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jueves, 2 de julio de 2020

Y el techo desapareció



Andrea Pozzo y San Ignacio en Roma
 
Pozzo, La gloria de San Ignacio, 1694

No se puede viajar, no hay vuelos. Tenemos que esperar a que todo esto pase.

Iglesia de San Ignacio, Roma
(Imagen: Wikipedia)
Revisando mis álbumes de fotos me encontré con las de Roma. Viajes por trabajo, asuntos de familia; no estaba paseando y disfrutando, créeme. (Te lo conté aquí y aquí.) Había separado unas imágenes para escribir un artículo, pero quedó escondido en alguna parte del disco duro.  Y, al volver a verlas, recordé la experiencia con mucha nostalgia.

Tenía anotado en mi inseparable libreta “Ir hasta Sant’Ignazio”, la iglesia de San Ignacio de Loyola. La había ubicado en el mapa para visitarla en cuanto pudiera. Mis actividades no me llevaban por ahí.










En el siguiente viaje, yo seguía con la libreta y la notita. Tenía una cita con una galerista donde íbamos a exponer unos meses después. Me sobró tiempo y me dije “ésta es la mía”. Tomé un taxi hasta allí. No era lejos. El taxista me dejó cerca, la calle estaba cerrada por obras y no podía pasar, tenía que hacer una vuelta larga y preferí bajarme y caminar.  Y bueno, por más mapa, GPS y lo que quieras, yo siempre me pierdo. No sé las vueltas que di. Encima se largó una lluvia repentina, típica del verano romano. Tuve que lidiar con paraguas y el teléfono. Al fin, llegué. ¡Había pasado por delante y no me había dado cuenta!

Como te decía en otros artículos, ¡en Italia hay que meterse en las iglesias! En todas hay arte del mejor, y de todas las épocas. ¿Y por qué San Ignacio? Porque allí tienes un fresco en la bóveda hecho por Andrea Pozzo que es una maravilla del ilusionismo barroco. Y no es lo único por ver. (Algo te comenté una vez por aquí.)

Interior de San Ignacio, Roma (Imagen: Wikipedia)


La iglesia fue erigida en 1626 por la orden de los Jesuitas, dedicada a San Ignacio de Loyola, su fundador. Es una de las iglesias más grandes de Roma. Cuando entras, te sientes como una hormiguita: la nave central mide 80 m de largo,  43 m de ancho y 29 m de alto.  La construcción trajo muchos problemas y en 1640 todavía tenía un techo provisorio. Con semejantes dimensiones, no había manera de que la cúpula del diseño original se sostuviera.

Pozzo, Autorretrato, sg. XVII
En 1681 el general de la orden, Giovanni Paolo Oliva, llamó a Roma a Andrea Pozzo, fraile jesuita, que ya tenía experiencia en pintar frescos de bóvedas. Pozzo trabajó en este techo desde 1685 a 1694. ¡Qué te puedo decir! Te deja sin palabras: es como si el techo se abriera y perdiese materialidad, como si no existiese. Si la Pintura es ilusión, éste es el ejemplo perfecto. Cuanto más avanzas en la nave de la iglesia, sientes como si tú también te elevaras. Está marcado en el suelo el lugar exacto donde hay que ubicarse para que se logre el efecto total de trampantojo. Incluso han colocado un espejo en el suelo, en un ángulo determinado, donde puedes apreciar todos los detalles (sin tener problemas con las cervicales…).










El fresco se llama la “La gloria de San Ignacio”. Es un prodigio de la perspectiva (sotto in sù, de abajo hacia arriba, como se decía por esos tiempos). Las columnas del templo se alargan hacia el cielo; no puedes distinguir cuáles son las reales y cuáles las pintadas. Lo mismo con las esculturas. En el centro se ve a Dios Padre, envuelto en luz, que envía sus rayos a Cristo Crucificado. El mismo Cristo envía su Luz a San Ignacio. A partir del santo, la Luz se divide según los 4 continentes. (No olvidemos la labor de evangelización de los jesuitas en el mundo entero.) El mismo Pozzo explicó el significado de su obra en una carta al príncipe de Liechstenstein: se basó en el pasaje del Evangelio de San Lucas (12, 49): “He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya hubiera prendido!”. Y siguiendo la máxima de Ignacio de Loyola: “Id e inflamadlo todo”.
En el conjunto de las figuras aparecen San Luis Gonzaga, San Francisco Javier, San Francisco Borja. Los continentes están representados con figura de mujer (como era usual por ese entonces) y están ubicadas en las esquinas; se pueden identificar fácilmente porque llevan su cartel (si tienes buena vista, claro). Europa aparece con corona, cabello rubio y sobre un caballo. África, de pelo oscuro y sobre un cocodrilo y con un colmillo de elefante en la mano. Asia, con turbante y sobre un camello. América está vestida con ropa indígena y una lanza con la que hiere a un gigante.

Detalle de "La gloria de San Ignacio", Pozzo: América
(Imagen: C. del Rosso)

Sobre el extremo que da a la puerta de entrada, ves un ángel sosteniendo un escudo con el nombre de Cristo, IHS, que es el símbolo de la orden. Los colores son vibrantes, intensos, y se van diluyendo hacia la fuente de luz.



Detalle de "La gloria de San Ignacio", Pozzo
(Imagen: C. del Rosso)
Lamentablemente es de esas obras que hay que ver en el lugar. Te olvidas de que hay un techo, de que el techo es 
plano.

Pero hay más. Aunque te quedes estupefacto, anonadado, con semejante prodigio, hay que mirar un poco más allá.

















Como te decía, la cúpula era un problema. Era 1685 y no había dinero ni medios técnicos para hacerla. Pozzo encontró la solución: pintar una falsa, un trampantojo. Sí, lo que te estoy diciendo. Pintó una falsa, en una lona de 17 m de diámetro, y la pusieron en el techo. Y la ves y te la crees. Cuesta mucho darse cuenta de que en realidad es plana: sólo cuando te mueves se revela el secreto. Las figuras que aparecen alrededor son David, Sansón, Judith y Jael, héroes bíblicos que lucharon y vencieron a los paganos.




Pozzo, Cúpula prospectiva, San Ignacio, Roma

El presbiterio, el ábside y el altar de la capilla de San Luis Gonzaga también son obras suyas.

Pozzo escribió un tratado de perspectiva (Perspectiva pictorum et architectorum) detallando su técnica y fue de gran influencia para las generaciones posteriores.

Pozzo, Perspectiva pictorum et architectorum, sg. XVII


De Roma partió a Viena. Siguió pintando maravillas como éstas y allí murió.



Fuentes : De Feo, V. –Martinelli V., Andrea Pozzo, Mondadori, 1998
Honour, H.-Fleming, J. Weltgeschichte der Kunst, Munich, 1983
Hubala, E. Die Kunst des 17. Jahrhunderts. Berlin, Propyläen  Verlag, 1990
Notas personales

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