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jueves, 24 de octubre de 2024

Una vela de barco con mucho riesgo

 

Sorolla, Cosiendo la vela, 1896

Sorolla y Cosiendo la vela

Que Sorolla es uno de los artistas más grandes que ha habido ya no cabe ninguna duda. Pensar que durante mucho tiempo estuvo no digo escondido, pero casi. Cosas de la vida: el testamento de Clotilde, la pronta muerte del maestro, la Guerra Civil española, la 2da Guerra… La luz de los cuadros de Sorolla y su españolismo alegre no encajaban en un contexto de guerras ni de pinturas abstractas.

Sin embargo, como pasa a veces, hay artistas que son redescubiertos y puestos nuevamente en valor (p.ej., Vermeer o El Greco, ¿qué me cuentas?). En el caso de Sorolla, se lo debemos a su bisnieta, quien, pacientemente, editó las cartas que se guardan de él, hizo el inventario de sus obras…

Alguna vez te traje parte de esas cartas, de aquéllas dirigidas a Clotilde. Hoy te muestro algunas sobre la historia de dos cuadros importantísimos en la carrera del pintor, enviadas a su amigo del alma, Pedro Gil Moreno de Mora.

Sorolla, Trata de blancas, 1885

Se habían conocido en Italia, en 1885, cuando el artista estaba allí junto con su esposa, habiendo sido becado por la Diputación de Valencia. Pedro Gil venía de una familia de banqueros, que residían en París. No tenía problemas económicos; se dedicaba a administrar el patrimonio familiar y a pintar. Había ido a Roma a estudiar pintura. Para Sorolla será un gran aliado: Pedro lo contactará con gente importante de París, lo ayudará con los envíos y embalajes de sus cuadros. Sorolla le confiará sus bienes cuando viaje al extranjero en barco y también ayudará a su amigo con sus contactos en España cuando éste se ve en problemas.

Sorolla, Sol de tarde, 1903


Hacia 1895 Sorolla sigue apegado a sus pinturas costumbristas o de denuncia social. Paralelamente experimenta pintando a los pescadores valencianos. Sigue siendo pintura costumbrista, pero su interés ahora está en captar la luz, el movimiento del mar. Conoce lo que se está haciendo en Francia. Envía sus cuadros a distintas exposiciones en España y en el extranjero, gana muchos premios y medallas.

En una carta de 1896 le dice a Pedro Gil:

(…)”He terminado mi cuadro para el Salón de este año que titulo La vela nueva; son unas muchachas que cosen una vela de barco en un patio donde el sol juguetea entre las hojas; no sé lo que te parecerá, yo lo creo de mucho arriesgo, por las grandes dificultades que tiene el natural y que son imposibles de vencer con los medios que cuenta la pintura; ahora bien, si la cosa gustara sólo ya sería un gran triunfo pues me animaría a seguir por el camino nuevo, para mí, el único, la verdad sin arreglos, tal como se sienta, y aún con menos preocupación de la que se nota en el cuadro que ahora he terminado.” (El subrayado aparece así en la carta.)

Sorolla, El algarrobo, Jávea, 1899


Está hablando del cuadro que hoy conocemos como Cosiendo la vela. Vaya si es arriesgado. Un triángulo de luz, la vela iluminada por el sol como protagonista; los personajes, en el fondo, en un punto de fuga, con un marco de flores, y el recorte de una puerta en la que se entrevé la playa.

Sorolla, Comiendo en la barca, 1903


Lo pintó en El Cabañal, la playa valenciana, en una casa de pescadores. Él, pintándolo ahí mismo, frente al modelo. Él sabe muy bien a lo que se está arriesgando. Es el primer cuadro en el que aparecen sus maravillosos juegos de blancos. Sigue:

“No te mando fotografía ninguna, pues no da la verdad de relación de valores.”

Así es. Las fotos no le hacen justicia. Para verlo tienes que ir hasta la Ca’ Pesaro de Venecia. Por suerte lo prestan bastante a menudo para exposiciones temporales.

Cosiendo la vela tuvo muchísimos premios: en París, en Viena, en Munich…

Sigo con la carta:

(…) “El cuadro de Cristo lo reservo para otro Salón, por serme imposible terminarlo ahora; a más necesito muchos más estudios de los que tengo y algo de aquel país que no sé de dónde sacarlo y hacer ahora un viaje sería muy molesto y casi imposible.

