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jueves, 7 de octubre de 2021

Una historia de amor

 

Friedrich, Acantilados en Rügen, 1818

Revisando un catálogo de libros me encuentro con que (¡oh!) habían editado las cartas de Caspar David Friedrich. ¡Oh! ¿Cartas de Friedrich? Lo puse en mi lista de favoritos y lo compré en cuanto pude. Con muchas reticencias, pues pensaba: “¿Esto le gustará a alguien?”, “¿podré escribir algún artículo sobre esto?”. Esperaba encontrarme con un libro vetusto, con letras antiguas y un alemán complicado de leer.

Pero no. Es una edición nueva y con muy buenas notas, que siempre se agradece. Me lo llevé a un viaje, para obligarme a terminarlo… y lo leí de un tirón.

Friedrich, Mujer asomada a
la ventana, 1822


Ves los cuadros de Friedrich y te imaginas
que el pintor es depresivo, melancólico, tétrico… ¡Y no!!!!!!! ¡Nada que ver! ¿A que no te lo imaginas yendo a la cervecería (como buen alemán) y disfrutando de la fiesta? Pues así era. Y también era muy dado a hacer bromas. Claro que bromas del sg. XIX, hoy no nos causarían mucha gracia.

Te aseguro que fue una sorpresa para mí descubrir esos aspectos de la personalidad de Friedrich. Vemos sus cuadros, leemos su biografía, pero nada te dice de cómo era en realidad. Eso es lo que tiene de bueno leer los escritos de los artistas. Le escribe a sus hermanos y amigos, a antiguos profesores, a colegas, a su señora cuando está de viaje…






A través de ellas conocemos su lucha por vender sus cuadros, sus penurias económicas, los viajes, su trabajo en la Academia de Dresden… También aparecen mencionados los manjares que se regalan mutuamente entre los miembros de la familia: pechuga de ganso, arenques, salchichas… En Navidad (cómo no) el Stollen de Dresden. Y no falta tampoco la Eierkuchen o las Sandtörtchen. (Si quieres, te paso las recetas.)

Entre las cartas hay muchas interesantísimas, pero hoy prefiero mostrarte ésta. Friedrich la escribe en Dresden, en enero de 1818, y está dirigida a toda la familia que está en Greifswald, su ciudad natal.

Pochmann, Caroline Friedrich,
1824


Se había casado con Caroline Bommer,
a quien conocía desde hacía tiempo. Se habían encontrado en una representación teatral, en la que ella era María en la huida a Egipto y él hacía de José. La boda se hizo en Dresden bajo el rito protestante y sin la presencia de sus parientes. A él no le gustaba escribir cartas: tardó una semana en comunicar a todos la noticia. Ella le insistía en que debía hacerlo; estaba impaciente por conocer a su nueva familia. Él tenía 44 y ella, 25.








“Es, por cierto, algo extraño cuando uno tiene una esposa; es extraño cuando se tiene una economía doméstica, aunque sea tan pequeña; extraño es cuando mi esposa al mediodía me llama a la mesa. En fin, es extraño cuando ahora me quedo con gusto en casa por las noches y no ando por ahí como antes. También me es bien extraño que todo lo que emprendo ahora ocurre y debe ocurrir en consideración a mi esposa. Si clavo un clavo en la pared, no debe estar tan alto como para que yo lo pueda alcanzar, sino sólo tan alto como para que mi esposa lo pueda alcanzar con comodidad. Brevemente: desde que el yo se convirtió en nosotros algunas cosas han cambiado.”

Friedrich, Mujer con vela,
1825

Su señora puso orden en su vida:
se come mejor, se bebe mejor, la casa está limpia. Se gasta más en la casa y tiene miedo de que con los vaivenes de su profesión tengan que pasar penurias, pero Dios proveerá.

“Muchas cosas han cambiado desde que tengo una esposa. El viejo y simple equipamiento de mi casa casi ni se reconoce y ahora prefiero que luzca más limpia y acogedora.”








Kersting, Friedrich en su estudio,
1819

Caroline puso su sello en la casa.
Pero no tanto como para invadir el espacio del taller. Ella respetaba muchísimo sus horas de trabajo y cuidaba de que no lo molestaran. Hubo que comprar cortinas, sillas, mesa, armarios, una cama, cafetera, molinillo para el café, tazas para el café (café: algo muy importante), ollas, horno, platos, platitos… Friedrich enumera con todo detalle las últimas adquisiciones: un poco con sorna; otro poco, maravillándose de lo que hace falta en una casa y que él no había echado de menos.








Hacia el final de la carta cuenta que logró vender muy bien 2 cuadros, no dice cuáles: el gasto de la decoración de la casa fue saldado enseguida.

Friedrich le deja el resto de la hoja a su flamante esposa. Ella manifiesta a los destinatarios el deseo de conocerlos personalmente y conversar todos juntos. Escribe de manera muy formal: no tiene confianza con ellos. Su marido cierra la carta con un saludo a todos y firma.

Friedrich, Salida de la luna en el mar, sg. XIX



En el verano de 1818 hicieron su viaje de luna de miel por Rügen, Neubrandenburg y Greifswald. Siempre se dice que “Acantilados en Rügen” es un homenaje del pintor a su matrimonio. Las rocas forman un hueco con forma de corazón; se abren a la inmensidad del mar, el futuro de una vida juntos. Los 2 aparecen contemplando hacia el horizonte, acompañados por un personaje, que no sabemos quién es.

Friedrich, A bordo de un 
velero, 1818


 “A bordo de un velero” es un canto a la vida de a 2. Ella aparece en muchos cuadros del artista, como modelo.

Los Friedrich tuvieron 3 hijos: Emma, Agnes y Gustav Adolf. Caroline no dejó de escribirle a los parientes; los tenía al tanto de los progresos de los niños.









El pintor no podía vivir sin ella. Cuando ella tuvo que irse de viaje, como cuando murió su madre, echaba de menos los sonidos de la casa, la presencia de su señora.

A los 12 años de casados, Friedrich comenzó a tener problemas neurológicos; sufría de parálisis en las manos y no podía pintar. Esto trajo como consecuencia problemas económicos. Se volvió muy desconfiado y muy celoso de su mujer. Injustificadamente, según las opiniones de los amigos. Friedrich murió en 1840, en el hospital, por un derrame cerebral. Ella quedó en la miseria; gracias a la gestión de su yerno, el zar de Rusia le donó una pequeña fortuna con la cual pudo sobrevivir. Murió 7 años después.

¿Te imaginabas a un Friedrich así?

Friedrich, Caminata al atardecer, 1833


Fuente: Friedrich, C.D., Die Briefe. Hamburg, ConferencePoint V., 2006

Traducción: Cristina del Rosso

 (carta 57: C.D.Friedrich an die Verwandten in Greisfswald, 28.Januar 1818, pág. 116 y ss.)


2 comentarios :

  1. Excelente, felicidades por el artículo, ojalá fuera más extenso, y profundizar más.

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  2. Gracias por tu comentario! Tomo nota de tu sugerencia.

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