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jueves, 28 de junio de 2018

En muy buena compañía


Los retratos de grupo

Sorolla, Bajo el toldo, Zarauz, 1910


Retratos, autorretratos… ¿Y qué pasa cuando se van agregando figuras? Llamamos a estas obras “retratos de grupo”. Si son sólo 2 personas, como, p.ej., en el caso de matrimonios, hermanos o amigos, los llamamos “retratos dobles”.

David, Lavoisier y señora, 1788
El origen se remonta a las pinturas religiosas con donantes del Prerrenacimiento, p.ej., en la Capilla Scrovegni, de la mano de Giotto. Los donantes eran los que encargaban el cuadro y lo pagaban. 



















Al principio solían ser pintados en las alas laterales de los retablos y, de a poco, van ganando presencia para terminar inmiscuyéndose en la pintura. Generalmente el motivo del encargo es pedir intercesión por pecados cometidos o en acción de gracias, aunque no sin cierto afán de ostentación. Y también con intención de participar de la santidad, de la no temporalidad de los otros personajes, y así hacerse eterno por medio de la inclusión en el cuadro. La imagen es anacrónica a primera vista: ¿qué hace van der Paele con San Donaciano, San Jorge y la Virgen?

van Eyck, La Virgen con el canónigo van der Paele, 1434

De a poco se van delimitando las diferentes funciones de este tipo de retrato y van surgiendo subclases. Los retratos cívicos eran comunes en las Scuole de Venecia: eran unas cofradías laicas con fines de asistencia social y caridad, bajo un santo patrono. Se encargaban no sólo para inmortalizar a aquéllos que contribuían con su dinero, sino también para afirmar su identidad como grupo frente a otras cofradías con las que competían. Lo que hoy llamaríamos “imagen corporativa”.

Bellini, Procesión en la Plaza de San Marcos, 1496

Al comienzo consistían en una mera yuxtaposición de retratos individuales. Pero enseguida se planteó la cuestión de cómo mostrarlos: los personajes comienzan a interactuar entre sí, se cuida la pose, la jerarquía de cada uno y la escenografía, como si estuvieran en un teatro.

van Scorel, 12 miembros de la Confraternidad de Jerusalén en Haarlem, 1528

En los Países Bajos, el calvinismo y la guerra contra el Imperio Español hizo reforzar la consciencia de la identidad nacional. Las cofradías, las compañías de milicianos, las sociedades de caridad quieren posar para la posteridad. Cada socio debía aportar una suma de dinero para poder aparecer en el cuadro: su posición en el grupo no sólo depende de su jerarquía, sino también de cuánto pagó. Los ejemplos abundan. El más famoso, sin duda, es la Compañía del capitán Frans Banninck Cocq y el teniente Willem van Ruytenburgh de Rembrandt (conocido como La noche de ronda). 

Rembrandt, La noche de ronda, 1642

O Los síndicos de los pañeros, en el que Rembrandt nos hace partícipes de su sesión de trabajo: es un instante congelado en el tiempo. 

Rembrandt, Los síndicos de los pañeros, 1662

Hals fue un maestro en la composición de estas obras: los coloca interactuando entre sí, en subgrupos, con distintos gestos. En muchos casos, aparecen sentados a la mesa, como ocurre en los retratos de regentes de asilos, vestidos austeramente y de negro.

Todos miran al espectador. Existen también los femeninos, en los que las regentes son señoras mayores: son mujeres que, luego de criar a los hijos, se han dedicado a la caridad y la solidaridad.
Hals, Las regentes del asilo de Haarlem, 1664

El retrato cívico es una representación física e individual, en un determinado momento y lugar, pero a la vez, es un testimonio de la actividad de esa institución. No es sólo una cuestión estética o artística: hay un fin político, histórico y social detrás de la contratación de esa obra.


Hals, La compañía del capitán Reael y el teniente Michielsz, 1637

Y si hablamos de política, La consagración de Napoleón, pintado por David, se lleva todos los premios. Fue un encargo del mismo Napoleón: David fue testigo del suceso, tomó apuntes y, ya en su taller, colocó uno a uno a los que estuvieron presentes y también alguno que no, como la madre del emperador.

