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jueves, 20 de febrero de 2025

Un rojo atrayente (y venenoso)

 

Minio (Imagen: Wikipedia)


¿Qué es el minio?

¿Te acuerdas de cuando hablamos de los códices medievales? Esos libros pintados y escritos a mano, pacientemente, por monjes que creían en la trasmisión de la cultura.

Anónimo, San Mateo, Evangelio
de Gladzor, sg.XIV


Escritos a mano: o sea, manuscritos. No todo el mundo tenía el privilegio de tener un libro (pensar que ahora los tenemos en pdf, en dispositivos…): sólo si podías pagarlo y esperar el tiempo necesario para que alguien lo copiara, pintara y encuadernara. Rubens, en una de sus cartas, cuenta que había mandado a copiar un libro, del cual sólo había 30 ejemplares. Rubens era un hombre muy culto y tenía suficiente dinero como para encargar uno para sí mismo. Imagínate, ¡siglo XVII y ya existía la imprenta! Nunca estaremos lo suficientemente agradecidos por esas manos que, diligentemente, conservaron esos textos que eran parte de la cultura occidental.

Rubens, Descendimiento de la
Cruz, 1611


Si en Las ricas Horas del Duque de Berry nos asombrábamos por ese azul resplandeciente, en otros libros deberíamos maravillarnos de esos rojos potentes, vibrantes, que siguen brillando después de tantos siglos. Y ese rojo se llama minio. (O bermellón o cinabrio, ya te lo explico más abajo.)

Maestro de Leaping Figures, Biblia de
Winchester, Libro de Jeremías, 1160


El minio es un mineral que está compuesto por cinabrio y plomo. Obviamente, muy tóxico. Se encuentra en forma natural en muchas partes del mundo, pero en la Antigüedad se extraía de una mina en Almadén, España, junto al río Miño. Por eso se llama así. También lo puedes encontrar como “rojo de plomo”.

Rojo de plomo o minio (Wikipedia)


Y al hablar de Antigüedad nos tenemos que remitir a la Prehistoria… Ya existe su uso en las pinturas rupestres de Almadén. Los egipcios también lo usaban (importado de allí) y también los romanos. Los chinos lo usaban en sus cerámicas lacadas. O sea, es uno de los primeros pigmentos rojos que se han usado en la Historia.

Fuente de laca y oro, Dinastía Song,
sg. XIII


Como se usaba frecuentemente en las ilustraciones de los códices medievales, éstas pasaron a llamarse “miniaturas”, por el minio.

Sin embargo, es probable que no todos usaran este material. Existía el bermellón o cinabrio y los autores los confunden uno con otros. El bermellón o cinabrio es un mineral que está compuesto por mercurio y azufre (también muy tóxico). Los chinos lo usaban (como ya te conté) en sus cerámicas y en el lacre para sellar documentos. De ahí que haya quedado el nombre de “bermellón chino”, como lo puedes encontrar en alguna gama de colores de pinturas (que no es tóxico: se reproduce el tono, pero está fabricado en laboratorio). Los romanos lo usaban para los murales en los interiores de sus casas. No sirve para el exterior, pues al contacto con la luz solar se oscurece.

Zhao Yon, Caballo y mozo de cuadra, 1347


Llegó un punto en que el precio de esta pintura se encareció tanto (bueno, había que importarlo de España) que en Roma fijaron el precio por ley.

En la Edad Media se empieza a usar hacia el siglo XI, pero sin exagerar, por su precio. Cuando se difunde el método de fabricación de bermellón artificial (quemándolo, básicamente, en una solución de amonio o potasio -aunque esta receta no es la única), se abaratan los costos y, entonces, su uso aparece en casi todos los manuscritos.

Anónimo, Salterio de Egbert, El 
monje Roudbrecht, sg.X


El minio-bermellón-cinabrio se usó hasta que apareció el rojo de cadmio, en 1817. Que también es tóxico, pero está permitido en colores para pintura artística, vaya a saber hasta cuándo. Hasta ahora es el rojo más potente que existe en la actualidad. (Todos los colores cadmio son bastante caros, pues tratan de obligarnos a que usemos otras variantes, pues el cadmio va a baterías y otras tantas cosas… )

Degas, La coiffure, 1896


Es decir que hasta el sg. XIX se usó bermellón. Seurat, p.ej., cuando arma su paleta, menciona al minio. Renoir, que no confiaba para nada en el progreso (no me van a venir a mí con esos inventos nuevos) también usaba bermellón: cuentan que Matisse le llevó una muestra de cadmio y que Renoir se la rechazó. El cadmio no tiene el problema del oscurecimiento ante la luz. Para evitar este problema, los artistas cubrían las zonas pintadas con bermellón con veladuras (capas muy delgadas de color y aceite) de carmín o con barniz.

Renoir, Mujer apoyada en el codo,
1918


¿Y el rojo pompeyano? Cuando en 1909 se descubrió la Villa de los Misterios en Pompeya, los arqueólogos quedaron fascinados por esos murales tan rojos. Pero no era rojo. A ver, que te explico. Como te decía arriba, el bermellón natural era muy caro y sólo unas pocas casas están pintadas con él. En su mayoría usaban el rojo de ocre, que es una arcilla amarilla con mucho hierro, que al calentarse se pone roja. Piensa que Pompeya era una ciudad periférica, a la que los romanos iban de vacaciones. En esas casas, si bien pertenecían a gente pudiente, no se invertía demasiado en su decoración. Pues con la erupción del Vesuvio en el año 79, esas pinturas, con hierro, fueron sometidas a temperaturas altísimas y el ocre… se convirtió en ese rojo que hoy admiramos. Cosas de la química.

Anónimo, Fresco Pompeyano, 79 d.C.
Casa del Triclinio

Y si lo tuyo es comprar colores para pintar, me vas a decir: “Pero ¿cómo puede ser, si el cinabrio que me venden es verde?”. Ay, otro lío. Resulta ser que como el bermellón-cinabrio es una pasta muy cubriente, se empezó a llamar a todos los colores cubrientes (es decir, no transparentes) “bermellón”, aunque no fueran rojos. En realidad, el verde cinabrio está compuesto por óxido de cromo, como el verde de cromo: nada que ver con el mercurio, azufre y plomo del minio-cinabrio-bermellón.

En fin, ya ves, la pintura tiene algo de cocina, de contextos culturales, tradición, de química… 

¡El mundo de los colores es inabarcable!

 

Fuentes: Doerner, Max. Malmaterial und seine Verwendung im Bilde.

Stuttgart, Enke V., 1985

Finlay, V. The brilliant history of Color in Art. Los Ángeles, Paul Getty Museum, 2014

St. Clair, K. The secret life of color. New York, Penguin, 2016

 

 

 

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