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jueves, 20 de mayo de 2021

Víctimas perfectas para los estafadores

 

Casamada, Furia, 1982
lápiz sobre papel

Sobre cómo los artistas son engañados por estafadores


Me acaba de llegar al mail un artículo de una asesora de un museo.
En él ella entrevistaba a una pintora y la conversación derivó al tema de los artistas y las estafas por internet. Se me vinieron a la cabeza varias experiencias personales por los que pasé yo misma y pensé: “Esto te va gustar”.

Si no estás en el mundo del arte, seguramente no tendrás ni idea de lo que te estoy hablando. Sí, claro, apuesto a que alguna vez habrás recibido algún mail del tipo “pobre muchacho aislado en África” que no puede cobrar una herencia y que necesita tus datos bancarios. Imagínate lo mismo, pero que las víctimas son artistas ansiosos por vender sus obras.



El procedimiento de captación de víctimas es más o menos parecida a la llamada “trampa nigeriana”. Recibes un mail en el que te piden información de alguna obra que tienes en tu página web o en algún portal y tienen mucha prisa por comprártela. Algo que no suele suceder con el comprador de arte: el verdadero coleccionista conversa contigo para conocerte, te pregunta detalles del proceso de creación y, por más que sea un comprador impulsivo, se toma su tiempo antes de sacar la tarjeta. Un cuadro te acompañará siempre, no es una decisión para tomarla a la ligera.


Giotto, La ira, 1302
Capilla Scrovegni, fresco

Normalmente no manejan el español;
es evidente que han usado el traductor de Google. Los nombres son todos genéricos, como decirte John Smith, Juan Pérez o algo así, e imposibles de verificar. Si buscas sus datos en internet es como si no existieran: son nombres falsos. Como yo participo con mis obras en portales de diferentes países, no me resulta difícil saber cómo me ubicaron: los títulos de los cuadros no son los originales, sino en el idioma del portal en cuestión.

El cuento es más o menos el mismo: mi señora estaba viendo su página web en su computador, lo descubrí sin que ella se dé cuenta. Me encantó su pintura; quiero hacerle un regalo sorpresa a mi esposa para su cumpleaños o aniversario de bodas. Otras veces ni siquiera te detallan qué obras les interesan: sólo te dicen que te quieren comprar una o varias.






¿Qué sigue? Mandar el mail a la carpeta de Spam o contestar. A veces opto por esto último para averiguar cuál es el modus operandi y poder avisar al resto de los colegas del portal. Con los debidos recaudos: iniciando un nuevo mail, sin responder al que me ha llegado, y, por supuesto, sin pinchar en ningún enlace o abrir un archivo adjunto. Les escribo algo así como “¿Le interesa alguna obra en especial?”. No, no les interesa ninguna; no te mencionan ninguna y ni siquiera te piden precios.

Munch, El grito, 1893, pastel

A esto te contestan con un texto de “cortar y pegar” estándar para todos
(lo he recibido más de una vez, todos idénticos). Que mandarán un mensajero de FedEx a tu dirección para recoger el cuadro (que todavía no sabes cuál es) y que te va a pagar en efectivo. Te piden nombre, teléfono, dirección. Mi respuesta es siempre: “Sólo acepto pagos por Paypal” y por supuesto, sin dar ningún dato sensible. No vuelven a molestar; este medio de pago no entra en cuestión.










Algunas veces son muy ingeniosos. Una vez me contactó un supuesto sargento de la Marina americana, un “marine”; quería regalarle a su abuela en su cumpleaños uno de mis cuadros (eligió bien, por cierto). Su problema era que estaba en un barco en el medio del océano, que sólo podía mandar a alguien de FedEx y que me pagaría en efectivo. Otra vez: nombre, dirección, teléfono. Que él no podía darme su dirección por razones de seguridad, obviamente. Pero yo tampoco iba a darle mis datos, también por razones de seguridad. Le ofrecí enviarle el cuadro a un destacamento americano en Europa, el que él eligiese, y desde allí se lo podrían hacer llegar por correo interno o directamente a su abuela. Naturalmente, esto no le interesaba y desapareció del mapa.

Guayasamín, La ira, 1963

Otra vez me contactó un francés
que quería ser mi marchante. Imposible entenderse, su francés era catastrófico y su inglés, ídem. Los mensajes iban y venían sin que él me entendiera ni yo a él. Me harté y pedí a un colega, que suele ser mi representante en Italia, que interviniera. Le dijo que era mi marchante y que tratara con él directamente. Pretendía que le enviase una gran cantidad de cuadros; ni una palabra sobre contrato o compromiso escrito. Por supuesto, todo quedó en nada.