Sorolla, Yo soy el pan de Vida, 1899


Se trata de “Yo soy el pan de vida”, un cuadro gigantesco de Cristo predicando en la barca (415 x 532 cm). (Lamentablemente, ésta es la única imagen que encontré más o menos buena de esta obra.) Había sido encargado por don Rafael Errázuriz Urmeneta para su casa de Valparaíso, junto con otros 4 cuadros más. Tardó 4 años en terminarlo, no estaba convencido. Hoy pertenece a la colección Lladró.

Siempre pensando en su proyección internacional, sabiendo que en España se pinta de otra manera, participa en la Exposición Universal de París de 1900. Envía Triste herencia, Cosiendo la vela, Comiendo en la barca, Viento de mar, El algarrobo, Jávea y Caleta, Jávea. (Viento de mar desapareció en el incendio del Jockey Club de Buenos Aires en 1953).


Sorolla, Triste herencia, 1899

Por la calidad de su obra recibe el Grand Prix. ¡Un español gana el mayor premio de todos! Pero, especialmente, el premio lo recibe a causa de Triste herencia. De nuevo, pintura de denuncia social. Cuenta que un día estaba pintando en El Cabañal, cuando aparecieron estos niños, dispuestos a darse un baño. Niños huérfanos del Hospital San Juan de Dios, acompañados por este sacerdote. Le pidió permiso para pintarlos y éste fue el resultado. Hay mucha compasión por parte del pintor; él mismo había sido huérfano, aunque tuvo mejor suerte que estos chicos. El cuadro hay que verlo en directo. Cuentan que Monet, Boldini y Besnard lo vieron juntos. A Boldini le encantó “la soberbia maestría de este diablo español”; Besnard exclamó que “no hay duda, estamos en presencia de un gran maestro” y Monet agregó: “de un joyero de la luz, sobre todo”.

Y siempre me preguntaba qué es lo que vieron, por qué un Monet rindió sus elogios a este cuadro. Pues lo entendí en cuanto lo vi. Me quedé un rato largo observándolo. Ahí está el Sorolla del mar, el de la playa, el de la denuncia, el de los colores, aunque no haya blancos ni cielo.

Sorolla, Caleta, Jávea, 1896


Tampoco estaba convencido de presentarlo; sus amigos le insistieron con que lo hiciera. Incluso, una vez colgado en la exposición, no le parece bien trabajado. Le dice a Pedro Gil en una carta de febrero de ese año:

(…) “Estoy muy intranquilo de mi último cuadro que mando a la Universal, por lo mismo anhelo conocer tu opinión (pues aquí vivo rodeado de falsos admiradores) y la opinión de los viejos pintores es temible por si me engañan; lo he pintado con el alma, pero como es muy personal temo no lo entiendan… tú lo verás.”

Sigue más adelante:

Esa triste herencia es mi pesadilla y mis temores, representa el momento en que un hermano de San Juan de Dios ayuda a unos pobre niños tullidos a que se metan en el mar; todo él está lleno de niños desnudos (enfermos), el mar es de un azul oscurísimo, de un día de agosto pesado y triste; todo al sol, pero como no hay más colores que el negro del traje del hermano y los tonos macilentos de carne floja y miserable, y el mar sin alegría, y la poca playa oscura por ser la arena mojada, todo verdad pero triste, temo se metan conmigo; yo lo he hecho arrastrado por la fuerza que el espectáculo me hizo. Era tan bello y triste que me decidí a ponerlo en práctica aun a pesar de todo lo que puedan decirme; pero tengo miedo: te guardo apuntes de esto.” (El subrayado aparece así en la carta.)

Sorolla, Cordeleros de Jávea, 1896


Éste es el cuadro que le dará el premio soñado y que le dará fama internacional. En Valencia lo honrarán como hijo ilustre de la ciudad. Pedro Gil consigue, a través de sus contactos, que le otorguen la Gran Cruz de Caballero de la Legión de Honor y será nombrado miembro de la Academia de Bellas Artes de Francia.

Se quedó 6 días en París y tuvo la oportunidad de conocer allí a Boldini, Sargent y a Zorn (estos dos últimos artistas también habían ganado el premio). Y un grupo de artistas, entre los que se encuentran Krøyer y Gérôme, le celebrarán con una cena su triunfo.

Sorolla, Pescadores valencianos, 1895


Ya ves, los cuadros siempre tienen una historia detrás. Sorolla se encargó de contarnos cómo vivía su ejecución, sus dudas ante lo nuevo que estaba haciendo; sin embargo, no cambió de rumbo y siguió el camino que su instinto le señalaba. Menos mal.

Fuentes: Pons-Sorolla, B. Joaquín Sorolla. Barcelona, Polígrafa, 2005

Tomás, F. y otros. Epistolarios de Joaquín Sorolla

Barcelona, Anthropos, 2007, tomo I

 

 

 

 



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