Regnault, Pigmalión, 1786 |
El mito de Pigmalión
Había una vez un rey, el rey de Chipre. Se quería casar, pero no encontraba
a la mujer perfecta. Estaba desilusionado totalmente de las mujeres:
histéricas, problemáticas, complicadas... Para matar el tiempo y no sentirse
solo, se dedicó a la Escultura.
Se puso a tallar figuras de mujeres, ésa que él buscaba infructuosamente.
En blanco marfil. Y lo consiguió: logró una estatua preciosa, la representación
exacta de sus anhelos. Pigmalión construyó en piedra la idea de mujer, mejor
dicho, su idea de mujer.
En unas celebraciones a la diosa Afrodita (Venus, para los romanos), la
diosa del amor, Pigmalión le rogó a la diosa que le diera una esposa como la
estatua, así de perfecta y a su medida. Vamos, que le puso condiciones a la
diosa… ¿Y si no era igual? ¿Y si a Afrodita se le antojaba recomendarle a
otra???? (Vamos, que se quería fabricar una esposa a su medida...)
Bargellini, Pigmalión, 1896 |
Pigmalión volvió al taller y se quedó contemplando horas a su creación. Y
la estatua comenzó a cobrar vida. Ya no era marfil duro y frío. Se movía. Pensó
que era un sueño, no, Afrodita lo había escuchado. No le regaló una como, sino
que le insufló vida a la estatua. Más fácil que buscarle una especialmente. La
llamó Galatea. La historia terminó bien: se amaron, tuvieron una hija, y todos
felices.
Daumier, Pigmalión, 1842 (grabado) |
¿Te suena esta historia?
Ha sido adaptada, rehecha, actualizada a nuestros tiempos de todas las
maneras posibles. Allí tienes la historia de Pinocho, por ejemplo. Y si te
gusta el cine: “My fair lady” o “Pretty woman”, entre tantas otras (que toman la
versión de la obra de teatro de B. Shaw, Pigmalión).
Pecheux, Pigmalión y Galatea, 1784 |
En Pintura fue inmortalizada una y otra vez. Ya aparece en el sg. XVI con
Bronzino (eso, sin mencionar los mosaicos y frescos antiguos que nos han
llegado).
Bronzino, Pigmalión, 1530 |
Burne-Jones (de quien te hablé por aquí) hizo una serie de cuatro cuadros
con este tema.
Burne-Jones, Pigmalión, 1878 |
Si te fijas, hay ejemplos en los que Pigmalión está solo en el taller;
otros, con mucha compañía, y de todo tipo: desde espectadores incrédulos,
sirvientes o pequeños cupidos, con sus flechas del amor ya listas para ser
disparadas.
Lemoyne, Pigmalión, 1762 |
Si tuviera que elegir… No sé con cuál quedarme: o el de Gérôme, por la composición y la perfección que lo caracteriza, por su visión “cinematográfica” (antes del cine) (hablamos de él por aquí). O bien, el de Regnault. En éste, la pose de la estatua es tan humana, que te olvidas de que es de piedra. Sólo que es demasiado blanca para ser de carne y hueso.
Gérôme, Pigmalión y Galatea, 1890 |
Más allá de la historia, el cuentito, y el discutible afán de buscar a la
mujer perfecta, diseñada a gusto y necesidades personales, este mito es una
metáfora de la creación artística. El artista como creador.
Se cuenta la anécdota de Miguel Ángel, que, al ver lo que había logrado con
su Moisés, le ordenó que hablara. Obviamente, su Moisés era de
piedra y no podía concederle ese deseo. Miguel Ángel, quien no era lo que se
dice un hombre amable y sereno, le dio un martillazo a la rodilla de su
estatua. Todavía se puede ver la huella de ese golpe aún hoy.
Miguel Ángel, Moisés, 1537 (detalle) |
Pigmalión es un creador que no puede dar vida a sus creaciones; sólo puede
aproximarse, imitar, provocar la ilusión de realidad. Sólo a través del amor lo
logrará.
Fuentes: Cansik, H.-Schneider, H. Der
Neue Pauly. Stuttgart, Metzler V., 1996
Grimal, P. Diccionario de mitología
griega y romana. Bs.As., Paidós, 1981
Ovide, Les Métamorphoses. Paris, Les Belles
Lettres, 2021
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