¿Qué buscan? No lo sé. No sé cómo sigue la historia, qué ocurre cuando alguien cae en la trampa. O es lavado de dinero o trafican con tus datos o, simplemente, eres el candidato perfecto para un robo en tu casa. Averiguando un poco para escribir este post, me han comentado que el negocio está en llevarse el cuadro y darte un sobre vacío o un cheque sin fondos. Por eso nunca hay que enviar obras sin haber cobrado antes.



Hals, El caballero risueño, 1624

Otros dicen que el calvario comienza después,
cuando te exigen que pagues los costos del envío o de aduana (y siempre son sumas exorbitantes); en este caso no te pueden exigir nada, pues de estos gastos se debe hacer cargo el comprador. Esto se debe mencionar en las condiciones de venta de la página web. Nuevamente, se están aprovechando de la falta de experiencia del artista. No conozco a nadie que haya caído, por suerte (aunque no sé si alguien lo confesaría).










Hay otros tipos de engaño, más sofisticados, y que se aprovechan de las prácticas usuales de la profesión. Una galería te ubica por internet, alaba tu obra y te ofrece una representación; cuando averiguas un poco más, tienes que pagar miles de euros o dólares y, además, comisión por la venta (que va del 40 al 70%). No es un engaño como tal: la galería suele existir. Juegan con la necesidad y el afán de reconocimiento del artista. No corren ningún riesgo, siempre ganan. Tú has pagado el derecho de representación y ni siquiera se molestan en vender la obra, pues ellos ya han ganado su dinero. En estos casos se debe averiguar primero si realmente la galería existe, cuál es su trayectoria, y luego, qué cartera de clientes tiene, qué exposiciones hace: cualquier tipo de información sirve para saber si conviene o no cerrar un trato. Es una decisión personal. Yo no trabajo con galerías que exijan derecho de representación: creo que la galería sólo debería cobrar su comisión por las ventas.

Vera, Furia, 1952

Algo semejante pasa
con las convocatorias a concursos, a exposiciones o participación en catálogos o entrevistas.  Te envían una invitación por mail. Suele haber detrás una asociación o una empresa. A veces existen, otras no: son creadas ad hoc para sacarte dinero. Y de las primeras, muchas no tienen trayectoria. Son mails muy largos, con mucha información. Al final del texto te encuentras con el precio. O quizás no, para que les escribas y preguntes. ¿No habrás pensado que te lo iban a dar gratis, no? El derecho a exponer, la participación en el concurso, la página en el catálogo… te piden una suma de dinero considerable. Tampoco es una estafa propiamente dicha, sino más bien un aprovechamiento abusivo del sistema. En una exposición colectiva se suelen repartir los gastos entre los participantes, pero ¡nunca van a llegar a esos importes! En algunos concursos (y no todos) se suele pedir una cuota de ingreso mínima para reservar la plaza. En las ferias se suele alquilar por metro cuadrado el espacio que vas a ocupar. Si es una feria importante, la inversión es bien considerable. Todo depende de la visibilidad y del tipo y cantidad de público que asista. El problema está con los que te prometen exponer, te exigen el pago de una cuota considerable y ni siquiera sabes si han colgado los cuadros.  Con los catálogos pasa más o menos lo mismo: precios por página entera o porción; también es algo normal y lógico, pero, cuando los hojeas, todos tienen publicidad… ¿Cómo es esto? Si el precio es excesivo, hay que desconfiar.

Hals, Hombre y mujer en una 
taberna, 1623

Y las entrevistas,
el colmo de los colmos: un periodista te escribe porque quiere hacerte una entrevista. Saben perfectamente que a los artistas en los currículos se les pide presencia en la prensa. Pero tienes que pagarle un canon, nada barato, por sus servicios. Puedes saber perfectamente quién pagó para ser entrevistado porque está calcada de otras. Y que hayas pagado no significa que te la ubique en un medio importante (esto es lo que suelen hacer las agencias de comunicaciones serias): te la pasa en pdf y arréglatelas.

Cada uno tiene que tomar la decisión
según su situación personal o profesional. Pero lo que nunca hay que hacer es embarcarse en una cosa de éstas sin informarse previamente de quién está detrás.




Ansón, Furia, s.f., acrílico

Todo esto que te cuento suele ser bastante frecuente.
Lamentablemente, se basan en la idea de que hay miles y miles de pintores aficionados (o no) que sueñan con poder vender o posicionarse en un mercado sumamente competitivo y complicado. O sea, lo mismo de siempre: “el artista muerto de hambre”, la víctima perfecta.













Nota: No sabía con qué tipo de imágenes ilustrar este artículo. Pensé en cómo se sentirán los artistas cuando descubren que han sido engañados o cómo se ríen de ti estos señores: estos cuadros aluden a esos sentimientos.


 

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