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jueves, 14 de junio de 2018

¡Selfie! (¿Selfie?)

Los autorretratos


Courbet, Hombre desesperado (Autorretrato), 1845


Desde que los teléfonos incorporaron la cámara frontal, los selfies se han establecido en nuestra vida diaria. Un millón por día, ni más ni menos: cultura del ego. Y ni qué hablar de las muertes por eso de hacérselos en lugares insólitos. El autorretrato está en nuestro bolsillo, a sólo un click. Así de fácil. Pero un autorretrato pintado... lleva mucho más tiempo, te lo aseguro. En principio, el selfie es su desarrollo lógico, aunque no es exactamente lo mismo.

Dalí, Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas, 1972
El autorretrato es una subclase de los retratos: (si te perdiste el post sobre este tema pincha aquí) el artista toma el pincel, colores y una tela, se coloca frente a un caballete y a un espejo; el tema de su obra es él mismo. A partir del sg. XIX algunos comenzaron a usar fotos. 

Salterio de Claricia de Baviera, sg. XII
y XIII
Aparentemente los primeros ejemplos surgieron en Egipto y Grecia: no han quedado ejemplos ni documentos, aunque perviven algunos en escultura. Aparecen algunos en códices medievales, en los que los copistas se incluyen tímidamente, a modo de firma. (Una vez te conté ya lo del autorretrato como firma, pincha aquí.) 














Fouquet, Autoretrato, 1450
De a poco, los artistas se van metiendo en los cuadros, escondidos en algún rincón o participando en alguna escena. Durero se pinta como Gaspar en la Adoración de los Magos (puedes ver nuestro análisis del cuadro aquí), Miguel Ángel se pinta desollado en el Juicio Final, Rafael aparece en la Escuela de Atenas, y Masaccio, Piero della Francesca, Giotto… 
















van Eyck, El hombre del turbante,
(¿Autorretrato?), 1433
El autorretrato autónomo se afianza en esta época, justo cuando los artistas ya no se sienten meros artesanos, sino dueños de ciertas habilidades intelectuales y espirituales que elevan el oficio a una dignidad mayor. Se citan como los primeros el de Fouquet o el de van Eyck.



















Vermeer, Alegoría de la Pintura, 1665
Hay un avance técnico que propicia este tipo de retrato: los espejos dejaron de ser convexos. El espejo plano es una invención veneciana y ¡eran carísimos! Tenían una medida máxima de 80 cm (por eso la mayoría de estas obras son de medio cuerpo) y cuando se rompían se conservaban los trozos como un tesoro.
















Parmigianino, Autorretrato con espejo convexo, 1520
Además del (supuesto) autorretrato suyo con turbante rojo, Van Eyck se pintó como testigo de la boda de los Arnolfini, en el espejo de la pared (convexo, por cierto). Parmigianino se retrató con un espejo convexo, con la imagen desfigurada, la mano enorme, próxima (como en los selfies actuales).  















Gumpp, Autorretrato, 1646

Si te fijas, todos miran a un punto determinado: se están observando en el espejo. En muchos casos éste también aparece en el cuadro. Y a veces hace falta más de uno, si es que te quieres pintar de espaldas, como Dalí, Gumpp o Vermeer, que nunca nos mostró su rostro.












Sin embargo, cualquier superficie reflectante vale: van Claesz se pinta en una esfera de cristal, Clara Peeters en el de una jarra (pincha aquí) y van Eyck en la armadura de San Jorge en el cuadro de la Virgen y el canónigo van der Paele. El autorretrato es una pintura de la imagen de tu reflejo.

van Claesz, Vanitas, Naturaleza muerta con autorretrato, 1628

El artista puede aparecer en grupo, con su familia, con amigos… Rubens nos ha dejado varios ejemplos.

Rubens, Autorretrato con amigos, 1602


Durero, Autorretrato con 28 años, 1500
En el caso de los autónomos, el primero que fue más productivo fue Durero. Se dibujó a los 13, le regaló uno a su novia y el último, como artista-Cristo-creador, casi una blasfemia. 





















Schiele, Autorretrato, 1911

Sin embargo, Rembrandt lo superó ampliamente en el primer puesto del ranking con unos 100; le siguen Schiele, van Gogh (unos 30), Picasso, Velázquez, etc.















