada una de estas pinturas alude a su correspondiente obra de misericordia: p.ej., La curación del paralítico = cuidar y visitar a los enfermos; San Pedro liberado por el ángel = visitar al prisionero; El regreso del hijo pródigo = vestir al desnudo; el de Abraham= alojar al peregrino; Moisés= dar de beber al sediento; La multiplicación de panes y peces= dar de comer al hambriento. Los cuadros son realmente enormes y uno se pone a pensar el trabajo que les debe de haber dado sacarlos de ahí para llevárselos. Magnífico botín de guerra. Sin embargo, dejó intactos los de los altares laterales.
Murillo, Santa Isabel de Hungría curando a los tiñosos, 1668 (Imagen: C. del Rosso) |
En éstos podemos contemplar mejor las obras. Las
otras están ubicadas demasiado alto. ¿Por qué será? ¿Por falta de espacio, por
la necesidad de poner todas las obras de misericordia? En estos altares tenemos de Murillo un San Juan de Dios y una Santa Isabel de Hungría curando a los
tiñosos, una Anunciación y un San José con el Niño. Me quedé mirando a la
Santa Isabel rodeada de niños, de esos niños mendigos que él sabía retratar tan
bien.
Por último, la vista se va a la bóveda, pintada por
Valdés Leal.
Cada cuadro tiene un cartelito explicativo bastante
completo; realmente, muy útil. Especialmente para las obras que están tan arriba.
Murillo, El regreso del hijo pródigo, 1668 (National Gallery of Washington) |
Había muchos turistas franceses que escuchaban
atentamente a la guía. Al rato apareció un colegio, con profesoras desesperadas
porque los chicos hacían mucho ruido…
Pasé por la tienda: tienen muy buenas cosas. Me
quedé otro ratito disfrutando del patio. Y mientras, pensaba en cómo sería
nuestro mundo si emulásemos a esa gente que hacía tanto por su prójimo…
Fuentes; Triadó Tur, J.R. Murillo.
Madrid, Ed. Susaeta, s.f.
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