David, La consagración de Napoleón, 1805

Las lecciones de anatomía también son parte de este género. No te cuento más de todo esto porque ya vimos hace tiempo la de Rembrandt (pincha aquí). Y si es por científicos y sus alumnos, qué mejor que Sorolla con el Dr. Simarro en el laboratorio.

Sorolla, Una investigación, 1897
Otra subclase son los retratos de familia; casi siempre el padre está colocado en posición dominante.  En las negociaciones previas se especifica el lugar y la vestimenta: el retrato es la muestra de un estatus, así quieren ser recordados.  Y el pintor tendrá que considerar el lugar donde será colgado.

Tiziano, Paulo III, su sobrino Octavio y el cardenal
Alejandro Farnesio, 1546
El  Paulo III de Tiziano muestra la relación con sus 2 sobrinos; Tiziano no esconde nada: el Papa recela de su sobrino Octavio, que se acerca a él adulándolo. Las miradas, los gestos, nos revelan el mar de fondo que hay entre estos personajes: la historia condiciona la composición.



















Jordaens se pinta con su familia, en el momento de hacer música entre todos y en su jardín: símbolo de la armonía y amor. 
Jordaens, La familia del pintor en el jardín, 1621
Rubens también pintó muchas veces a la suya también en el jardín: el lugar se compenetra de la felicidad de esos personajes.

Rubens, El artista y Helena Fourment en el jardín, 1631

En cambio, Degas, que tampoco perdonaba ni una, pintó a la familia Bellelli con toda la tensión e indiferencia que reinaba entre ellos, aislados unos de otros. Eran parientes, había estado alojando en su casa una temporada y conocía de cerca lo que pasaba ahí adentro (¡qué agradecimiento a su hospitalidad!). 


Degas, La familia Bellelli, 1858


Goya tampoco es muy zalamero con Carlos IV y Luisa de Parma. 


Goya, La familia de Carlos IV, 1800

Velázquez, Las Meninas, 1656






Las Meninas también es un retrato de familia: de hecho, se llama La familia de Felipe IV; sin embargo, esta obra es tan única, que supera cualquier clasificación. 




















Martínez del Mazo pintó a su familia en homenaje a su suegro, Velázquez.


del Mazo, La familia del artista, 1660


Sorolla, Mi familia, 1900
Sorolla pintó varias veces a su mujer e hijos. Éste es de inspiración velazqueña. (Lo analizamos aquí.) 






















Para el de la familia Errázuriz los hizo a ir a todos a Madrid (y les cobró un dineral).


Sorolla, La familia de Rafael Errázuriz Urmeneta, 1905

No es de extrañar: para La fiesta del pan, uno de los paneles de su Visión de España en la Hispanic Society, hizo posar a toda esta gente al aire libre.


Sorolla, La fiesta del pan, 1913

Cuando la posición social del artista cambia y éstos ganan en autoestima, también se retratan a sí mismos en grupo. Conocido es el de Zoffany, que representa a sus colegas de la Royal Academy, con Reynolds y Hunters en el centro. Las 2 pintoras fundadoras de la Academia aparecen en los retratos de las paredes: Angelika Kauffmann y Mary Moser (en las paredes, porque por su condición de mujeres no podían participar en clases de desnudo).


Zoffany, Royal Academy, 1771

Los impresionistas, que eran los rebeldes, los vanguardistas, se retrataron como manifiesto artístico y seña de identidad de grupo. Fantin-Latour pone a Manet frente al caballete, como jefe de la banda. 


Fantin-Latour, Estudio en Batignolles, 1870

Bazille los presenta reunidos en su taller de la rue Condamine; Manet mete su pincel en el cuadro y pinta a Bazille, el autor del cuadro.  Una muestra de la camaradería que reinaba entre ellos. (Bazille era altísimo: lo reconocerás enseguida en estos 2 cuadros.)


Bazille, Estudio en la 9 Rue Condamine, 1870
Los retratos de grupo exaltan la mayoría de las veces la camaradería, la solidaridad, la unión, la buena compañía entre pares... Otras, no tanto: así son las relaciones humanas.

Hopper, Halcones nocturnos, 1942


Fuentes: Laneyrie-Dagen, N. Leer la pintura. Barcelona, Larousse, 201
West, Sh. Portraiture. New York, Oxford University Press, 2004



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