Bravo, Autorretrato, 1971
Pero, ¿cuál es la intención de representarse a sí mismo? Las razones son bastante variadas. En primer lugar, como autoafirmación, como muestra de lo se es capaz de hacer, como reivindicación del estatus del artista. 


















Knight, Autorretrato con desnudo, 1913


Cuando Laura Knight ingresó en la Royal Academy (durante mucho tiempo vedada a las mujeres) pintó este cuadro como muestra de su consagración como artista. 



















Poussin, Autorretrato, 1650
En cambio, Poussin era reacio a pintarse, pero lo hizo sólo al final de su vida ante el ruego insistente de los coleccionistas y su mecenas.





















Rubens, Autorretrato, 1639
En otros casos, la idea es analizar la propia identidad o como registro de cada etapa de la vida, de los éxitos y de los fracasos, como es el caso de Rembrandt, Rubens o Sorolla.



















Sorolla, Autorretrato con bata blanca,
1900
O como Corinth, que se propuso pintarse en cada cumpleaños. El resultado es una autobiografía pintada y cada retrato es un momento congelado de esa vida.





















La búsqueda de esa identidad puede darse de muchas maneras: hay artistas que se muestran trabajando, como Velázquez, Goya, Rembrandt, Magritte, Boucher, Chardin, Chagall y tantos otros. De estos retratos muchas veces podemos sacar mucha información sobre cómo trabajaban. 

Magritte, La clarividencia, Autorretrato, 1936

Algunos pintores se representan tomando la identidad de otros: Zurbarán como San Lucas al pie de la Cruz; Caravaggio, decapitado como Juan el Bautista.

Caravaggio, David con la cabeza de Goliath, 1606

Burgkmair, Autorretrato con su esposa, 1529
Otras veces es una vanitas, un cuadro sobre la fugacidad de la vida, y suelen aparecer esqueletos o calaveras


















Rembrandt, Autorretrato
como Zeuxis, 1662



El último de Rembrandt, como Zeuxis, es una gran carcajada final. 



Picasso, Autorretrato, 1972









Picasso, en cambio, abre los ojos desmesuradamente.





van Gogh, La silla de Vincent, 1888
No siempre en un autorretrato veremos la figura del pintor: un conjunto de objetos pueden representarlos de manera inequívoca. Fíjate en la silla de van Gogh: no hace falta la figura, él está ahí. 




















Lo mismo con las figuras geométricas de Malevich, la ropa de Bravo o la A tumbada de Tapiès.
Tapiès, A tumbada, 1982

Malevich, Autorretrato en 2 dimensiones,
1915
Otro motivo puede ser el estudio de la figura humana, como van Gogh, aunque él los hacía porque no tenía cómo pagar a los modelos. Los autorretratos son muy usuales en las pintoras, ya que durante mucho tiempo se les prohibió el estudio de la anatomía a partir de modelos desnudos, y sólo les quedaba aprender de sí mismas. 














Bacon, Autorretrato, 1971
Con Freud y la psicología el autorretrato servirá también para indagar la profundidad del yo y los estados de ánimo. Bacon llevó el escrutinio de su alma hasta despellejarse, Schiele observa  su propia carnalidad hasta la deformidad. 


















Kahlo, Autorretrato con vestido de
terciopelo, 1926
Frida Kahlo descubre su alma en cada autorretrato y pintarse es su terapia ante el dolor (para Frida, ver aquí). 











Munch, Autorretrato con desasosiego interior, 1919







Munch, retratándose, hace un conjuro contra su depresión.










Boucher, Autorretrato en el taller, 1720


Un autorretrato no sólo es la manera en que el artista se ve a sí mismo, sino también en cómo quiere que lo veamos. El resultado es un otro, que surge de ese reflejo del espejo. Y el espectador se mira en el espejo del retrato, pero la imagen que devuelve no es la propia sino la del pintor.









Liechtenstein, Autorretrato, 1978
(Y si no quieres saber nada con los selfies, aquí tienes la solución de Lichtenstein)



Fuentes: Laneyrie-Dagen, N. Leer la pintura. Barcelona, Larousse, 201
West, Sh. Portraiture. New York, Oxford University Press, 2004
Notas personales
















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